Mi paciente.

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Capítulo 1.

Antonnio.

El sonido de la televisión inundó mis oídos durante varios minutos antes de entrar a la ducha. El beso frío del agua despejó mi mente y cuerpo para enfrentarme gustoso a otro día lleno de lágrimas, nerviosismos, depresiones y el anhelo por ayuda que mis pacientes pedían. Era un placer personal el poder ayudarles a recorrer ese sendero difícil y sinuoso para que pudieran desenvolverse en actividades diarias.

El café cayó en mi estomago cuando miré tranquilo el pronóstico del clima. La mujer que brindó la información me hizo recordar que llevaba tiempo sin tener sexo con alguien. No me gustaba acostarme con cualquier mujer que se atravesara frente a mí, aunque sólo fueran encuentros casuales, no las veía como objetos. La racha de dos meses me estaba matando, pero era partidario al decir que todo llega para quien sabe esperar. Anoche cuando cené con mi colega, estuve a punto de follarme a la mesera, pero Garret se ganó ese privilegio con sus elogios pendejos. Y como todo un caballero, acepté mi derrota regresando a casa.

El perfume impregnó las solapas de mi traje y la piel de mi cuello, acomodé mi corbata antes de salir de casa y dos horas más tarde, mi segunda terapia del día había terminado. Camila avanzó a pasos agigantados con su ansiedad social durante estos meses, logró ir al cine sola, sonrió cuando me dejó saber que pudo pedir las palomitas sin titubear. El primer día que llego, dijo no querer desperdiciar su vida estando llena de miedos irracionales. Era joven e inteligente, con un futuro prometedor. Me sentí orgulloso de ella.

—Su siguiente cita ha llegado, señor —dijo Fabiola cuando entró a mi consultorio con ese cantoneo de caderas notorio, eso significó una cosa.

Un nuevo paciente.

Dejó las cosas sobre el escritorio.

—¿Necesita algo más? —su voz dulce e insinuante no me sorprendió.

Tampoco lo hizo ese escote pronunciado cuando se inclinó de más en el escritorio. Su gusto hacia mí fue declarado después de dos meses de haber llegado. Pero como mujer no me atrajo nunca, apreciaba su trabajo al mantener la agenda en orden y mis citas al pie de la letra, pues el papeleo solía ser mi peor enemigo. Le gustó llamarme señor desde el día en que la agencia la envió para trabajar aquí. Desde entonces nunca dijo mi nombre, algo que me puso duro en algunas ocasiones, pero no lo suficiente para follármela. Garret, mi colega, era quien estaba detrás de ella, así que ese terreno no era ni sería mío.

—Todo está en orden, puedes retirarte —respondí al mismo tiempo que miré las fotos de mi celular.

Los mensajes de Victoria consistían en dejarme saber cómo estaba, fotografías del parque y ferias de ciencia ganadas. Verlo crecer no estando presente era algo que jamás iba a perdonarme.

Pero su seguridad fue mi prioridad desde que me alejé de todo. De mi otra mitad.

Miré la hoja de registro cuando la puerta se cerró, alejé mis pensamientos y me centré en los datos.

Ciara Kendrick, 28 años, secretaria. Citas, los jueves al mediodía.

La puerta se abrió después de tres golpecitos que anunciaron su llegada.

Cuando la miré. Mierda.

Mis ojos casi se salen de las cuencas ante el cuerpo que casi iluminó mi consultorio con su presencia.

—Buenas tardes —el tono trémulo de su voz combinó con sus pasos cuando se acercó.

Hice un esfuerzo enorme cuando me puse de pie para no tener una puta erección aquí mismo, señalé la silla, totalmente enmudecido, esperé que mi cara no me hubiera delatado por lo sorprendido que estaba por la belleza de esta mujer, la invitación a sentarse fue aceptada, mi cuerpo no quiso controlarse ante lo que estaba frente a mí, el calor explotó en mi espalda haciendo que el sudor comenzara a pegar la tela a mi piel, mi corazón palpitó con rapidez por el olor de su perfume. Su figura curvilínea, la muerte y tentación. Su blusa de tela negra combinaba con mi camisa, dos botones desabrochados me dejaron ver sus pechos, piel aperlada como la arena de mar. Puta madre.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora