Capítulo 40:
Antonnio.
Habían sacado a Carlo de ahí, le había disparado en la cabeza al último hombre para asegurarme de que nadie volviera a levantrse, las bodegas que pertenecían al cabrón de Amart estaban casi en la ruina después de haber sido quemadas, por el mismo hombre que salió de aquí totalmente inconsciente.
Como todo buen edificio abandonado, había sido utilizado por algunos vándalos para pintarrajear las paredes y follar y drogarse. Recordando sus viejos tiempos donde todo era lujo y orgías, en las cuales sólo participé en una, caminé por el pasillo que daba hacia las escaleras para salir de ahí y poder largarme con mi mujer y los niños, ansiaba regresar a ella y hacerle el amor como lo prometí, despacio y sin prisa, saboreando cada parte de ella, reclamando cada milímetro de esa piel tostada para que esta llevara mi nombre, sabiéndose mía. Sabiéndose nuestra. La llevaría de fin de semana a la mansión en Genova para estar solos ella y yo.
Mis pasos dejaban eco mientras me acercaba a la salida, encendí un cigarrillo, segundos después agucé el oído cuando otros pies se unieron a los míos detrás de mi cuerpo. Lentamente saqué el arma de mi saco y pretendí no darme cuenta. Pasos y más pasos que creían ser cautelosos. Cuando mi instinto me lo ordenó, me giré sin trastabillar, esa figura femenina apuntaba un arma hacia mí, cabello como un rubí, disparé cinco veces sin dudarlo. Era ella.
Las cinco detonaciones retumbaron en las paredes viejas, escuché como varios hombres corrían bajando las escaleras.
Ella no disparó.
Cuando el cuerpo cayó, me acerqué a zancadas sin dejar de apuntar en su dirección. Sin dejar de mirar a las esquinas y lugares aledaños cualquier movimiento que significara alguna amenaza. Mi respiración fatigosa y el cigarro en la boca.
Todo en mi dolió cuando miré el cuerpo al que le había disparado, se retorcía, trataba de tomar bocanadas de aire, pero la sangre entre sus labios se lo impedía. Sus ojos, tal como los recordaba, verdes como el césped en el verano, mirándome con tristeza, entre lágrimas recorriendo su piel un tanto sucia y esa resignación al saber lo que iba a pasar. Me dejé caer a su lado y la sostuve entre mis brazos, ensuciando mi camisa con el plasma que emanaba de su abdomen y de su pecho.
Su abdomen, estaba plano. Su embarazo.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas. En completo shock y con ese adormecimiento en todos lados.
-Victoria -con mi mano acuné su mejilla -, quédate conmigo.
Los hombres llegaron corriendo hasta la escena que no quise aceptar era real.
-¡Pidan ayuda! -vociferé - ¡PIDAN PUTA AYUDA! -casi desgarré mi garganta, dejando ese eco perturbador. El sudor corría por mi frente. Sabía que era tarde para pedir ayuda. Sabía...
Su mano espasmódica se sostuvo de mi brazo, tosía y gemía.
-Yo...
-Shh, no intentes hablar -no dejaba de mirarme, no dejaba de recorrer mi cara con sus orbes llenos de temor.
¿Qué hice?
-Yo nunca...-volvió a toser, salpicando un poco mi pecho -, Francesco, Oksana...ella...no pude matart...
-Perdóname -puse mi frente en la suya al interrumpirla, todo el cuerpo me ardía, no podía respirar -, Victoria perdóname -acaricié su mejilla, su cara, su cabello. La mujer que amé hace tanto tiempo. Muriendo entre los mismos brazos que la acunaron cuando dio a luz a nuestro hijo.
-Dile...-cerró los ojos.
-No me dejes -sollocé-, escúchame, vas a estar bien -mi voz se rompió en ese susurro ardiente y doloroso, golpecitos caían en su mejilla tratando de hacer que abriera sus ojos.
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Los Pagano [EDITANDO]
عاطفيةBusqué ayuda en él. Pero encontré algo más. Los encontré a ellos. O ellos a mí. Un golpe de suerte de algo que estaba prohibido, pero que me hacía querer más y más. Su pasado no me hizo alejarme aun sabiéndome en peligro. Su pasado me hizo encont...