55. Escucha el viento.

165 37 10
                                        

Aquella noche no se fue lo que despertó, pero al abrir los ojos supe de inmediato que algo iba a ocurrir.

Una vez más había vuelto a quedarme dormida montando guardia frente a la ventana, pero al mirar a mi alrededor, no pude ver la razón del porqué estaba tan inquieta.

Al ver la calle, estaba desierta, antes de dormirme la lluvia caía a mares, pero ahora mismo casi ha parado del todo, y ni un alma paseaba por el exterior.

Mirando a mi alrededor, Calibrocha dormía, y la habitación estaba a oscuras, pero completamente vacía, mis ojos ya estaban bien acostumbrados a la oscuridad, y no puede ver siluetas o formas ocultas por ningún lado.

Afinando el oído, la posada dormía. El sonido del agua cayendo del techo era el más predominante, seguido por la suave respiración de Calibrocha, de ahí, no había pasos por el piso de arriba, susurros tras las paredes, o gritos de la planta baja. A mí alrededor solo había el bullicio normal de un lugar en silencio.

Sin embargo, colando mi silla en dirección que diera a la puerta, y sacando mi cuchillo, lo cubrí de mi sangre y me puse a esperar.

Va a ocurrir pronto me dije, tantos años conociendo a la muerte me han permitido saber cuándo está cerca, y aunque aquella noche se respiraba una absoluta normalidad, y no había nada de diferente a cualquiera otra, la calma fue rota por un grito sordo que solo una persona completamente en guardia pudo haber escuchado.

Quitándome los zapatos, caminé casi de puntillas hasta llegar con Calibrocha, y colocando un dedo sobre mis labios en señal de que no hiciera ruido, le hice levantarse, solo para que se oculte debajo de la cama.

A la distancia, se escuchó un leve rechinar de los pisos de madera, aquel ruido solo podía ser hecho por una persona pisando sin querer un tablón suelto, sin embargo, no se escuchaban más pasos por el pasillo, dejando claro que la persona, o personas se movían con el más absoluto sigilo.

Sigilosa cómo una aparición, caminé hasta quedar junto a la puerta, de pie en un lugar que quedaría oculta detrás de la misma cuando está sea abierta, y afinado más los oídos, pude escuchar el suave sonido que genera la tela al frotarse contra la tela. Afuera hay mucha gente, me es imposible creer que solo hay una persona, pero no tengo medios para saber cuánto son.

Por casi un minuto que se sintió como una hora, nada ocurrió, aún existía la posibilidad de que todo ocurriera en mi cabeza, un extraño conjunto de alucinaciones auditivas producto de la tensión y la desconfianza, pero ya sea para darme la razón, en la completa oscuridad, puede ver cómo la tranca de madera se levantaba sola, y como la puerta se abría muy lentamente. Es por eso, que tras aparecer en mi mano, el hombre de medam cubrió sus ojos con sus manos.

Con un silencio que claramente no podía ser natural, aquella puerta vieja, con bisagras que rechinaban, fue abierta poco a poco, haciendo menos ruido que un alfiler al caer al piso, cuando hubo el espacio suficiente para que una persona metiera la cabeza y echara un vistazo, lo primero que habrá visto fueron las camas vacías, donde hasta hace poco una persona había estado dormida.

Siendo una persona lista, su primera deducción era que el ocupante los había escuchado, y que ahora mismo les tendía una emboscada, y para mí mala suerte, ese fue exactamente el pensamiento que tuvieron.

Tras azotar la puerta, escondite obvio de cualquiera que intente sorprender a los intrusos, una docena de figuras en largas túnicas oscuras entraron de golpe, y con ojos que emitían un ligero brillo en la oscuridad, registraron hasta el último rincón de la habitación, pero no emitieron ni un solo sonido cuando un cuchillo atravesó el pecho de uno de ellos, y otros dos se desvanecieron hasta hacerse polvo.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora