Ciara.

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Capítulo 35.

Carlo.

Escuchaba gotas caer, pasos en un vaivén que se alejaban y regresaban, risas, personas hablando ruso. No estaba consciente del todo, mis párpados pesaban, la garganta me raspaba de lo seca que estaba, mi corazón seguía latiendo, ¿Por cuánto tiempo?

¿Qué sucede?.

Ciara...

Mi cabeza dio vueltas y dolía, el calor sofocaba. Nada, todo era nada. El cuerpo me dolía, todo dolía cuando quería levantar la cabeza, exangüe, dolido, muerto en vida, mi brazo no tenía la venda, ardía mí herida, quise moverme, me obligué a mantenerme despierto, forcejeé, necesitaba escapar, necesitaba llegar a ella, a mi hermano, a los niños.

Un golpe recayó en mi cabeza.

Todo se hizo negro de nuevo.

***

Gritos, ráfagas de recuerdos dolorosos.

Gritos. Desperté.

¿Cuánto tiempo había pasado?

Gritos.

Golpes.

—¡Ayúdenme!

Dolor y zozobra, comencé a recordar, el piloto del jet salió de la cabina para lanzar un gas que nos hizo desvanecernos. Lucio. Mis hombres.

Gritos, estaban torturando a alguien. Agucé mis oídos. Ecos dolorosos, dolor casi palpable de esa persona.

Esos gritos me obligaron a abrir los ojos por completo, resonaban fuertes y quería ayudarlo. Tenía que mantenerme alerta.

Ciara.

Tenía que volver a verla. Quería volver a verla. Necesitaba...

Lucio, era su voz rasgándose, era su voz gritando, pidiendo piedad.

—¿Qué demonios están haciendo? —vociferé enardecido, dejando el eco a través de esas paredes. Hacia mucho calor, me dolía el cuerpo.

Todo se detuvo cuando hablé. Alguien se aceró con pasos lentos pero constantes, unos tacones.

Quitaron la tela que cubría mi rostro.

Mis ojos ardieron por el impacto de la luz.

Era de día, los rayos del sol entraban por el tragaluz de esa habitación sucia con paredes pintadas con aerosol, Lucio colgaba de una cadena, tenía las manos atadas a esta y su cuerpo sudado parecía un saco de boxeo a la mitad de la habitación. Un hombre estaba quemándolo vivo con un soplete, tenía todo su torso lleno de ampollas y sangre.

—Por fin tengo el placer de conocerte —esa perra se inclinó para sostenerse de mis piernas —, eres más guapo de lo que pensé —acercó su boca y con su lengua rozó mis labios.

Se incorporó y me dio una cachetada, fuerte, dejando un ardor en mi cara.

—¿Qué mierda quieres? —dije. Supe quien era gracias a las fotos de Torre Marfil.

—Vengarme —tronó los dedos y el hombre lanzó esas llamas que estaban quemando al mejor de mis hombres. A ese guardaespaldas, a ese amigo de años.

—¡PARA YA! —grité y ella rio.

—Tu no paraste con el hombre al que amaba.

Dejé caer la cabeza hacía atrás y reí. Carcajadas que se reflejaban en dolor por todo mi abdomen.

—Lo recuerdo, gritaba como una puta niña, solo le cortamos dos dedos, no era para tanto.

Sus dedos apretaron mi barbilla.

—Mírame, maldito italiano —sus ojos ardían con un odio iracundo.

—Eso hago —escupí en su cara—, perra rusa.

Acción que me propició un golpe en la mejilla con su puño lleno de anillos.

—Creí que los rusos pegaban más fuerte.

—He pegado más fuerte, pero no golpes físicos. Te pegué de nuevo en donde más te duele, mierda italiana. Hubiera preferido que estuvieras despierto para que presenciaras como la hice sufrir, como gritó tu nombre hasta que el aire abandonó sus pulmones. Junto con tu hermanito Antonnio.

Se giró y comenzó a alejarse, burlándose de mí.

—¿QUÉ LES HICISTE? —grité y me moví con desespero sobre la silla.

—¡Señor! —gritó Lucio en respuesta. Su voz resquebrajada como su piel y su alma. Su mirada rota hacia mí. Apreté los dientes tan fuerte que pensé se romperían, él estaba sufriendo. No supe cuanto tiempo habían estado torturándolo. No sabía cuanto tiempo habíamos estado así.

—¡Una sola palabra y te vuelo los sesos! —advirtió la pelirroja malnacida cuando puso el cañón de la pistola en la barbilla de Lucio.

—¿QUÉ LES HICISTE? —volví a gritar, la cadena apretaba lo suficiente mis manos para dejarme sentir el palpitar de mí corazón, mis pies inamovibles. Un hombre grande me golpeó el estómago. Sacándome el aire. Más no a Ciara de mi cerebro ni su olor a rosas. 

Mi Ciara, la lastime y moriría sin volver a verla. Sin pedirle perdón, sin volver a besarla, sin volver a escuchar sus risas tiernas. 

No. 

Por favor Ciara no. No mi hermano. La desesperación me invadió.

¿Dónde estaban los niños?

—Sigue preguntando y te seguirán golpeando —revisó sus uñas con indiferencia a lo que nos sucedía.

—¡Respóndeme! —el dolor físico no era nada comparado con lo que sentía en el alma —, ¿QUE HICISTE CON ELLA, DONDE ESTA MI HERMANO?

Otro golpe me robó el aire de nuevo. El hombre llevaba un arma en su mano.

Nos iban a matar.

—¡Ellos están vivos! —gritó Lucio apresurado y ella apretó el gatillo.

—¡NO! —grité cuando su cuerpo inerte quedó colgado como si fuera un pedazo de carne y todo volvió a oscurecerse cuando ese mismo hombre golpeo mi cabeza con la empuñadura de su pistola.

Ciara.

🖤 Mis paganas. 🖤

Les quise regalar un capítulo más antes de abandonarlas toda la semana, cortito pero intenso.

Lxs amo. 

Las leo en los comentarios.

IG: gzzffe.1

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora