Capítulo 32:
Ciara.
—Carlo sigue sin aparecer —habló Antonnio por teléfono mientras estábamos en el estudio de la mansión. Irascible y desasosegado.
Habían pasado casi dos semanas desde la última vez que lo vimos, desde que salió de ahí después de haberme revelado su verdadero yo, no me miró, su despedida fue mi humillación. Me hizo sentir usada y un tanto tonta por pensar que podía llegar a ser una buena persona. Que podíamos llegar a llevarnos bien, pero no. Solo fue sexo y logró conseguirlo para después volver a ser esa piedra sin sentimientos.
Los hombres que pertenecían a la mafia solían ser así, insinceros y unos hijos de puta. No estaba enamorada de él. Claro que no, pero me dolieron sus palabras tan filosas como una navaja, dejaron jirones dolorosos en mi cerebro todos estos días, confié en él para que me tocara, confié en ambos para que reclamaran mi cuerpo, y ahora, me sentía un tanto sucia no de la manera en la que me gustó sentirme aquella noche.
Mentiras hermosas las que había dicho ese ángel caído de cabello un tanto largo, mentiras dulces y embriagantes, incluso más ricas que el vino. Por dos días me sentí tan segura de mi cuerpo gracias a lo que dijo y lo que hizo, después, todo se redujo a vergüenza al haberme entregado a él.
Pasa que quiero que me dejes tranquilo.
—¡Soluciónalo, carajo! —gritó Antonnio sacándome de mis pensamientos —, lo quiero de vuelta, no podemos estar incomunicados con Oksana viva y un puto agente muerto, ya están investigando su muerte, si no lo encuentras, Lucio, te juro que me encargaré de cortar tu cabeza, ¿entendido? —colgó el teléfono y aventó los papeles del escritorio tirándolos al piso.
Solté el respaldo de la silla y retrocedí unos pasos. No me miró, todo era un puto caos desde que él se fue. No habíamos follado, no reíamos a menos que los niños estuvieran cerca, en la oficina todo estaba en silencio.
—Iré a la oficina —dije casi en un hilo de voz—, hay negocios pendientes y tengo junta con Sara en unas horas, parece que tendré que viajar a Manchester si ese problema con la agencia automotriz no se arregla a tiempo —caminé a la puerta.
Había veces en las que esos ataques de enojo me daban miedo, todavía no sabía si recaerían en mí, todavía no conocía tan bien a ese hombre hermoso pero siniestro que dijo me quería.
¿Era verdad o también mintió para hacerme sentir especial durante esa noche al haberles regresado ese dinero que perdieron?
—Ven aquí —demandó cuando rodeó mi cintura con su brazo, pegándome a su pecho, con la otra mano alejó mi mano de la manija —, ¿Cuándo vas a dejar que te toque, amor? —sentí sus palabras en mi cuello.
—Yo —cerré los ojos cuando plantó besos en este —, por favor, yo...no me siento lista.
—¿Qué fue lo que te dijo? ¿Qué mierda fue lo que te hizo? —el fastidio en su voz me quemaba, apretó su agarre en mí piel, no quería más problemas, no quería que llegaran a enemistarse por algo que no tenía importancia.
—No fue nada —acaricié el dorso de su mano—. Dame tiempo, por favor Antonnio.
—Me fastidia saber que no estás bien y no poder hacer nada al respecto —su aliento rozaba mi piel y moría por estar cabalgándolo, por estar escuchando sus gemidos. Pero...
¿Lo estaba?
—Puedes no mentirme y con eso harás todo —alejé su mano de mi cuerpo con delicadeza y di un pequeño jalón a la manija.
Él no me detuvo cuando salí de ahí, caminé por el pasillo todavía con la sensación de su cuerpo fuerte detrás del mío, un portazo fue todo lo que escuché antes de bajar las escaleras.
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Los Pagano [EDITANDO]
RomanceBusqué ayuda en él. Pero encontré algo más. Los encontré a ellos. O ellos a mí. Un golpe de suerte de algo que estaba prohibido, pero que me hacía querer más y más. Su pasado no me hizo alejarme aun sabiéndome en peligro. Su pasado me hizo encont...