20.5 Punto de vista de Beatrix3

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En completa soledad y en absoluto silencio. Me encontraba en una fría celda, con la espalda recostada en la pared, y con las rodillas pegadas a mi cuerpo.

Me era imposible saber cuántas horas habían pasado conmigo en esta posición, ya que simplemente, el tiempo hace mucho que había dejado de tener sentido. Mil pensamientos pasaban por mi cabeza, al mismo tiempo que ninguno en realidad, ya que a pasar las horas, me di quedarme sola conmigo misma es una experiencia más atemorizante de lo que pensé, debido a que hay demasiados aspectos de mi misma que no tolero.

Evaluando por vez número mil el motivo de mis acciones y la cadena de eventos que me llevaron a estar en este lugar, la puerta de daba al pasillo se abrió y en silencio el inquisidor entró a mi reducida celda.

— ¿Estás más calmada?

Preguntó con voz suave, y quizás demasiado tranquila.

— si.

Declare sin apenas vida en mis palabras.

Suspirando y cerrando la puerta tras de sí, el inquisidor se acercó a mí un par de pasos más.

— ¿Quieres saber cómo terminó todo?

— No, pero dilo de todas formas.

Bajando más mi cabeza y cerrando los ojos, escuché lo que el Inquisidor tenía que decir.

— fue... complicado. Con la niña en el suelo bañada en su propia sangre y tu golpeado un cadáver las cosas eran, confusas... Ya fue difícil contenerte, y la información que me llegaba de cómo ocurrió todo no te dejaba en una buena posición. Ver el círculo de la verdad en el piso me dio una idea, e interrogando a los presentes, me enteré más o menos del porque actuaste como actuaste. No te diré que actuaste mal porque sería un hipócrita, pero tampoco diré que todo lo que hiciste fue correcto.

Aún con los ojos cerrados, y apenas separando los labios, pregunté.

— ¿Voy a perder mi puesto?

Suspirando de manera pesada, el inquisidor llevó su mano detrás de la cabeza y se frotó el cabello.

— no te voy a mentir. El resto de los comandantes y un gran número de sacerdotes pedían tu cabeza en una bandeja de plata. Nadie terminaba de entender por qué lo hiciste, para todos simplemente perdiste la razón sin ningún motivo. Y cuando expuse tus sospechas de que aquel guardia abusaba de la niña, la opinión general apenas mejoró. Tuvieras razón o no, sea cierto o falso, mataste a un hombre a golpes sin siquiera darle la oportunidad de defenderse.

— Su culpa se veía en su cara.

Declare de manera tajante en el punto del que no me arrepiento.

— la culpa y el miedo pueden verse muy similares. Es fácil confundirlos.

— no estabas ahí Caesar. No viste su rostro.

— Puede ser, no habré estado en esa situación en específico, pero sí en un centenar de situaciones similares. Y créeme cuando te digo que no hay nadie en toda la catedral que te entienda mejor que yo, y es porqué entiendo el porqué lo hiciste, que menos lo apruebo.

Poniéndose en cuclillas para quedar a mi altura, el inquisidor me miró a los ojos mientras dijo.

— Beatrix, mataste a un hombre con tus propias manos, un hombre que podría ser inocente.

— No lo era.

— No lo sabes, en ese momento no podías saberlo. Sabes lo fácil que es engañar a un círculo de la verdad, y las condiciones tan extrañas en las que puede activarse. Es por eso que desde hace años se está intentando vetarlo de los interrogatorios. Y aunque fuera verdad, aunque tuvieras razón, no era la manera.

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora