33. El primer paso.

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Durante los siguientes días, ya sea por el cansancio acumulado de los eventos pasados, o por el efecto secundario de usar muchas veces la habilidad de Cenizas, estuve casi sin poder moverme, y únicamente me quedé recostada en un sillón en una esquina de la tienda de Sidow, siendo resguardada por la estatuilla del hombre de Medam.

En estos días que apenas pude moverme, me limité a observar las personas que entraban a la tienda, y contemplar como el escenario en la ventana tenía cambios radicales. Según el vendedor, en unos días, la tienda pasará bastante cerca del lugar que es nuestro primer objetivo, coincidiendo bastante bien con el tiempo que me tomará recuperarme, y en ese momento, podremos bajar.

Era extraño, y claramente no era algo normal, pero había cierta belleza hipnótica en contemplar el vaivén de los clientes, y en el propio Sidow valiéndose de su labia y carisma para promocionar sus productos. Si bien sus andares y palabras coincidían más con el de un estafador, ofreciendo objetos tan variopintos como tónicos capilares, remedios para adelgazar, zapatos que te harán un maestro en la pista de baile, y ropa que te hará ver más hermoso o más alto, la verdad es que todos sus productos funcionaban al pie de la letra sin ningún tipo de trampa por enmedio.

Para las personas que daban con este lugar, esté era una especie de Oasis donde sus mayores fantasías se hacían realidad en objetos que podían comprar y poseer, sin embargo, todo se venía abajo cuando se daban cuenta que la única moneda aceptada, era una que había salido de circulación hace más de 50 años.

Promesas, llantos, amenazas, intentos de robo. Un sin de actitudes eran tomadas por las personas que daban con la tienda y eran incapaces de comprar en ella por razones tan tontas como que su dinero no tenía valor. Y sin inmutarse, Sidow contemplaba las promesas más sinceras o los llantos más descarnados, y con una leve sonrisa en sus labios, les arrebataba ese objeto que tanto habían buscado por toda una vida.

Volviendo a insistir, era extraño… Pese a que el mismo no lo admitiera, y declarará abiertamente que disfrutaba ver salir clientes satisfechos de su local, la sonrisa que tenía en sus labios en las contadas ocasiones en las que un cliente lograba comprar algo, no se parecía ni un poco a la que tenía cuando salían miserables y necesitados.

Al final del día, él mismo lo admitió sin querer cuando me contaba su historia, "hay poder en su necesidad". Si bien no lo entendía en su momento, ahora después de verlo trabajar, creo que empiezo a comprender su método de trabajo y el de los Eones en general.

Los Aeones se alimentan de la humanidad, y toman más poder mientras más humanos los conozcan, y al final del día, ¿Que más recordarás? ¿Ese lugar donde compraste exactamente lo que estabas buscando? O ¿Aquel lugar donde vendían aquello que tanto deseabas pero al día siguiente que regresas con el dinero la tienda ya no está?

Es curioso, y es un espectáculo peculiar. Ya que al final del día, Sidow maneja una tienda, pero el producto que realmente vende en ella, es tan difícil de definir, ya que cuando concreta una venta, el simplemente arroja sin ningún interés el dinero que ganó, pero cuando un cliente se va con las manos vacías, la expresión en su rostro es la un estafador timando a un incautó.

Observando el extraño festival que se celebraba delante mío, cuando me di cuenta, los días habían pasado, y cada vez mi cuerpo recuperaba más fuerza, es por eso, que una noche después de haber despedido al último cliente, Sidow se acercó a donde yo estaba oculta.

–– bien, fin del camino, el bosque al que querían ir está a solo media día a pié. No tengo razones para detenerme más cerca, ya que no hay apenas clientes en esa área.

Apareciendo de la nada, una bocanada de humo empezó a tomar forma, y con un cigarro en su boca sin labios, Cenizas respondió.

— Nos has ayudado mucho Leland, quieras admitirlo o no.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora