Hermanito.

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Capítulo 57.

Antonnio.

—¡Antonnio! —escuchaba los sollozos desgarradores de Ciara —, ¡Por favor! ¡Alguien ayúdeme!

La sangre brotaba de su boca, mientras sus manos se teñían de ese rubí que nadie quería ver saliendo a chorros de la mujer que ama.

—¡Por favor! —clamaba Carlo arrodillado frente a ella —, por favor no cierres los ojos —acariciaba su rostro salpicado de rojo mientras su ropa se teñía al igual que su piel.

Mi hermano estaba destrozado.

No podía moverme.

No podía parpadear.

Una risa resonaba en mis oídos con un vaivén lleno de odio, mientras las esposas me apretaban las muñecas, mientras el amor de mi vida se desangraba frente a mis ojos y mientras yo no podía hacer nada. Nada más que mirar.

—No podías mantenerte alejado, Diamante de Sangre.

Ese acento fuerte y sensualmente aterrador estaba entibiándome la piel de la oreja por lo cerca que estaba.

—¡CIARA! —gritó Carlo con desespero cuando la mujer de hebras cafés dejó de moverse —, ¡CIARA, MI AMOR, NO! —su frente se pegó a la mejilla del cuerpo inerte— ¡DESPIERTA PUTA MADRE! —la agitaba como si eso fuera a devolverle el oxígeno a los pulmones.

Sus orbes que solían mirarme con ternura y amor al despertar y antes de dormir se enfriaron segundos después de que...

Los ojos ya sin vida se enfocaron en mí.

Un recordatorio de cómo terminaba todo para nosotros.

Muerte.

—No podías mantenerte alejado —de nuevo la voz hizo que mi piel se erizara por la rabia en la que quería explotar —, no podías dejar todo atrás.

Un disparo hizo que el cuerpo de Carlo cayera sobre el de la mujer que amé.

Él también había muerto.

Mi cuerpo ardía. Mi cara estaba llena de lágrimas, mi boca enmudecida por algo que no era palpable.

Mi alma estaba rota.

—¿Papi?

No.

—¿Papi, donde esta mami?

Cuando esas manos movieron mi cuerpo para girarme, Francesco me miraba inquieto. Me miraba con esos ojitos inocentes. Me miraba con esos orbes de un niño de cinco años.

—¿Tu mataste a mi mami, papi?

Negué con la cabeza y él empezó a llorar al igual que yo, el arma que pude vislumbrar a mi lado se accionó y...

—No pudiste mantenerte lejos —le había disparado, Oksana le había disparado haciéndolo caer frente a mí.

Cerré los ojos cuando me sentí desfallecer. Cuando mi cuerpo dejó de sentir por completo.

Ella me volvió a girar y nana estaba muerta.

Mis sobrinos.

Panqué.

Mi madre.

Mi padre.

Torre Marfil. Sara.

Todos.

No.

No.

No.

La risa de Oksana me carcomía la existencia.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora