Floreros y mil galletas.

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Capítulo 67.

Antonnio.

Salivé cuando mis ojos se enfocaron en Ciara, mi prometida estaba vestida de la misma manera en la que Torre Marfil solía hacerlo para los negocios o para las misiones riesgosas. Y pasado mañana, el acontecimiento más importante para la familia Pagano se llevaría a cabo en el salón de fiestas que pertenecía a ese senador con el que Oksana estaba saliendo.

A las afueras de la ciudad se desataría la guerra de sangre italiana con esa asquerosa escoria rusa, la última de los Kuznetsov. Sería ella contra nosotros cinco y todos esos hombres que Torre Marfil había contratado. Una mujer contra nuestra furia y el luto con el que nos había dejado, con la venganza y el rencor que corría por nuestras venas desde que nos arrebató a Francesca.

Ese uniforme negro hacia juego con las botas de plataforma no tan alta. Las dos armas amarradas a sus piernas y un cuchillo en su muslo la convirtieron en el arma perfecta. Jodida vista deliciosa. Mis dedos se paseaban perezosos sobre mis labios mientras examinaba de arriba hacia abajo ese cuerpo que había poseído de mil maneras. Mientras el sabor de su piel invadía mis papilas gustativas aun sin tenerla cerca. Ese sabor siempre estaba presente, aun cuando discutíamos y dejábamos de hablar por días. Ese sabor era mi pan de cada día.

Mi pecado, mi bendición y la redención.

La tela pegada a esa piel que marqué como mía quería reemplazarla con mis besos y las caricias que la enloquecían al estar en la cama.

Carlo la veía con la misma hambre del otro lado de la sala mientras bebía café.

Ambas decían cosas, pero las palabras no tenían sentido alguno dentro de mi cabeza, no cuando mis ojos no se despegaban de ese pequeño bulto que se hacia en su abdomen, de esas piernas grandes y mías. De sus curvas que me hacían perder la noción del tiempo cuando hacíamos el amor.

Las manos de Ciara jugaban entre ellas mientras Torre Marfil le explicaba todos los beneficios de ese tipo de uniformes.

Ese gesto.

Esos nervios estaban por todo su cuerpo y mente.

Sonreí lentamente sin dejar de acariciarme los labios cuando el recuerdo de sus gemidos llegó a mi mente. Sin dejar de mirarla mientras ella ponía su total atención, mi mente hizo que viajara al pasado para recordar ese cuerpo sobre mi cara, me invadieron los fantasmas de la primera vez que pervertí su cuerpo en mi consultorio.

Sonreí por saberla mía.

Sonreí porque fue la timidez la que la llevó hacia mí y terminó siendo una de nosotros.

Sonreí por lo que haría con ella esta noche.

—Oksana cambió su vestido —entró Sara a la sala de juntas interrumpiendo mis sucios pensamientos.

—¿Y eso que nos importa? —Carlo se levantó para servirse más café.

Las horas de descanso nocturno eran algo que se había vuelto ajeno a nosotros. Ciara, esa mujer no nos dejaba dormir y nosotros vivíamos para complacerla. Desde sus pensamientos románticos hasta sus perversiones más sucias. Pero teníamos que dormir. Necesitábamos dormir.

Sonreí de nuevo cuando recordé lo que ocurrió anoche mientras compartíamos el jacuzzi de la nueva casa.

—Eso es algo que nos importa, idiota —habló Sara y puso el iPad sobre la mesa—, todo importa, hasta el cabello importa para poder localizarla y no fallar. El vestido anterior había pasado la prueba que mandé a hacer para descartar el uso de micrófonos o geo-localizadores. ¿A caso eres demasiado viejo para no saber esas cosas, paganito?

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora