Capítulo 50.
Ciara.
Carlo me sentó en su regazo durante todo el trayecto. No dejó de besar mi cuello, mis dedos, la palma y el dorso de mis manos. Acariciaba mis piernas aun adoloridas por haber estado de pie varios días y mi espalda, la cual todavía sentía sus besos. Parecía que estaba haciéndome el amor de otra manera más linda y romántica.
—No logro tener suficiente de ti —gruñó entre besos para después inhalar el perfume de mi piel.
—Me doy cuenta —reí y besé su cuello, el movimiento de la camioneta hizo que me balanceara sobre su notable erección.
—Nena —jadeó.
—Bestia.
—Deja de besarme el cuello sino vas a dejar que te folle.
Una carcajada salió de mi garganta y él sonrió pegando nuestras frentes.
—Podría escucharte reír todo el día, joder. ¿Qué me hiciste? Mujer perversa.
—No lo que quisiera hacerte, pero no sé —pasé mí lengua por su cuello caliente—. Me gusta lo que sea que te haya hecho.
Bajé de sus piernas para hincarme frente a él, desabroché su cinturón y bajé sus pantalones para dejarlo hacer con mi boca lo que quisiera hasta que llegáramos al hospital.
***
La camioneta se detuvo y logré salir de ese vehículo con la habilidad de caminar, pues parecía que algo se había encendido entre él y yo que no nos permitía hacer nada más que besarnos, follar, comer y repetir esas tres acciones al estar solos.
Entrelazó nuestras manos y entramos con varios hombres a nuestras espaldas, escasa era la gente que estaba en la sala de espera y el personal de salud iba de un lado a otro. Gracias al cielo fue poca la gente que nos miró al pasar.
—¿Dónde están Lorenzo y Franco? —caminamos al elevador.
—Pudriéndose en el infierno —dijo con desafecto sin dejar de mirar al frente.
—¿Los mataste?
—Les advertí que si te pasaba algo iba a hacerlo —besó por milésima vez mi mano.
—Ellos no tuvieron la culpa, cariño. Fui yo la que les disparó para poder irme.
—Eso ya da igual, ya están muertos. Y tú, estás a salvo. Te contrataré a alguien más.
Entramos al elevador y las piernas me dolieron al saber que iba a verlo de nuevo, mi Antonnio estaba vivo, mi novio estaba vivo, y mi otro novio estaba tomado de mi mano, cerré los ojos, agradecida de saber que todo eso que aquella mujer dijo fue mentira y sorprendida por decir que tenía dos novios.
Abracé uno de los brazos de Carlo y pegué mi mejilla a la tela de su saco perfumado. En completo silencio subimos hasta el penúltimo piso.
Cuando las puertas se abrieron note que estaba vacío. Solo unos cuantos enfermeros y doctores. El piso estaba sumergido en un silencio casi sepulcral, totalmente iluminado con esa luz blanca y custodiado por casi una docena de hombres.
—¿Cómo está? —dije cuando salimos, mirando hacia todos lados.
—Averígualo por ti misma —el tono afectivo me emocionó, me dio una nalgada y esa fue mi señal —, habitación 343.
Solté su mano y casi corrí en busca del número, al girarme a verlo, vi como sacó el celular para hacer una llamada, me guiñó el ojo y me concentré en buscar, puerta a puerta, tras varios segundos, al ver esos pedazos de metal pegados a la puerta de madera, giré la manija y al entrar sin haber tocado, el cuerpo sobre la camilla me hizo sonreír al mismo tiempo que me hizo llorar.
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Los Pagano [EDITANDO]
RomansaBusqué ayuda en él. Pero encontré algo más. Los encontré a ellos. O ellos a mí. Un golpe de suerte de algo que estaba prohibido, pero que me hacía querer más y más. Su pasado no me hizo alejarme aun sabiéndome en peligro. Su pasado me hizo encont...