4.

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Todo estaba oscuro. Una inmensa e intangible oscuridad que abarcaba hasta el infinito. En medio de esta vasta y eterna oscuridad estaba Issei Hyōdō sólo. Él estaba acongojado, con miedo, nunca había presenciado una oscuridad tan densa e infinita. Él empezó a deambular por el lugar, con paso lento, pero seguro de cada paso que daba. ¿Era un sueño? No. No podía ser un sueño porque en los sueños no puedes percibir de forma consciente el ambiente, pero Issei podía tocarse, sentir los pies tocando un suelo invisible, podía sentir calor. Un inmenso calor que, en vez de agobiar, relajaba.

Fue entonces que, enfrente de Issei se prendió un gran fuego. Un fuego que, como si la oscuridad fuese pólvora, se extendió por todo el infinito espacio mental del joven castaño. Issei se asustó por el fuego que rápidamente lo rodeó. Se sentía con calor, pero no era un calor abrasador, no, era un calor agradable, el calor que sientes ante una chimenea en un frío día de invierno.
Entonces, de repente, entre las llamas, apareció un gran dragón rojo. El dragón era enorme: fácilmente superaba el tamaño de una Ballena Azul de largo y tan alto como un edificio de 14 plantas. El dragón era rojo, tenía las escamas, en apariencia, duras como el acero. Cuatro patas con afiladas garras amarillas doradas. En su cabeza había dos cuernos, también amarillos y tenía unos penetrantes ojos verdes, verdes como las esmeraldas. Entonces, el dragón fijó su mirada en el joven castaño, el cual estaba sorprendido y tenía una mirada ilusionada ante la vista del imponente dragón rojo, y habló el reptil con voz gruesa:

-Ai chi yw fy nghludwr? -rugió el dragón a Issei. (¿Eres tú mi Portador?)

-Sí Draig-sama. Soy tu portador. ¡Esperemos que nos llevemos bien! -habló alegremente Issei al dragón rojo de Gales.

-Os oes gennych y dewrder i ddweud wrthyf amdanoch chi, fachgen! -rugió riéndose de Issei. -Gyda llaw, deffro, mae gennych chi angel wedi cwympo ar eich gwely. Welwn ni chi nes ymlaen, Issei Hyōdō. -volvió a rugir Draig antes de que Issei se despertara de su sueño. (¡Si tienes el coraje de hablarme de tu a tú, muchacho! Por cierto, despierta, tienes una ángel caída desnuda en tu cama. Hasta luego, Issei Hyōdō.)

-¡Espérate Draig! ¿Tengo a una ángel caída en mi cama? ¡Oh Dios no! -gritó Issei justo antes de despertarse en su cama en Grigory.

Cuando despertó en la cama de Grigory empezó a recordar todo lo que había pasado desde la reunión con los Cadres: Raynare y su equipo se fueron del parlamento junto con Issei. Kalawarner y Mitelt se fueron a su apartamento en Grigory capital, Donasheek se fue a su casa con su esposa, mientras que Raynare e Issei se fueron a la casa de la ángel caída.
Cuando llegaron a la casa, Issei y Raynare se pusieron cómodos, decidieron ver un poco la televisión, cenaron y a partir de ese momento todo se volvía borroso para el joven Sekiryūtei.

Tras intentar recordar que había pasado después de cenar con Raynare, notó un peso extra sobre su cuerpo. Issei, curioso, destapó la sábana de color morada y entonces vió algo que hizo que se sonrojase intensamente: Raynare estaba desnuda, sin nada de ropa, ni siquiera la ropa interior. Ella estaba apoyada sobre el torso, también desnudo, del castaño.

-¿Qué demonios pasó anoche? ¿Acaso perdí la virginidad y ni me acuerdo? -empezó a preocuparse Issei.

-¿Ya es de día Issei-kun? ¿Te lo pasaste bien anoche? -preguntó desperezandose Raynare mientras se frotaba sus bellos ojos amatista mientras se sentaba al lado de Issei dejando su torso al descubierto.

Issei se quedó embobado mirando la despampanante belleza sobrenatural de Raynare. ¡Cómo se notaba que era una ángel caída!

-¿Te gusta lo que ves? ¿Quieres tocar? -preguntó Raynare a Issei mientras se agarraba los pechos y se los pegaba al pecho del castaño. -¿No quieres? ¡Qué raro! Con lo juguetón que estabas anoche... -susurró la pelinegra con tristeza fingida.

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora