Combina con tus ojos.

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Capítulo 20.

Ciara.

—Tienes que desayunar — dijo Antonnio por tercera vez en la mañana, entre besos que subieron desde la espalda baja hasta el cuello.

—Diez minutos más — los párpados me pesaban por haberme quedado las tres ultimas noches estudiando hasta que mis ojos se cerraban por si solos.

—Diez minutos más, principessa — se sentó en la orilla de la cama para acariciarme la piel — eso dijiste hace una hora.

—Si no quieres que eche humo por los oídos mas te vale que me dejes dormir, tengo el examen hasta el mediodía.

Su risa ronca me recorrió todo el cuerpo.

—Bien — se levantó, pero antes plantó otro beso en mi hombro — iré a trabajar, estaré todo el día en la oficina.

—No sabia que tenias una oficina — dije sin abrir los ojos aun recargada en mis brazos.

—Estuvo lista hasta ahora — respondió sin dejar de acariciarme la espalda —, quise hacer unos arreglos después de mi prolongada ausencia. Así podrás usar el estudio sin mi presencia que tanto te distrae.

—¿Y que tendría eso de divertido? — ronroneé y una nalgada me hizo reír.

—Sucia. Asegúrate de desayunar.

—Usted me hace serlo.

Cuando me giré, sus ojos corrieron hasta mis senos. Iba vestido completamente de negro, tan guapo con ese traje impoluto. Una de sus manos acarició desde mi abdomen hasta acunar uno de mis pechos. Instintivamente abrí las piernas.

—Te robaré uno antes de irme — dijo y comenzó a juguetear con mi pezón entre sus dientes — o tal vez dos, dada la dulzura de esta piel. Para la suerte — rio.

Su mano buscó mi zona, daba pequeñas caricias en las orillas, jugando conmigo, mientras su boca lo hacía con ambos pechos. Mordisqueando y lamiendo. Robándome gemidos. Con uno de sus dedos exploró mi humedad, haciéndome tensar las piernas. Movió de un lado a otro su dedo contra mi clítoris, roces delicados, tentándome. Paraba y volvía a hacerlo. Gemí cuando siguió.

—Lo sé, principessa. Ese coño tiene que estar preparado — sonrió contra mi piel cuando sintió mi cuerpo temblar un poco por la electricidad que lo recorrió.

Acarició hasta que estuve lo suficientemente mojada. Se separó de mis pezones ya erectos y metió sus dedos a mi boca.

—Saboréate, nena.

Los sacó segundos después y sin despegar sus dedos de mi piel, bajó dejando un camino mojado desde la barbilla hasta que encontró la parte de mi cuerpo que me gustaba que tocara para seguir acariciándome.

—Vas a follarte con mi mano — demandó al hincarse frente a mí sobre el colchón—, y después me la vas a chupar para correrme en esas tetas, ¿entendido?

Solo asentí, excitada por sus palabras, después de ver como se lamió la mano saboreándome dedo por dedo como si tuviera chocolate en ellos, dijo:

—Ponte en cuatro —y obedecí —, levanta ese trasero para mí.

Me acomodé y el gruñó de nuevo cuando se agachó para morderme cada glúteo. Sentí su mano y empecé a moverme. Toda su mano estaba a mi disposición cuando con su pierna abrió las mías.

—Buena chica, ahora. Fóllate como te gusta.

Y eso hice. Comencé a moverme despacio, sintiendo como sus dedos resbalaban por toda mi zona y después aumenté la velocidad. Sintiendo como mi trasero se movía de un lado al otro. Algunas nalgadas recayeron dejándome ese dolor rico.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora