Jugar con fuego.

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Capítulo 14:
Ciara.

Es amiga de tus tíos.

Supuse que el imbécil de sonrisa insolente era hermano de Antonnio, habían salido solo el universo sabía a dónde y yo me sentía atrapada en esa mansión lujosa de paredes color hueso, en ausencia de ambas bestias armadas la señora que nos recibió junto a los niños me mostró parte de esta.

La biblioteca familiar tenía un ventanal dejando ver la fuente de la entrada por la parte de arriba, el estudio de Antonnio estaba al final del pasillo del primer piso, el de Carlo a lado de la biblioteca, ambos impolutos y llenos de papeles.

La terraza donde desayunamos estaba hermosamente decorada con macetas y sillones beige con sombrillas junto con lámparas altas, el salón de juegos y la sala de cine. Todo eso en la planta baja sin contar la sala de estar y la cocina.

Una alberca larga en el jardín tenía vista hacia la ciudad vestida de blanco por la tormenta invernal que se abría por debajo de nosotros.
Era un pedazo de cielo mezclado con un toque de infierno lujoso, perfecto para esos dos demonios vestidos con ropa cara y deliciosamente perfumados.

-¿Disculpe, en donde dormiré? - dije cuando la señora comenzó a prepararme la cena y té, moviéndose en la amplitud de la cocina de granito grisáceo hermosamente limpia.

Los mellizos se habían ido a la cama gracias a los regaños dulces de esa señora, habíamos jugado con Panqué la mayor parte del día después de sus clases, estuvimos en el jardín, no les importó quién era yo, ni el frío que hacía, ellos querían jugar. Y yo también, olvidarme un poco de esta jodida mierda.

Estaba sentada en la barra central mirando hacia la oscuridad que se abría por fuera de la mansión. Aburrida y con ropa limpia, no había subido a la habitación donde me quedaría, solo pedí un cambio de ropa para poder jugar con los niños.

-Sus pertenencias están en la habitación del señor Antonnio.

Mis ojos se arrastraron hasta ella.

-¿Cómo?

-Recibí instrucciones sobre su estadía en la habitación del señor Antonnio.

Por que eres mi puta obsesión.

El sentimiento de saberme como un premio para satisfacer su orgullo de macho y su capricho de niño pequeño por querer tenerme, me dio el coraje suficiente para asentir en acuerdo y sonreírle.

-Está bien, gracias - me regresó la sonrisa.

Siguió preparándome de cenar con música clásica de fondo, como si tuviera un restaurante de cinco estrellas para mí sola.

Tenía cólicos de los mil demonios, lo que ocasionó que mis piernas tuvieran punzadas de dolor y ese maldito retortijón que parecía arrancarme la mitad de la cordura.

Quería tomar un baño y dormir, le pediría que me cambiara a una habitación para mi sola cuando lo viera, esperando no acabar en una discusión o conmigo arrodillada tomándolo con mi boca.

Fue cierto lo que dije sobre no dejarlo tocarme, pero eso no impedía el atisbo de emoción placentera que tenía al saberme deseada por él.

Lo jodería hasta hartarlo, para regresar a mi hogar al aburrirlo y jamás volver a saber de él.
Pasta y vino llenaron mí estómago, té y galletas de chocolate saciaron el antojo de algo dulce.

De postre, sangre y gritos y pánico, cuando recordé el balazo que ese hombre plantó en la pierna de James. Casi me retorcí en la silla blanca cuando el impacto se clavó de nuevo en mis oídos.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora