21. Mis viajes al Sur

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Aburrida en mi cama, tenía poco más que hacer que seguir intentando abrir la caja de música, o leer fragmentos del diario de Oronela. La parte del mismo que hablaba de los Aeones, no decía nada que el propio Cenizas no me hubiera contado, y en la parte de los Arcanos, la propia Oronela se explaya demasiado y era tan propensa a perder el punto, que casi siempre terminaba hablando de un tema poco o nada relacionado.

Sea como fuera, permanecí unos días más en reposo siendo visitada de vez en cuando por la vieja loca que no dejaba de estirar mis mejillas. Sabiendo que Cenizas había salido en búsqueda de Irma, estaba convencida de que me esperaban un par de días bastante aburridos hasta que una mañana escuché que tocaran mi puerta antes de ser abierta.

A mí habitación, había entrado una especie de modeló de pasarela. Era alta, con una larga cabellera negra, y una piel aperlada. Pese a que vestía un vestido sencillo sin hombros, su propia belleza natural era suficiente para lucir bien.

Sonriendo de manera un poco forzada, la peculiar mujer dio un par de pasos en mi dirección.

— Buenos días Leonora. Estem... vamos, voy a cuidar de ti por un tiempo.

Su voz se me hacía conocida, pero la persona a la que pertenecía era completamente diferente a quien tenía ahora frente a mi. Inclinado ligeramente la cabeza, y mirando mejor su rostro, me fijé sus pupilas rojas cual rubíes, y solo conocía a una persona con ojos de ese color.

— ¿Beatrix?

Pregunté extrañada debido a que la diferencia del antes y el después era demasiada.

— si, como ya te dije, voy a cuidar de ti por un tiempo.

Sabiendo el significado oculto de esas palabras, me atreví a preguntar.

— ¿No tienes trabajo?

Una sombra de tristeza cruzó su rostro, y simplemente respondió.

— digamos que estoy de permiso.

Con cuidado me ayudó a terminar de vestirme, ni se molestó en saludar a las sacerdotisas encargadas, y ante la mirada de halcón de la vieja loca, me tomó de la mano y salimos del centro médico.

De manera firme pero gentil, la mano de Beatrix sujetaba la mía. Aún con los guantes puestos era capaz de sentir la suavidad de sus manos de doncella, fue en ese momento que no pude evitar volver a preguntarme cómo demonios funciona el cuerpo de los colores, o los descendientes, o como demonios se llamen.

A Irma y Eris les doy un pasé. Aún pese a ser prodigios de la fuerza, técnicamente son de la clase más especializada en la magia. Celes es bastante mixta y vale un poco para todo por lo que nunca se concentra especialmente en el cuerpo a cuerpo. Sin embargo las que podríamos considerar de clase "guerreras" como son Calibrocha y cómo puedo comprobar ahora, la propia Beatrix, tienen cuerpos demasiado femeninos para las bestias aplasta cráneos que son.

De una manera similar a Irma que siempre he pensado que viene de fábrica con su uniforme de sirvienta. Nunca había visto a Beatrix sin su armadura. Esta le otorgaba unos centímetros a su complexión, y por eso llegué a estar bastante segura que debajo de ella habían unos gruesos músculos forjados por una vida militar. Sin embargo, y no puedo dejar de sorprenderme, la Beatrix sin armadura parece una doncella bastante delicada, quizás más alta de la norma, pero sus piernas largas y sus brazos delgados no permitirían creer que está chica podría perforar una puerta de hierro colado de un puñetazo.

Suspirando mentalmente, no pude hacer otra cosa que no quejarme de todas las bendiciones que recibían los colores. Todas eran mujeres de gran belleza y una juventud demasiado duradera. Sin embargo, al pensar recordé que había excepción a la norma. El inquisidor es el único hombre entre los descendientes, además que parece envejecer de manera natural. ¿Los dioses son misándricos o habrá una razón aparte para que no se apliquen en él las normas que rigen al resto?

Intentos Infinitos "2"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora