T.4.5.

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P.O.V. Xenovia.

La multitud clamaba enloquecida a cada paso que daba en la Arena. Frente a mí, la ex-novicia florentina Asia Argento, la denominada Doncella Santa de la Toscana. A partes iguales la masa de espectadores coreaban nuestros nombres, Xenovia Quarta y Asia Argento. Al igual que mi oponente, yo también crecí en un convento, pero con una diferencia: entré junto con mi madre Griselda Quarta. Nuestro padre, Dios lo acoja en su Gloria, murió al poco de yo nacer, y mi madre Griselda, muy religiosa ella, se metió a monja mercedaria junto con mi yo de pocos días. 

En el convento de mercedarias, en Roma, crecí con otras hermanas mercedarias y con mi madre, que terminó convirtiéndose en Madre Superiora cuando la que nos acogió murió en su ancianidad. Fue entonces cuando, en el patio del convento, desperté mi Sacred Gear Durandal. Todas mis hermanas del convento, sorprendidas al verme empuñar una espada gigante azul, llamaron a mi madre, quien me vio con dicha espada en mis manos, mientras yo estaba en shock y sin saber qué hacer. Mi madre me tranquilizó y logré encerrar la espada en una especie de . Ante el hallazgo, ella escribió una carta al Santo Padre de Roma, Benedicto XVI, comunicándole la situación. Al poco tiempo, unos sacerdotes llegaron al convento para informarme que me entrenarían como exorcista para la iglesia católica. 

Fue allí dónde conocí a un veterano y anciano Freed Sellzen, exorcista alemán católico que tenía en su hacer ser el único exorcista que mató a un Pilar del Inframundo, Ruval Phoenix. Estuve varios años entrenando, domando a Durandal, aprendiendo sobre los demonios o lilim, los ángeles puros y los caídos. Entonces, un día, el Santo Padre nos llamó a mí y a Freed, con cierta alegría. Nos comunicó que necesitaba nuestra presencia urgentemente en su despacho. Entramos en su despacho y pudimos ver a dos sacerdotes a su espalda, cada uno llevaba una espada y nos las dieron de rodillas, en señal de respeto. Freed y yo preguntamos porqué se estaban arrodillando. La respuesta que nos dio el Santo Padre nos chocó: estaba ante los Ases de los Arcángeles Gabriel y Uriel. 

Desde entonces he estado en el Cielo, en el Quinto Cielo para ser exactos, junto con la exorcista anglicana anglo-nipona Irina Shidō y el exorcista ortodoxo ucraniano Ígor Doroshenko, que sustituyó a Freed Sellzen cuando el anciano alemán murió asesinado por el demonio que buscaba matar, Diodora Astaroth. Nosotros solemos entrenar todas las mañanas en el Quinto Cielo, pero cuando nos llegó de que el Gobernador General de Grigory estaba organizando un Torneo de Entrenamiento, no dudamos ni un segundo y nos inscribimos. Cuando sortearon los combatientes, me tocó con esa Doncella Santa, Asia Argento. Y ahora nos vemos frente a frente. 

Cuando me acerqué a Asia Argento, a menos de cinco metros, el árbitro del combate nos hizo un gesto, a ambas para que nos acercaremos a él. El árbitro, egipcio, nos recordó las reglas del combate: nada de golpes mortales, daños al estadio, ni nada que dañe la imagen de Grigory como organización. Asia y yo estábamos atentas a lo que nos decía el egipcio. Cuando terminó, tomó una moneda de oro y la lanzó el aire: si salía cara, me tocaba salir a la ofensiva, si salía cruz, me tocaría defender. La moneda fue lanzada al aire y cayó en la mano del árbitro: cruz. Me tocaba defender. 

―¡Y recordad chicas, dad todo lo que tengáis en la Arena! ―alentó el árbitro a las combatientes, quienes asintieron. 

―Qué gane la mejor, Xenovia Quarta. ―me dijo Asia decidida dándome la mano. 

―Lo mismo digo Asia Argento. ―le repliqué en el mismo tono. 

Ambas nos dirigimos a nuestros respectivos campos en la Arena, separados por una línea blanca. Me tocaba defender en el combate contra Asia, cosa que no me esperaba. Defender definitivamente no es mi fuerte, estoy más acostumbrada al ataque. Invoqué una lanza y una espada de luz azul índigo, para mayor capacidad defensiva. Fui avanzando hacia la mitad el campo, mientras que Asia Argento había despegado con sus alas negras de ángel caído para comenzar a arrojar jabalinas de luz verdosa a mi posición, las cuales o fallaban por unos metros o impactaban en mi escudo de luz. 

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora