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Marte, el otrora dios más fuerte del mar Mediterráneo, aquel dios que había derrotado a numerosos dioses, Baal, Dragda, Endovélico, Ra, incluso al gran Ahura Mazda. De entre todos los dioses que Marte había vencido, jamás olvidará a dos de ellos: Zeus y Elohim. A Zeus porque por muchos siglos, su padre Tinia fue amigo de él y a Elohim por su heroica y testaruda resistencia que mostró ante Tinia, siendo derrotado en el año 70 tras el nacimiento de su hijo.
Marte dio un paso adelante y arengó en estos términos a los dioses griegos y a los hijos de Elohim que estaban en el Olimpo.

-¿Quién se atreverá a enfrentarme? ¿Quién será lo suficientemente valiente, o estúpido, para hacerme frente? -se burló el dios etrusco de los Aliados.

Pero no se burlaba porque sí, tenía razón en parte. En su apogeo, Marte no podía ser derrotado en combate singular, ni siquiera Ahura Mazda pudo hacerle frente en numerosas ocasiones, y cuando lo hacía, era porque Marte ya había luchado antes, o porque el dios persa estaba acompañado de Ażi Dahāka. Marte solamente pudo ser derrotado al fin cuando sus fieles fueron convertidos a la nueva religión abrahámica, el cristianismo.

Pero derrotado, para Marte, no significa muerto. Tras el año 380 después del nacimiento de Yeshua, el dios tuvo que huir de sus antiguos dominios y refugiarse en algún lugar de la amplísima Siberia, donde entrenó su fuerza y resistencia, sus sentidos se agudizaron, su mente se fortaleció, y consiguió seguir entrenando con algunos dioses locales, tales como Ak Ana, diosa líder del Panteón siberiano, Nga, dios de la muerte siberiano, o dios del sol y la justicia. A todos éstos derrotó no con cierta dificultad.

Pasaron los siglos y ahora Marte ha vuelto para cobrarse la venganza contra los abrahámicos, los cuales mataron a su padre y a su hermana. Desenvainó su gladius y apuntó hacia los Aliados, con voz ronca y agresiva preguntó a éstos.

–Lo repito otra vez... ¿quién se atreverá a enfrentarse a mí? –amenazó Marte a los Aliados.

Todos tragaron saliva. Estaban nerviosos, no lo iban a negar, pero es que enfrentarse a Marte era sinónimo de morir, o en el mejor de los casos, quedar tan gravemente herido que desearías estar muerto. Todos estaban temblando ligeramente cuando Ares y Minerva alzaron la voz.

–Nosotros le haremos frente. –dijeron ambos casi al unísono agarrando con firmeza las lanzas.

–Hijos... –susurró Zeus con cierta tristeza. Era la primera vez que se preocupaba por sus hijos. Hera miró el suelo y alguna que otra lágrima se deslizaba por sus ojos.

–No os preocupéis, Πατέρας, μητέρα...  somos dioses de la guerra, aunque cada uno tengamos una visión distinta, es lo mismo. Estaremos bien. –se despidió Atenea echando a andar hacia donde lucharían con el dios etrusco.

–¡Espera! Atenea-sama, Ares-sama, tengo algo para ustedes. –habló Issei inesperadamente. Se acercó a los combatientes y les tocó la pechera de las armaduras diciendo algo que chocó a todos los abrahámicos, el primero Miguel Arcángel. –Elohim os dé fuerzas. –susurró en voz baja, dejando boquiabiertos a los griegos.

[Boost, Boost, Boost, Boost, Boost, Boost, Boost, Boost, Boost, Boost!] –aumentó Draig el poder de su portador para a continuación, dárselo por partes iguales a los griegos. –[Transfer!] –rugió Draig transmitiendo 5 Boosts para Atenea y otros cinco para Ares.

–Muchas gracias, Kατακόκκινος Δράκος... –agradeció Ares dándole unas palmadas en el hombro a Issei.

–No es nada, sentía que debía hacerlo. –confesó Issei al dios griego en armadura.

P.O.V. Ares.

¿Cuántas veces me habré enfrentado a otros dioses? Ahura Mazda, Ra, Netón, incluso al temible Kartikeia, dios de la guerra hindú, aunque éste me derrotó miserablemente y tuve que regresar al Olimpo a lamerme las heridas. Sin duda, me consideraba fuerte, no cualquier dios se enfrenta a tantos iguales y vence de manera relativamente sencilla. Ingenuo de mí, hubo un dios que me venció, no solamente una, sino varias veces. Ese era Marte, el dios etrusco de la guerra y del hierro. Al final me derrotó en el año 146 antes de que el hijo de Elohim naciera, y ya no volví a desafiarle.

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora