T.4.12.

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Cuando Kokabiel se bajó del avión que le había llevado desde Tel Aviv a Reikiavik no se le había ocurrido imaginar la temperatura a la que estaría el país nórdico. Una temperatura que ni él, ni Baraquiel ni Tamiel ni su hijo Abhainn habían experimentado, si no en absoluto, al menos muy pocas veces. Fue sacar la cabeza de la aeronave y sentir un bofetón de aire gélido que le provocó tiritones en todo su cuerpo, y no fue para nada una sobrerreacción: ¡Cero grados bajo cero en el aeropuerto de la capital islandesa! A eso súmale que eran cerca las doce y media de la madrugada cuando el avión aterrizó.

―¡Joder! ¡Qué frío hace! ―exclamó quejumbroso Tamiel mientras bajaba del avión cargando su maleta color negro mate.

―No te quejes Tamiel-ach, que tu has estado 150 años ausente... ―musitó Baraquiel haciendo lo mismo que su hermano Tamiel, cargando una maleta de color marrón sepia.

―Bueno, ya tendremos tiempo de quejarnos... ―intentó sosegar el ambiente el hijo de Kokabiel, Abhainn, cargando su maleta de color rojo escarlata.

Cuando por fin bajaron del avión, se dirigieron pausadamente al edificio principal del aeropuerto de la capital islandesa, buscando dos cosas principalmente: un lugar que esté a una temperatura más agradable y un sitio donde poder sentarse a planear qué harían en Islandia. Porque sí, Azazel sólo planeó su viaje a Londres con Namtaga y el Sekiryūtei, no el de sus hermanos en Islandia, siendo éste el viaje diplomático más importante de las negociaciones a dos bandas entre los celtas y los nórdicos. ¡Ni siquiera había reservado un hotel o un apartamento para sus hermanos Cadres! Así de vago e interesado podría llegar a ser Azazel si se lo proponía.

Kokabiel, su hijo y sus hermanos Baraquiel y Tamiel se dirigieron entonces al edificio principal del aeropuerto, donde pudieron sentarse en la terraza de un bar al que los viajeros solían ir para desayunar o almorzar si habían llegado a una hora muy comprometida, como a la que los desdichados Cadres habían llegado. Se sentaron en una mesa vacía y, con un mapa que en la entrada al aeropuerto habían tomado, Kokabiel intentó trazar un plan más o menos improvisado.

Con el mapa sobre la mesa, Kokabiel señaló a dónde tenían que ir, o eso creían, si querían acceder al Mundo Sobrenatural en Islandia, y con ello a Asgard: el glaciar Vatnajökull o el volcán Hekla

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Con el mapa sobre la mesa, Kokabiel señaló a dónde tenían que ir, o eso creían, si querían acceder al Mundo Sobrenatural en Islandia, y con ello a Asgard: el glaciar Vatnajökull o el volcán Hekla. Sea cual fuera debían acertar a la primera, pues distaban casi ciento cincuenta kilómetros uno uno del otro. Trazando el plan se dieron cuenta de un pequeño detalle: no tenían dónde dormir. No querían parecer pordioseros durmiendo en el aeropuerto y ya era demasiado tarde como para preguntar a alguna azafata o piloto, así que Abhainn fue hacia la barra y preguntó a la camarera si sabía de algún lugar para poder dormir la noche y descansar, a lo que la camarera, servicial como acostumbra el oficio que profesaba, le respondió.

―¿A estas horas? Aquí en Reikiavik no habrá nada abierto, pero si os dirigís en el último taxi que saldrá en unos quince minutos os podrá llevar a una casa rural a unos 40 minutos de aquí. ―respondió la camarera al hijo de Kokabiel, el cual se lo agradeció y volvió a dirigirse a donde estaba su padre con sus tíos.

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora