Capítulo 3
Antonnio.
La información que había pedido no era nada íntimo, simplemente quería saber un poco sobre ella, no tenía estudios más allá de la preparatoria, vivía sola, sin hijos. Trabajó años en una veterinaria. No había nada más que su dirección actual en un vecindario de clase media. Parecía no tener amigos, ni relaciones, nada. Ni siquiera familia.
Me gusta tejer para los niños del vecindario.
Su deuda del hospital rebasaba los doscientos cincuenta mil euros. Más de tres años de quimioterapia para su padre sin seguro de vida, pues se lo habían quitado por parte del sector de salud cuando su deuda rebasó los cien mil.
Malditos bastardos.
Era todo lo que había de ella. Una vida tranquila al parecer, si se eliminaba su deuda claro. Si pudiera encontrar otro trabajo. Pude ofrecerle ser secretaria de Smith, pero ese hijo de puta no me caía bien y no quería entregarle en bandeja de plata a ese manjar de mujer para que sus asquerosos ojos la miraran todo el tiempo. Pero tampoco podía despedir a Fabiola y tenerla para mí todos los días al contratarla a ella, tendría que dejar de atenderla y ella recurrió a mí por ayuda.
Mi televisión emitía el partido del sábado por la noche, al cual dejé de prestarle atención hace más de cuarenta minutos al ver una foto de ella en el expediente que había impreso el viernes por la noche. Parecía una mujer feliz, preciosos ojos cafés que eran par mí una hora a la semana. Esperaba que olvidara ese maldito problema con el pago de las terapias. Si no, tendría que inventar algo sobre ese tema.
El jueves parecía estar a años luz para volver a verla.
Su olor. Sus ojos, esos labios. Mierda, mierda, mierda.
Tenía que enfocarme en otra cosa o buscar un poco de diversión para dejar de hacer cosas poco profesionales, para dejar de pensar en mi paciente que la estaba pasando mal, mi paciente que no merecía estas pendejadas de un cabrón cachondo.
Tenía que dejar de pensar en sus manos, en su forma de ladear la cabeza al verme explicarle algo, dejar de pensar en ella restregándose en mi pene hasta sentir su humedad caer en mi regazo. Dejar de fantasear con besarla hasta que sus labios se hincharan y se tornaran de un color melocotón para después volver a perderme en ellos.
Cerré la carpeta cuando sentí que mí erección rozó la tela de mí pijama, puse los papeles en mi mesa color ónix. Esto tenía que parar, tendría que enviarla a manos de Smith, transferirla para que el siguiera el tratamiento. Esto no estaba bien. No me gustaba la idea de Smith mirándola.
Dejé caer mi cuerpo en el sillón y cerré los ojos, traté de poner mi atención en otra cosa, revisé las fotos que Victoria me envió de Francesco jugando a la pelota con su nuevo esposo.
Hasta el jueves, doctor.
Puta madre, estaba más que jodido.
No tenía escapatoria del eco de su voz, de la curvatura de las caderas que se acentuaron con ese vestido ocre, de su cuello con piel inmaculada cuando ponía su cabello a un costado, no tuve escapatoria al recordar como sonaba mi nombre en sus labios.
Metí la mano por debajo de mis pantalones y toque mi erección, casi tan dura como un metal, el líquido preseminal apenas y humedeció mis dedos mientras subía y bajaba sintiendo cada movimiento, imaginándola, ansioso por saber cómo se sentiría entrar en ella, ansioso por morder y lamer su cuerpo caliente, imaginándola masturbándome, para que después me montara e hiciera lo que quisiera conmigo estando yo debajo de ella.
Hambriento por devorar cada parte de ella, hambriento por saborear su humedad, por pasar mi lengua entre sus pliegues para después llegar a su clítoris y sentirlo hinchado contra mi lengua para hacerla explotar mientras sus manos se aferran a mi cabello jalándolo fuerte, imaginando como sería lamer su espalda para después robarle tantos orgasmos como pudiera, para llenarme de ella. El corazón me latía desbocado cuando la imaginé encima de mí, dando brincos mientras mis manos acunaban sus pechos. El pecho agitado me indicó que estaba próximo a estallar cuando la imaginé hincada con ojos llorosos, cuando la imaginé tomándome con su garganta y con sus manos. El sudor me corría por la frente como el rocío de las hojas cuando llueve por la noche. Mi cuerpo se tensó y mi orgasmo se fue envuelto en su nombre que salió por mi boca seca.
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Los Pagano [EDITANDO]
רומנטיקהBusqué ayuda en él. Pero encontré algo más. Los encontré a ellos. O ellos a mí. Un golpe de suerte de algo que estaba prohibido, pero que me hacía querer más y más. Su pasado no me hizo alejarme aun sabiéndome en peligro. Su pasado me hizo encont...