O.V.A. [4] (La Rutina de una Diablesa en el Cielo).

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Flashback: Momentos después de la Batalla de Menfis.

P.O.V. Ravel Phoenix.

No me lo podía creer. Yo, Ravel Phoenix, diablesa y hermana del Marqués Phoenix, que he dedicado toda mi vida a estudiar a los mayores estrategas del Mundo Humano, Alejandro Magno, Aníbal, Julio César, Belisario, Genghis Khan, Yu Fei, Cao Cao, y muchísimos otros más, he perdido contra los dioses egipcios y sus tropas. Al principio la victoria estaba en mi bolsillo, las tropas humanas que el dios Anubis había invocado eran aplastadas sin piedad por las legiones del Marquesado Phoenix y las tropas auxiliares del Ducado Gremory y del Principado Sitri.

Pero ocurrió algo que ni me esperaba ni me perdonaré por dejar que ocurriera: escuché un rugido, como si de un dragón se tratase, a unos kilómetros de donde las tropas estaban combatiendo. Giré mi cabeza para ver qué era ese ruido y cuando vi lo que era no pude soportarlo, caí de rodillas al duro suelo del desierto y comencé a llorar desconsoladamente: el humano que estaba junto con los dioses egipcios, y era descendiente de los bárbaros de Earthland, sujetaba la cabeza decapitada de mi hermano Raiser mientras rugía y exclamaba a todo pulmón "¡El Demonio ha muerto, larga vida al Faraón del Khêmi!".

Al escuchar su grito de guerra supe que mi hermano ya estaba muerto, junto a todo su séquito que se había traído a esta misión. Sólo me reconforta el saber que él y mi hermano mayor Ruval ya estarán juntos en el Regazo de Satán. Espero que se encuentre allí también con su amor eterno, Yubelluna, que Satán la acepte en su Regazo.
Estaba llorando por los mártires de mi familia cuando vi algo que jamás me habría imaginado que me pasaría: las tropas del Marquesado Phoenix estaban huyendo con las cabezas gachas y las armas tiradas por los suelos; las del Ducado Gremory y las del Principado Sitri, en vez de huir, se entregaron y fueron ejecutadas en el acto, cortándoles los egipcios las manos, penes y cabezas, a modo de trofeo.

Ante tal situación, decidí rendirme y entregarme. No porque fuera una cobarde que a la mínima se achanta, sino porque recordé en ese instante algo vital en mi familia. En el clan Phoenix, por una tradición de origen ciertamente desconocido en la familia, un miembro del Marquesado Phoenix regresa al Cielo cada 1200 años para entrevistarse con Elohim. No se sabe que pasaría si aprobamos la entrevista, pero sí sabemos que pasa cuando no: regresamos al Inframundo para seguir con nuestras vidas. Así que me refugié en esa tradición cuando el general que me había derrotado, Ramsés II, vino a donde yo estaba.

Él vino a mí con sus tropas detrás suyas y el asesino de mi hermano a su lado. Yo entregué mis manos para que me las atasen y me llevasen ante los demás dioses egipcios. Ramsés II me ató las manos y me llevó a empujones varios kilómetros. El humano, de nombre Sayf Al-tiniyn, marchaba a su lado insultándome sin parar y mancillando mi orgullo. Detrás suya estaban los demás dioses egipcios escoltando a las pocas tropas egipcias que quedaban, no más de 1000. Aguanté como diablesa de alta cuna que soy a los insultos y vejaciones que el descendiente de Salamander hasta que, tras casi 1 hora, al fin me llevaron ante Ra y los Cadres y Arcángeles.

Ante los Cadres y Arcángeles, Ramsés II me tiró al suelo, me puso su pie en la espalda e informó a los presentes cómo me habían capturado y que yo era "distinta a los demás" y "pacífica". Fue en ese momento cuando, con la pocas fuerzas que me quedaba, subí mi cabeza para mirar a la cara a los Arcángeles. Entonces fue cuando dije en voz baja temblorosa y baja "Quiero ver a Yeshua Ibn Mariy". Nadie se lo creía, pero pude ver en el rostro de Miguel Arcángel que sí creía en lo que estaba diciendo.
Tras una pequeña charla entre ellos, ordenó a Rafael Arcángel y Uriel Arcángel que me llevasen al Cielo. Me esposaron con esposas de luz, las cuales me hiriendo gravemente*.

*La luz, en sus distintas formas físicas, son letales para los demonios. Con el sólo roce de ésta, puede causar quemaduras de 1er grado en la piel.*

Tras apresarme, los Arcángeles me agarraron de los brazos con sus manos y me llevaron varios kilómetros andando, no sé cuántos, hasta que llegamos a las murallas de una ciudad. Entramos a la ciudad y nos dirigimos a lo que parecía el templo principal de la dicha ciudad. Entramos, me colocaron en medio de un círculo mágico azul con una cruz dorada con dos letras griegas colgando, y los dos Arcángeles recitaron un hechizo en lo que parecía latín. De un segundo a otro, fuimos teletransportados a donde estamos ahora, en las puertas del Cielo.

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora