Mia dolce ragazza.

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Capítulo 11:

Ciara.

2 años después.

—Los resultados han sido favorables — comentó mi profesor al ver mis exámenes finales —. Tus exámenes y los casos con los que trabajaste en la firma podrán ser de gran ayuda para que puedas adelantar tu titulación el año que viene, has hecho un esfuerzo que es de aplaudir.

—No hubiera podido de no ser por usted, doctor — un genio de los negocios de la universidad de Manchester se había vuelto mi mentor —. Debo agradecerle todas sus atenciones — dije. Su cabello blanquecino lleno de experiencia había sido un factor increíblemente importante para lograrlo.

Pude entrar a la universidad gracias a la recomendación de Paolo después de haberle ayudado en tres casos más, había fallecido hace un año por un derrame cerebral. La firma se mantuvo gracias a su nieta, quién se había vuelto una amiga más y mi jefa, me había ayudado de una manera incondicional para llevar el trabajo a la par con mis estudios.

Indagué durante casi un año para saber quién había pagado la deuda del hospital, pero nunca encontré nada más que esa foto, tampoco Sara encontró nada. Decidí dejar de buscar ya que era un callejón sin salida, pero retomaría la búsqueda al mandar la fotografía a uno de los detectives que Paolo solía contratar. Solo tenía que juntar la cantidad para poder pagar sus honorarios. Quería saber quién era para poder pedir una explicación.

—Habrá un lugar en mi empresa si así lo deseas. No te caería nada mal lidiar con algunos de mis clientes — rio y ambos nos levantamos para salir de su oficina. Tenía que correr al despacho, pues ya no era secretaria, era asistente legal en los casos del departamento de derecho mercantil —. Tienes las agallas para enfrentar personas difíciles.

—Lo tendré en cuenta, profesor Harrison — me reí — hasta mañana.

—No te pondré fácil el examen final, Kendrick — se burló mientras salía de su oficina.

—Lo sé, es un jodido dolor de cabeza, profesor — una carcajada emanó de su garganta.

Cumplí treinta hace dos semanas y parecía que todo en mi vida marchaba bien, Panqué seguía mordiendo todo lo que se le ponía enfrente y por fin pude vender la casa con una tristeza carcomiéndome los sentidos al haberme despedido del lugar que fue mí hogar durante veintinueve años, renté un departamento un poco más céntrico para poder llegar a tiempo al trabajo, el más barato que encontré para poder subsistir mientras terminaba de pagar la carrera, pero un día la dueña del edificio me dijo que el pent-house era mío si lo quería, al mismo precio que el departamento de seis pisos por debajo de este. Lo cual acepté, la vista era maravillosa desde el balcón.

Acudí a terapia durante todo ese tiempo y el trastorno de ansiedad comenzó a disminuir gradualmente. Tuve altibajos al estar en zonas con demasiada gente, pero era una montaña rusa de recuperación.

Todo se acomodó al mismo tiempo que todo colapsó, pues mi relación con James, quien regresó de Japón al año de haberse ido, no estaba en su mejor momento, el hombre de quien me enamoré ya no era el mismo y todo romanticismo quedó atrás después de que acepté ser su novia. Teníamos sexo todo el tiempo, era increíble, eso no lo negaba, pero parecía que seguíamos siendo los vecinos "sexo asegurado" cada que alguno de los dos quería. A veces era un poco agresivo al enojarse, gritaba y decía cosas hirientes. Incluso una noche tuve miedo de que pudiera golpearme cuando aventó un plato en mi dirección por haber olvidado calentar la crema de zanahoria, decorando la pared con el alimento espeso. Se disculpó diciendo que había tenido un mal día.

En las reuniones con sus amigos y familia solía hacer comentarios burlescos sobre la ansiedad que me causaba estar en público algunas veces, no sostenía mi mano cuando se lo pedía ni me ayudaba a respirar cuando lo necesitaba, haciéndome ir al baño hasta que me calmaba en soledad dentro del cubículo para después reclamarme en privado por dejarlo solo.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora