T.3.7.

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Seguramente si tuviésemos que describrir la vida de Halima de forma breve y sencilla, ésta sería trágica y triste. Halima nació en una pequeña y miserable aldea fronteriza de Grigory, Kfartznu'ael (Aldea humilde de Dios) en el año 1714. Su padre, de nombre Ismael, era un Ángel puro que había caído de la Gracia Divina hacía poco tiempo; por el contrario, su madre, que se llamaba Fátima, era una ángel caída cuyo padre había sido un ángel puro.

La joven Halima creció en este miserable pueblo fronterizo donde los cultivos apenas crecían, el ganado se moría de hambre la mayor parte del tiempo y las incursiones demoníacas eran frecuentes. De niña apenas tuvo tiempo para ir a la escuela, pues tenía que ayudar a su padre en los campos y a su madre en casa en la cocina o limpiando el casa. Cuando creció y cumplió los cien años, su madre tuvo que huir del pueblo porque su padre tuvo que alistarse al ejército, y el dinero que su padre ganaba apenas les servía para comprar productos básicos en el mercado local.

Así que con 100 años recién cumplidos, Halima emigró con su madre a Grigory-capital. Allí su madre trabajó como cocinera en un restaurante y con el poco dinero que ganaba podía pagarle una educación más o menos digna a la joven pelinegra de ojos rojos. En el colegio conoció a las que serían sus amigas de la infancia: Raynare y Kalawarner. También conoció al que sería su primer novio, Marco, un ángel caído mayor que ella. Lo que ella no sabía en ese momento era que Marco no era un ángel caído ejemplar.

Aún así, Halima se le declaró un día al salir de clases, pero Marco la rechazó, alegando que él estaba enamorado de Raynare. Eso puso triste a Halima, la cual llegó a casa llorando diciéndole a su madre que su interés amoroso le había rechazado. Su madre, secamente y con una cuchara de palo le recriminó que los intereses amorosos eran fútiles cuando no hay dinero para comer o para pagar los gastos. Halima se entristeció pero comprendió a su madre.

Pasaron los años y cuando cumplió los ciento cincuenta años ocurrió lo impensable: Marcos se le declaró, diciéndole que Raynare le había rechazado. Halima saltó de alegría y le besó en los labios amorosamente. Empezaron así una relación que duraría cincuenta años. Ninguno se atrevía a cruzar la línea importante, pero cuando al fin lo hicieron no pudieron haber elegido mejor momento: en el cumpleaños número ciento cincuenta de Raynare. Raynare los pilló infraganti en su propia cama, y ambos ángeles caídos tuvieron que explicar lo que había pasado, pero Raynare no atendía a razones.

A partir de ese día, la vida de Halima no hizo sino empeorar. A los pocos días Halima recibió la noticia de que su madre Fátima tuvo que volver a la aldea porque su padre había muerto en batalla y tenía que recibir un sueldo de viudedad por la muerte de Ismael. Halima entonces se metió a trabajar como secretaria del Cadre Baraquiel, para poder ayudar a su madre en el pueblo, porque el sueldo de viuda apenas le llegaba. Halima necesitaba ganar dinero como fuera, y fue entonces cuando escuchó que un ángel caído de su barrio se hizo rico con las apuestas y el juego.

Halima no tenía nada que perder y todo por ganar, así que acompaño a este ángel caído a donde había ganado tanto dinero. Éste le llevó a un sitio que ella no se imaginaba: un burdel a más de quinientos kilómetros de Grigory, en el Ducado Gremory: el Eš Edam regentado por Girim, Ul-Egal.

Este lugar era extraño para Halima. Club de striptease, burdel, taberna y casino. Todo junto en un edificio de tres plantas. Halima no sabía exactamente qué hacer, por lo que siguió al ángel caído, de nombre Lehitmazel. Éste le llevó al casino de la planta baja del edificio. Le enseñó a jugar y a fijarse en cómo jugaban los demonios y ángeles caídos que despilfarraban su dinero ahí.

Con los años, Halima comenzó a desarrollar una adicción a las apuestas. Gastaba el dinero que su madre le daba, parte de la pensión de viudedad que recibía. También gastaba el dinero que recibía como secretaria de Baraquiel. Comenzó a ganar muchas partidas y apuestas, llamando la atención de los demonios y ángeles caídos que jugaban con ella. Tanto dinero que ganaba Halima, siempre daba un pequeño porcentaje a su madre, para ayudarla. Su madre le preguntaba de dónde venía todo eso, pero Halima siempre respondía que daba igual de dónde, el caso es que era dinero.

El Dragón Carmesí De Grigory. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora