T.4.4.

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El estadio olímpico de Grigory estaba a rebosar, lleno hasta la bandera, se podría incluso decir que no cabía ni un alfiler: miles y miles de ángeles caídos y puros llenaban las gradas del estadio, mismo estadio dónde pudieron ver, hace ya casi dos años, al Sekiryūtei del siglo XXI, Issei Hyōdō combatir casi de igual a igual con el Comandante Supremo Kokabiel. También vinieron a Grigory gente de los demás panteones aliados: griegos, egipcios y fenicios de Fenicia y de África. Todos animaban a los que combatirían este fin de semana, que se repartirían en 2 combates hoy por la noche, dos mañana por la mañana y el último, el que para muchos era el plato fuerte de la velada, Issei Hyōdō contra el descendiente de Natsu Dragneel, mañana por la noche.

En el palco de autoridades, en la grada más alta del estadio, estaban presentes los Cadres, los Arcángeles, Zeus, Ra y Melqart, impacientes por contemplar los combates de los que hoy serían testigos. Aun recuerdan cómo esta mañana se repartieron mediante sorteo los combatientes, al azar por supuesto, para las peleas de estos dos días. Tomaron una mano inocente, en este caso Melqart, pues no tenía representantes en la Arena, para que fuera tomando dos papeletas con un nombre al azar de una urna opaca de madera. Todo esto, claro está, con los combatientes presentes. 

Flashback.

En el despacho de Azazel, todos los que se quisieron adherir al Torneo ya estaban allí reunidos por orden del Gobernador General de Grigory. Issei, Raynare y Asia vinieron en el sidecar, Akeno llegó acompañada de su padre Baraquiel, Abhainn se presentó junto con Kokabiel, mientras que Sayf y Andrestea comparecieron esa misma mañana a través de círculos mágicos de teletransporte de sus respectivos panteones. También acudieron los tres exorcistas humanos reencarnados: la anglicana Irina, la católica Xenovia y el ortodoxo Igor. 

―Veo que ya estáis todos aquí. ―resaltó Azazel sentado en su escritorio viendo a los combatientes con sus acompañantes. 

―Así es Azazel-ach, estamos todos. ―aclaró Kokabiel acompañando a su hijo Abhainn. 

―Ahora... ¿Cómo será el Torneo? ―preguntó Issei sobándose la barbilla pensando. 

Y en ese momento se dio inicio a un acalorado debate de cómo debía ser el Torneo de Entrenamiento. Unos querían que fuera por parejas, pues había combatientes que por naturaleza quedaban bien en dúos: Abhainn-Akeno y Sayf-Andrestea; otros que fuera una escaramuza todos contra todos, para mayor espectáculo... Al final se decidió en un conceso que fueran combates uno contra uno, elegidos los combatientes al azar. Para ello, Azazel tomó un folio, escribió los nombres de los participantes en él, y los recortó, quedando en total diez papeletas. Metieron las papeletas en una pequeña urna de madera que Azazel tenía en su despacho para que luego una mano inocente las fuera sacando una a una. El problema es que nadie se fiaba de nadie, ni siquiera de Namtaga. 

Así que se decidió llamar a un dios de la Alianza que fuera neutral, o por lo menos que no tuviera intereses en ningún combatiente de esta tarde y mañana. Todos decidieron que la mejor opción para el caso era Melqart. El dios fenicio residente en Gadir apenas salía de su palacio de Sancti Petri, y si salía era para ir a Cartago a repasar las cuentas de los mercaderes que estaban bajo su mando. Visto lo visto, era el más neutral para estas cosas. El encargado de llamarle fue el propio Yeshúa, su primo y, de un momento a otro, el dios fenicio se personó en el despacho de Azazel a través de un circulo mágico púrpura con el símbolo de Tannit dorado en medio. Salió de este vistiendo sus lujosas ropas purpuras y joyas de oro, llamando la atención de Issei, Asia y Akeno por su aspecto. 

―¿Para qué me llamaron? ―preguntó Melqart a los presentes. Vio la urna de madera y rápidamente dedujo, 

―Necesitamos una mano inocente. ―dijo Azazel a su primo Melqart. Este se acercó a la urna y, metiendo la mano en ella, sacó un papel y leyó. 

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora