Diamante Negro.

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Capítulo 45.

Carlo.

—¡Tú sabías nuestro destino! —mi mano se apretaba cada vez más alrededor del cuello de Torre Marfil, mi arma estaba en su sien, ella peleaba para poder respirar y Antonnio peleaba por su vida —, ¡nadie más sabía hacia donde íbamos!

Había pasado una semana desde que le dispararon y tuvo una operación un tanto riesgosa, pues una de las balas perforó el estómago. Todos en el hospital estaban amenazados de muerte si algo le pasaba. Tuve que posponer la compra de esos reclusos, lo cual me costó quince millones más. Pero eso no importaba ahora. Ese dinero regresaría a mi en un minuto por las ventas de la droga.

Su cara comenzaba a teñirse de rojo, su cuerpo estaba acorralado en la pared de su oficina. Sus manos apretaban la tela de mi saco, pegaban, rasguñaban.

—¡Estás lastimándola! —Sara vociferó y trató de acercarse, pero mi arma apuntó hacia su dirección.

—Da un paso más y vas a lamentarlo —gruñí — ¡DIME PORQUE SUPIERON DONDE ESTABAMOS! —regresé el cañón a su frente — ¡HE INTERROGADO A TODOS MENOS A TI!

—Yo...—tosió —, Carlo yo jamás...

—¡HABLA! —apreté más —, Antonnio lucha por su vida y parece no importarte la vida de tu mejor amigo. Todo parece una casualidad cuando estás presente, cuando fue lo de mi secuestro, ella fue capturada y no hiciste nada, y ahora esto.

El cañón de un arma se posó sobre mi nuca.

—Suéltala —la voz de Sara fue amenazante y tajante.

Reí.

—¿Papi le dio un juguete a la niña rica?

—La niña rica se ganó ese dinero y pudo comprarse esta arma, no voy a volver a repetirlo. Suéltala, Carlo.

Los ojos suplicantes de Torre Marfil brillaban por las lágrimas, negó con dificultad y la solté, recargó sus manos en sus piernas para toser, bocanadas de aire eran la suplica de esos jadeos.

—A menos que vayas a dispararme —dije con burla —, quita ese puto cañón de mi cabeza.

—¿Solo reaccionas si te amenazan? —apretó más el arma contra mi cabello recién lavado y yo, en un movimiento rápido, la desarmé al girarme para encararla.

—Tu no eres una amenaza para mí —reí y ella palideció—, deja de decir estupideces, niñita rica —le entregué el arma con el cartucho fuera de su lugar.

Torre Marfil se acercó a mi y me dio una cachetada, después otra, fuertes, dejando mi piel ardiendo. Tenía los ojos fríos como un carámbano, apretó la mandíbula y se tocó el cuello.

—Si los quisiera muertos —volvió a toser —, ya lo estarían, joder. Doy cada puto segundo de mi miserable vida para cuidarlos ¿y esos piensas de mí? —se le quebró la voz y los ojos se le llenaron de lágrimas —, yo... ustedes son mi puta familia, ustedes me rescataron ¿piensas que voy a traicionarlos?

—¿Por qué supieron donde estábamos? —dije enardecido y ella rodeó el escritorio para volver a sentarse en su silla. Sara guardó su arma y se sentó en una de las mesas donde trabajaba junto a Torre Marfil. Dejé el arma en una mesa y me serví un trago.

—Yo que voy a saber, Carlo. ¿Sabes porque no estoy sentada lamentando lo que le paso a mi mejor amigo? ¿Sabes si quiera porque dejé a Ciara sola aquel día? O solo vienes a culpar a cualquiera por no saber canalizar tu ira. Estuve partiéndome el culo, como siempre, para darles esto —aventó dos carpetas sobre el esritorio—, son las coordenadas de las bodegas y negocios de Oksana para que ataquen cuando quieran, estoy partiéndome el culo para que Sara trabaje lo más rápido posible al darle acceso a todos los sitios de internet y bases de datos para sacarla de ahí, para cambiar el nombre de tus jodidos sobrinos y verificar que los negocios y la seguridad estén bien.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora