Rosas con nicotina.

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Capítulo 12:

Antonnio.

Tan brutalmente hermosa como la recordaba, nunca dejé de seguir sus pasos. Ni un maldito segundo, los informes llegaban todos los días a la misma hora, al mediodía, mis hombres y Torre Marfil hicieron un excelente trabajo, como siempre al dejarme saber todo lo que quería sobre ella.

Estudiante y asistente legal, no esperaba menos de ella. No con ese carácter fuerte debajo de su coraza de nerviosismo con el que se presentó aquel día, el primer día que decidí que ya era mía.

La cargué en mis brazos sin esfuerzo alguno cuando cayó desmayada por la crisis de ansiedad que le dio, una respuesta lógica para alguien tan nerviosa y sensible a los estímulos fuertes, como lo fue el balazo que Carlo dejó en la pierna de ese hombre que quería quedarse con lo que era mío, quien seguía gritando por el estado de shock.

-Es un simple balazo - caminó letalmente lento hacia él sin dejar de apuntarlo y presionó la herida con la punta de la pistola cuando se acuclilló -. Pero para un cobarde como tú, débil y pretensioso, debe ser - apretó más y James gritó - doloroso.

-Vete a la mierda - masculló James -. Váyanse a la mierda. ¡Se van a arrepentir de esto! - sus manos ahora teñidas de un color escarlata apretaban su pierna -. No saben quién es mi padre, ¡No saben quién es mi padre!

-Deja las amenazas de niño mimado - contesté.

-Arrepentir - repitió Carlo con ojos brillosos, le gustaba torturar, yo era un poco más, diplomático -. Aquí el único que tiene que arrepentirse eres tú, por haber golpeado a una dama, ¿quieres saber lo que le hago a la escoria que las golpea? - mi hermano se levantó y pateo su abdomen.

-¿Vas a tardar? - dije arrastrando mis ojos por todo ese rostro inmaculado que había besado hace dos años, me aseguré de que siguiera respirando, al ver su pecho supe que lo hacía.

-Llévatela de aquí - me miró sobre su hombro y sonrió.

Caminé hasta el elevador con ese perfume de rosas impregnado en mi abrigo, escuchando algunos tosidos del pobre cabrón que quedó a manos de Carlo y el crujir de una silla al ser azotada, Lucio esperaba paciente, el restaurante no estaba vacío en su totalidad, había unos cuantos meseros escondidos en la cocina sin dejar de asomarse para enterarse de lo que pasaba, algunos comensales debajo de las mesas, temerosos, como debía de ser cuando estábamos jodidamente presentes, sólo el jazz de fondo se escuchaba.

-Díganle al dueño que cargue los daños a mi tarjeta - dije al aire, despreocupado, Lucio colocó una tarjeta negra con letras doradas de mí nombre y teléfono sobre una de las mesas. Bajamos hasta mi camioneta blindada.

Lucio abrió la puerta y bajé su cuerpo lentamente en el asiento de piel negro, me aseguré durante todo el recorrido de que siguiera respirando, sus respiraciones eran débiles pero continuas, exangües. La noche estaba congelada, me quité el abrigo y tapé su cuerpo sin importarme el abrigo que ya tenía. Carlo bajó segundos después con la camisa salpicada de sangre y el arma no estaba visible. Me miró y noté que algunos mechones de su cabello colgaban por su frente sudada, asintió, cómplice. Yo sabía lo que eso significaba.

-Vámonos - ordené mientras le quitaba el cabello de la cara con mí meñique. Su cabeza cayó en mi hombro y yo le di la bienvenida, gustoso. Inhalando ese perfume agradable. Carlo subió dejándola a ella en medio, con la respiración ligeramente agitada. No le dije nada, no cuando seguía culpándose por lo que pasó. No cuando por primera vez en años lo vi lleno de miedo aquel día. Cuando...

Él me debía este favor desde hace dos años al haberme llamado. Cuando supo de ella el invierno pasado por una metida de pata que hizo Torre Marfil al mencionarla en el desayuno, tuve que explicarle. Pues me había llegado una foto de ella sonriendo mientras miraba su celular en las calles coloridas de primavera. Llevaba el vestido ocre que tanto me gustó esa vez cuando aventó los juguetes a la puerta, la tela pegada por el aire dejaba ver sus muslos y ese bultito en su abdomen que me ponía duro y que al mismo tiempo me volvía loco.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora