T.4.22.

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Toda la Alianza había sido convocada por la Facción Abrahámica a defender una facción sobrenatural, la de los vampiros, la cual había sido de gran utilidad para la Alianza debido a que la portadora del Sephiroth Graal era una mestiza humana-vampiresa. En total, la Alianza había logrado reclutar casi cincuenta mil guerreros de los distintos panteones: diez mil soldados egipcios, entre los que se encontraban arqueros, infantería ligera y carros; diez mil griegos, entre ellos hoplitas pesados, caballería de choque, arqueros y peltastas; diez mil ángeles (cinco mil caídos y cinco mil puros); diez mil guerreros celtas, infantería ligera y carros pesados; diez mil guerreros nórdicos, infantería pesada y valquirias y más de cien navíos de guerra fenicios con cien guerreros cada uno y 40 cañones. 

Las enormes fuerzas de la Alianza marcharon desde sus respectivos panteones hasta el territorio de los vampiros: los celtas marcharon desde Cénabo al mando de Lugh y Beleno y acompañados por Eileen y Lucille, reclutando levas de las distintas tribus celtas por las que pasaban a su paso; los nórdicos embarcaron a los guerreros en drakar vikingos y, acompañados por Thor y Baldr y las valquirias al mando de Rossweise y su marido humano Erik, remontaron el Rin y cruzaron hasta el el nacimiento del Danubio, donde se unieron a los celtas de Lugh y Beleno; los griegos al mando de Ares y Atenea y acompañados por Andrestea cruzaron los Balcanes hasta cruzar el Danubio para penetrar en las llanuras de Valaquia; los egipcios comandados por Sayf y Horus fueron trasladados en cien navíos de transporte fenicios hasta la boca del Danubio. Mientras, los abrahámicos al mando de San Miguel, los exorcistas humanos reencarnados y Kokabiel, junto con el Sekiryūtei, sus chicas, y los dos nephilims Abhainn y Akeno llegaron volando hasta Valaquia, donde se encontrarían con los griegos. 

Pero sería en la boca del Danubio donde la Alianza se encontraría el primer escollo en esta guerra contra los humanos: varios acorazados actuales de fabricación china, por la bandera que pudieron ver los fenicios, bloqueaban la boca del Danubio de que entrasen suministros. Los acorazados estaban dispuestos de tal manera que no se podía subir el Danubio si no se acababa con ellos. Los fenicios vieron el panorama maldiciendo su suerte: los cañones que tenían sus navíos no serían capaces ni de hacer un mísero rasguño a los acorazados humanos. A no ser que sus proyectiles no fueran proyectiles normales... 

P.O.V. Paltibaal.

¡Maldita sea!, es lo que musité cuando observé a través de los prismáticos la potencia de las naves humanas que estaban bloqueando la entrada por mar al territorio de los vampiros. Nuestros cañones, anticuados y obsoletos, serían incapaces de dañar a esos navíos, por mucha tripulación que tuviera a mi mando (diez mil hombres reclutados de todos los rincones del mundo fenicio). Pero recordé que Yeshua, el primo de nuestro Señor Melqart, había pedido auxilio también a los dragones, más concretamente a Tannin, el Rey Dragón de la Facción Abrahámica. 

Con un círculo mágico de comunicación avisé a Tannin de que necesitábamos su ayuda en la boca del Danubio, a lo que el Rey Dragón respondió que unos cien dragones de su territorio venían en camino junto con su hijo Bova. Aliviado por la noticia colgué a Tannin y ordené a la tripulación que cargaran los cañones para distraer a los humanos mientras los dragones venían. Dicho y hecho, la tripulación fue cargando los cañones y a mi señal dispararon varias salvas contra los navíos humanos, que no tardaron en responder con una salva de sus cañones. 

Así comenzó la primera batalla de la Alianza contra los humanos ateos: los cañones de sus acorazados reventaban los mástiles de nuestros barcos, cuando no directamente nos alcanzaban en la Santa Bárbara, provocando grandes explosiones en muchos de los navíos. Nosotros disparábamos salvas de cañones que, a lo mucho, provocaban leves incendios en los barcos, nada grave pero lo suficiente como para distraerlos y dar tiempo a las naves de transporte egipcias a que desembarcaran las tropas que el dios Horus y el Guardaespaldas de Ra comandaran a los egipcios y se encontrasen con los griegos y los abrahámicos. Fue en ese cuando toda la tripulación escuchó en el cielo un potente rugido acompañado de una lluvia de bolas de fuego y aliento helado: eran Bova y Tiamat, que habían venido a ayudarnos. 

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora