Capítulo 30.
Antonnio:
Terminé de acomodar mi corbata para el evento, faltaban solo unas cuantas horas para partir hacia el hotel. Cuando desperté esta mañana, vi que Carlo la tenía abrazada de la cintura como si ella fuera un peluche y Ciara estaba abrazada a mí, parte de mí se relajó al saber que dejarían de pelear. La admiré por unos cuantos minutos cuando se acomodó alejándose de ambos, la curvatura de sus pechos, su cabello enmarañado, sus curvas en el abdomen, parecía tener el desierto en su piel con esas dunas de color claro marcadas en este, esas jodidas piernas suaves y medianas. Todo de ella me encantaba. Imperfecciones y perfecciones que la hacían única ante mis ojos.
-Todo está listo -habló la mujer en la que pensaba cuando entró al clóset, llevaba un vestido color vino al ras de las rodillas, con tirantes gruesos, tacones negros no tan altos y el cabello desamarrado.
-No pareces tú sin tus converse.
-Esa es la idea -sonrió y llegó hasta mí. Plantó un beso en mis labios y suspiró sin alejarse.
-¿Todo está bien?
-Estoy nerviosa -dejó saber -, pero va a salir bien, tus hombres no son puro músculo al parecer.
-¿Has estado mirándolos? -sentí un pinchazo de celos como un pendejo universitario. Ella acarició mis brazos de arriba hacia abajo con esa pulsera brillante que le di. Tenía pensado en cambiarla por una más grande, mas vistosa para que brillara como su sonrisa después de haberle comido hasta el alma.
-Oh si, de pies a cabeza, esos brazos, esas piernas, uy no, esas espaldas -comenzó a reír cuando me vio tragar saliva.
-Ciara -advertí comenzando a sentir un frío en mi cuerpo, tan solo de pensarla mirando a alguien más que no fuera yo o Carlo.
-Antonnio -dijo cerca de mi boca.
-Eres un dolor en el trasero cuando quieres, niña.
--Lo sé, pero así... -se alejó de mi lentamente al no terminar la frase, algo pareció dolerle en la mirada, lo cual, dio como resultado la desaparición de su sonrisa.
-¿Pero así que?
-Nada -se aclaró la garganta y volvió a sonreír -, vamos, no podemos llegar tarde.
***
Nadie sabía que ella trabajaba con nosotros, y eso era una ventaja según lo que platicamos en la camioneta camino al hotel, una hora después llegamos y Mikael ya estaba ahí junto con el personal que atendería a los invitados, era una sala llena de lujo y exclusividad, vestía un traje café y un maquillaje discreto, nada parecido al de los ojos de Ciara. Negro con toques dorados. Algo que hizo que mi mente comenzara a imaginarla hincada frente a mí comiéndose mi polla, mientras esos ojitos cafés emanaban lágrimas y deseo, manchando sus mejillas con ese maquillaje corrido.
Concéntrate. Esta noche es importante.
-Todo está listo, señor Caravaggio.
Para los negocios "lícitos", usábamos el apellido de nuestra madre. Para los pecados, la droga y los asesinatos, Pagano. El apellido de nuestro padre.
El salón donde se llevaría a cabo la subasta estaba situado en el mismo lugar que nosotros, en la puta cima.
Cuatro ventanales dejaban ver de fondo todos esos destellos de la ciudad avivada un sábado por la noche, dejándome saber que era dueño de todo eso, junto con Carlo, junto con ella. Las arañas de cristal alumbraban el lugar dándole ese toque de elegancia con luz ambarina. Las mesas y sillas acomodadas estratégicamente por aquella mujer de olor a rosas.

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Los Pagano [EDITANDO]
RomantizmBusqué ayuda en él. Pero encontré algo más. Los encontré a ellos. O ellos a mí. Un golpe de suerte de algo que estaba prohibido, pero que me hacía querer más y más. Su pasado no me hizo alejarme aun sabiéndome en peligro. Su pasado me hizo encont...