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La gran batalla por la paz del mundo sobrenatural había comenzado: griegos, romanos, hebreos y bizantinos, todos con sus armas en las manos y con la moral bien alta, alzaban sus cabezas con honor y orgullo. Golpeaban sus escudos con el suelo o con sus armas. Gritaban y jaleaban para subir los ánimos de sus camaradas de armas. Todos hacían lo mismo, lo que provocaba que sus gritos se pudiesen escuchar desde el Olimpo. Mismos gritos que podían escuchar Marte y sus legiones.

-¿Oís eso? ¡Es el furor de nuestras tropas! -exclamó asombrado Zeus señalando con su dedo a los guerreros griegos paganos.

-Sí Zeus. También puedo escuchar a las nuestras. Qué Padre esté con ellas... dijo el Arcángel Miguel santiguándose, al igual que el resto de Cadres y la Arcángel Gabriel y las ángeles caídas, incluido Issei.

Mientras tanto, en el campo de batalla, los generales griegos paganos, Alejandro Magno y Alcibíades, hablaban entre ambos para intentar trazar una estrategia en conjunto para poder derrotar a los invasores romanos. Alcibiades propuso que los hoplitas y los toxotes se colocaran en un bloque compacto (hoplitas delante protegiendo a los toxotes) y que éste se moviese como, valga el anacronismo, un tanque. Alejandro escuchó atento la estrategia de Alcibíades y le pareció interesante. Pero el general macedonio le sugerio que en los flancos estuviesen sus caballeros hippeus escoltados por los peltastas. Alcibíades comprendió lo que Alejandro quería hacer: rodear a las legiones y que los abrahámicos cerrasen el círculo.

-¿Y qué haremos con los micénicos y minoicos? -preguntó Alcibíades a Alejandro Magno, quien, sin dudar ni siquiera un segundo, le respondió.

-Infantería de choque. Que ataquen de frente y luchen hasta la muerte. -declaro el macedonio colocándose el casco y montándose en su fiel montura, Bucéfalo.

-Así se hará, que los dioses nos acompañen en la batalla. -declaró solemne Alcibíades colocándose su casco de hoplita, agarrando con firmeza su lanza y comandando a sus tropas.

En ese momento, Alejandro Magno se dirigió a donde estaba su fiel caballería de compañeros, los Hippeus, para poder comandar una vez más a sus fieles guerreros hasta la victoria final. Galopaba junto a sus compañeros cuando levantó su xiphos* en señal de cargar, pues delante de ellos, a unos cientos de metros, estaba la caballería romana enemiga, también cargando contra ellos.

*El Xiphos (en griego Ξίφος [Xífos]) era era la espada de una mano utilizada por los griegos antiguos. Era un arma secundaria de los ejércitos griegos, después de la lanza o jabalina, en el campo de batalla. La hoja clásica medía generalmente cerca de 50-60 cm de largo.*

Ambas caballerías se enfrascaron en un combate brutal: los Hippeus griegos usaban sus xiphos y lanzas cortas contra los gladius romanos. En el aire se escuchaban los gritos de agonía e ira de los combatientes. Poco a poco los griegos iban tomando terreno a la caballería romana, muriendo soldados de ambos bandos. Tras casi 20 minutos de lucha encarnizada, los Hippeus griegos consiguieron hacer huir a la poca caballería romana que quedaba.

-¡Lo conseguimos! -exclamó uno de los caballeros Hippeus, pero no pudo celebrar mucho, pues un Pilum romano le atravesó la garganta.

-¡Cuidado! ¡Nos atacan con proyectiles! -llamó la atención Alejandro Magno, el cual arreó a Bucéfalo, su fiel corcel. -¡Retirémonos de aquí si queremos vivir!

A la orden del macedonio, sus compañeros Hippeus cabalgaron de vuelta a la protección que abarcaba los hoplitas y toxotes clásicos. Alcibíades, al ver al general macedonio, tuvo claro lo que había que hacer. Ordenó a sus tropas avanzar hacia la columna de legiones romanas, las cuales habían empezado a lanzar sus proyectiles de artillería al Olimpo. Todo bajo la atenta mirada del dios etrusco Maris, Marte.

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora