Capítulo 69.
Carlo.
La mano de esa mujer que fue contratada por Sara para ser mi acompañante se entrelazó con la mía cuando terminé de rodear el auto para entrar al salón donde estaba la mujer que yo quería tocar, mi mujer.
Mi futura esposa.
—Aquí Carlo —dije despacio cuando abrí la línea—, estamos entrando.
Habíamos llegado casi una hora tarde para poder disimular nuestra presencia entre todos los invitados. Antonnio dio aviso primero que yo y después que Ciara.
Ambos subimos las escaleras con elegancia e indiferencia como todos aquellos que nos rodeaban, aunque no me gustaba la idea de tenerla cerca, puse mi mano en el pecho para que ella pudiera subir cada escalón apoyándose en mí gracias a esos tacones de punta que llevaba. Era un hijo de puta, pero también era un caballero. Y ella estaba ayudándonos.
La gala era simple placer para que todos presumieran sus millones y a sus esposas para después subir a las habitaciones del salón y follar con la secretaria o con alguna mesera que pudiera meterse en los ojos de los magnates.
Yo solo quería follar con mi prometida y Antonnio, solo quería verla, besarla y hacerla sentir la mujer más amada que jamás haya tocado el planeta. Acariciarla y alejarme de esa mujer cuyo perfume no me gustaba. No era ella. Nunca nadie podría acercarse ni compararse con esa necia mujer. Nunca nadie podría marcarme como lo hizo ella.
—Bienvenidos —habló el hombre de seguridad—, nombres por favor.
Giré mi cabeza disimulando fascinación por el edificio tal como marcaba el plan, mi acompañante comenzó a hacer su trabajo.
—Familia Santino Riso —me acarició el dorso de la mano con su otra mano libre—, Valentina Santino de Riso, Micael Riso.
—Deberíamos remodelar así la fachada de la casa de verano —dije con naturalidad señalando el edificio—, me gusta el acabado. A tu madre le encantará.
—Pasen por favor —dijo el hombre y ambos caminamos siguiendo esa falsa plática.
Cuando entramos, todas las caras estaban cubiertas, algunos hablaban de negocios, de clubs familiares y clubs deportivos. Algunas mujeres elogiaban las joyas de otras. Otros bailaban, algunos otros inhalaban líneas blancas en una mesa al alcance de todos.
—¿En donde está Ciara? —dije cuando llegué a la mesa con Antonnio, jalé la silla para que mi esposa falsa se sentara y después me senté yo a lado de Antonnio.
Él no contestó, él solo mató con la mirada y siguió con esos ojos llenos de muerte a alguien en la pista de baile. Cuando seguí sus orbes, me ardió el cuerpo al ver a ese hijo de puta sosteniendo de la espalda baja a mi mujer. Espalda desnuda. Ambos se desplazaban por la pista como la mantequilla lo haría al estar en una superficie caliente.
Él sonreía mientras le decía cosas al oído. Ella lo sostenía del cuello con ambos brazos. Ese puto vestido. Ese cuerpo que era mío, que era nuestro, estaba siendo tocado por alguien más.
Apreté la mandíbula, apreté el puño y el calor arremolinándose en mi ser me dijo que era hora de ir hacia ella y arrebatarla de sus asquerosas manos.
—Jodidamente eso no va a pasar —hablé y me puse de pie.
—Siéntate —habló Antonnio con calma mortífera.
—Está tocando a mi mujer —dejé caer mi cuerpo con enojo en la silla al desabotonar mi saco de nuevo.
—Te regalaré el cuerpo de ese hijo de puta de cumpleaños para que lo destaces si quieres, pero mantén la calma solo por estas horas, no podemos llamar la atención.
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Los Pagano [EDITANDO]
RomanceBusqué ayuda en él. Pero encontré algo más. Los encontré a ellos. O ellos a mí. Un golpe de suerte de algo que estaba prohibido, pero que me hacía querer más y más. Su pasado no me hizo alejarme aun sabiéndome en peligro. Su pasado me hizo encont...