53.5 Punto de vista de Beatrix

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El sonido de dos golpes en la puerta me hicieron abrir los ojos…

Todo a mi alrededor era oscuridad, siempre había tenido una buena vista incluso en ella, sin embargo, en esta habitación de paredes vacías no hay nada que ver, por lo que solo hay oscuridad.

Dos nuevos golpes más insistentes volvieron a ser escuchados, y sin el menor interés, empuje por el piso un plato sucio y resquebrajado, y cuando se chocó con la puerta, de un agujero en la misma alguien metió la mano, y vacío un cucharón que tenía consigo.

Tras terminar de llenar el plato, una solitaria hogaza de pan fue arrojada sin mucho cuidado antes de que la puertecilla se cierre, y cayendo al piso, de rebote en rebote, terminó a lado mío.

Tomando la hogaza de pan, este estaba tan duro que cualquiera hubiera necesitado remojarlo en el caldo para poder ablandarlo, pero yo simplemente me lo lleve a la boca y lo mordí sin demasiado interés.

Me han ordenado comer cuando me traen la comida. Debo llegar viva al día de mi ejecución por irónico que suene. Sin embargo, eso como lo demás en el mundo ha dejado de importarme.

¿Qué día es hoy?

No lo sé.

¿Hace cuánto tiempo que estoy encerrada?

Nunca intenté siquiera llevar la cuenta.

¿Sé siquiera si este es mi desayuno o mi cena?

Conceptos como el día y la noche han perdido sentido.

En esta celda la oscuridad es absoluta, se que estoy en lo más profundo de la prisión de la Santa Sede, me han traído aquí porque de una celda menos resguardada podría escapar, sin embargo, no lo he intentado y tampoco se me había pasado por la cabeza.

La vida misma carece de sentido, estar afuera o dentro prisión o morir de inanición o ejecutada, me son opciones tan similares que en mi mente son prácticamente las mismas.

Cerrando los ojos, solo permanecí sentada con la espalda recostada en la pared, esperando que los minutos se conviertan en horas, y estás a su vez en días.

¿Mereces este trató?

Se escuchó preguntar, y por un momento aquella voz salida de la nada me hizo mirar a mi alrededor para buscar el origen de la misma, pero todo seguía en oscuridad absoluta, y la puertecilla cerrada. Estas celdas están diseñadas para no dejar entrar ningún sonido del exterior, por lo que era imposible que nadie me estuviera hablando.

¿Mereces este trató?

Insistió la voz que no hacía eco ni en las paredes ni en mis oídos. Aquella voz sonaba monótona, apenas diferente al tono muerto que Leonora tenía al hablar, y sin más que hacer, sin saber si aquella era la voz de mi conciencia o no, me limité a responder.

— si, todo lo que ha pasado me lo merezco. Por mi culpa mucha gente salió mal parada. Mi negligencia causó tanto o más daño que la gente que sin pretender protegi.

Tu no hiciste nada.

— Ese es exactamente el problema… yo no hice nada. Mi padre me dio el puesto porque confiaba en mí. También soportó duras críticas por su obvio nepotismo, pero me amaba, y estaba convencido que haría un trabajo excepcional. Y yo lo defraude… no hice el trabajo que se me ordenó…

¿Cuál es el deber del Primer Guardia?

— proteger a la catedral y al Arzobispo. Tanto de amenazas externas como internas.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora