Todos tuyos.

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Capítulo 23:

Antonnio.

La silla estaba girada hacia el ventanal, yo estaba sentado en ella y Ciara brincaba en mi polla con sus manos recargadas en el vidrio. Mis manos apretaban su cintura, subía y bajaba con brusquedad. Me encantaba el sonido de sus gemidos al compás del choque de nuestras pieles.

—De pie —demandé.

—Si, señor —respondió agitada y pícara, se levantó dejándome ver ese trasero rojo que ya llevaba algunos minutos siendo golpeado. Agregué uno más.

La acorralé entre el vidrio frío y mi cuerpo. Con mi pecho en su espalda.

—Abre las piernas —dije para después lamer su oreja y morder un poco —. Voy a cogerte como te gusta. Y más te vale que no hagas ruido o te meterás en problemas. Hay gente trabajando, signorina.

Empujó su cadera buscando la dureza de mi erección. A través del ligero reflejo que se marcaba en la ventana, su mirada se unió a la mía. Metió su mano a la boca y después humedeció su entrada para darme la bienvenida de nuevo.

—Buena chica, tan lista siempre para mí —apreté su cuello con una mano y comencé a embestir. Sin dejar de verla.

—Tócame —jadeó y con una mano buscó la mía, abrió más su pierna derecha —, y no dejes de ahorcarme.

Una risa torcida se formó en un rostro.

—¿Por favor? —dije cerca de su oído, torturándola un poco.

—Si lo que buscas son buenos modales —se restregó más contra mí haciéndome gemir—, aquí no vas a encontrarlos.

Sonreí y cumplí su deseo. Entre caricias resbaladizas, espasmos de su cuerpo y el mío, su olor y su sudor. La giré para sentarla en el escritorio y besarla mientras entraba y salía de ella. Rápido y duro como le gustaba.

Unos cuantos segundos después se apretó contra mi pene y gimió un tanto alto. Tapé su boca y aumenté la velocidad mientras nos mirábamos con las frentes unidas. Sonrió y lamió la palma de mi mano. Enarqué una ceja y metí dos dedos a su boca. No pasó tanto tiempo para que terminara, tuve que callarla con un beso.

Dejó caer su cabeza en mi hombro, pero no deje de embestir.

—Antonnio...—mordió mi hombro.

—Regálame uno más, mia principessa —rodeó mi cintura con sus piernas y se dejó caer sobre el escritorio con papeles ya desordenados.

—Como ordene —habló y comenzó a moverse.

—Sucia.

Acariciaba su clítoris con el pulgar mientras la embestía. Mordió su dedo para no hacer ruido, me gustaba ver sus pechos bailar al ritmo de mis movimientos, me gustaba ver su cuerpo siendo reclamado por mí. Me gustaba ver ese vientre, me gustaba tocarlo, adorarlo, esos espasmos llegaron minutos después para que se volviera a apretar contra mí. Antes de venirme, se puso de rodillas y me hizo sentarme para chupármela al quitar el preservativo, hasta que terminé en mi lugar favorito. Sus tetas.

Sonrió cuando se levantó y me besó. Dejándome saborear su lengua y sus labios.

—Traeré papel.

—¿No quieres una foto? —dijo pícara, se puso de pie y subió al escritorio. Se puso de rodillas y acomodó su cabello —, con un fondo para el hombre de negocios.

Un calor recorrió toda mi espina dorsal cuando la vi.

Esa sonrisa, esas mejillas un poco sonrojadas por lo que estaba haciendo. Era tan nuevo para ella como para mí, pero me gustaba que fuera atrevida, que fuera quien tomara el control de vez en cuando. Me hacia sentir deseado, y eso. Era un puto golpe para elevarme el ego.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora