No ardí con ella.

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⚠️CONTIENE UN ASESINATO⚠️

Capítulo 15:

Antonnio.

—¿Duele no es así? — dijo Carlo divertido. Con ese odio palpable en cada sílaba pronunciada, con la rabia emanando de cada poro al estar torturando al tercer hombre que le hizo daño a Francesca, el cual gritaba tan fuerte que las venas de su cuello resaltaban al igual que las de su frente, faltaban dos más. Pero teníamos tiempo, los teníamos en la mira y disfrutaríamos jugar con ellos más adelante.

La tela de su camisa arremangada en color crema estaba húmeda, por el sudor incesante de su cuerpo caliente y por el sofocante calor al tenerlo encerrado en una habitación de la casa abandonada que Torre Marfil nos indicó, era segura. A las afueras de la capital de Rusia.

— ¿Sabes cuanto le dolió a ella? — siguió hablando mientras el agua hirviendo era vertida en sus piernas, nuestros hombres se ofrecieron para hacerlo, pero mi hermano prometió vengarla con sus propias manos, el eco doloroso lo hacía sonreír y yo no podía despegar los ojos de sus piernas quemadas, deleitándome al verlo sufrir — ¿recuerdas su llanto, sus gritos, las súplicas? ¡MALDITO BASTARDO DE MIERDA! ¿Lo recuerdas?

El hombre apenas pudo reír, lo que le costó dos puñetazos más, en el mismo ojo que ya tenía hinchado, mi puño punzó. Cayó al piso mojado aun estando encadenado a la silla, mientras Carlo y yo dábamos vueltas alrededor de su cuerpo ya exangüe, mi hermano dijo:

—¿Qué debería hacerte? Sacarte los ojos o cortarte todos los dedos de las manos — otra patada cayó en su cara.

—¡Dinos donde está! — comenté ya exasperado.

Carlo quería venganza. Yo quería información. Pero ambos anhelábamos más sangre.

Llevábamos ya casi media hora de tortura y él no decía nada. No nos daba la información que queríamos para encontrar a la hija de Dmitry.

Oksana.

La única que había quedado viva después del atentado. Tenía casi veintiséis años cuando escapó.

Torre Marfil no había podido localizarla por ningún lado durante todo este tiempo, era como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra, pero nada era imposible para nosotros.

Era la última portadora del apellido de la maldita sangre rusa. Y ella iba a morir de la misma manera en la que mi hermana estaba destinada a hacerlo, cuando la capturaron.

Pues ella, al ser la heredera de los negocios de su padre, tuvo la oportunidad de elegir la muerte de mi hermana.

—¿No vas a hablar? — mascullé y él volvió a reír débilmente —. Bien, ya he tenido suficiente — miré a Carlo y asentí.

Carlo tronó los dedos y dos hombres volvieron a levantar la silla, Carlo lo apuntó con el arma en la sien, mientras uno de los nuestros liberaba sus manos encadenadas detrás de la silla.

Me entregaron las pinzas.

—¿Sabes que es lo divertido de esto? — dije sin dejar de verlo —. No tienen filo — susurré —. Sosténganlo.

Y lo hice.

Un dedo, un grito gutural, una sonrisa al escucharlo después de ejercer la fuerza necesaria.

Sangre insignificante, sangre caliente, sangre de un hombre muerto.

Había olvidado la sensación crujiente al cortarlos, los gritos aturdidores pero satisfactorios al verlos retorcerse mientras el rio de color rubí corría por todos lados.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora