Novia.

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🖤Lloré cuando escribí todo mientras escuchaba la canción jaja. ¿Por que? No sé, pero lloren conmigo. 🖤

Capítulo 48

Ciara.

Los días se habían convertido en momentos llenos de dolor y sufrimiento. Efímeros y desasosegantes. Sin él. Mi Antonnio estaba muerto, por más que quería negarlo o despertar de ese sueño de penumbra donde su cuerpo caía una y otra y otra vez.

Carlo corría y gritaba indicaciones....

¿Carlo?

Alcé mi mirada y vi esas facciones masculinas y bien definidas, ese cabello necio y el sudor que corría por su frente besada por el sol. Ese perfume, esos ojos, la bestia.

Si, si era él, ese jodido hombre traicionero.

—¡A la misma puerta! —demandó el Diamante Negro cuando llegamos a la par con un guardia, cuando lo miré, me di cuenta de que era el hombre amable que me alimentó hace unas horas o días, tal vez minutos antes, gracias al cielo cambiaron de turno y Ben no había visitado mi pequeño pedazo de infierno personal —, ¿puedes correr? —inquirió al mirarme con esos orbes anhelantes y brillantes. Verdes como la vegetación en verano.

—Si, eso creo —dije neutra y él me bajó, dejando ese toque de perfume rico en mi pestilencia.

—Necesito que aguantes un poco más, preciosa —, quitó el cabello grasoso de mi cara al ponerlo detrás de mi oreja—, después podrás descansar y te llevaré lejos—aseguró y no supe si confiar en él. Acarició mi mejilla, la cual todavía estaba adolorida.

—¿Y Antonnio? —dije mirándolo a los ojos. Él sonrió sin decir nada, iba a comenzar a hablar, pero...

—Señor —interrumpió el guardia y él, con su mirada asesina, arrastró los ojos hasta el hombre que hablaba—, la policía está llegando al lugar, tienen que irse ahora.

Carlo entrelazó nuestras manos, traía el anillo de sangre, a mí me lo habían quitado, acarició el dorso de mí mano y me miró con algo parecido a...

—Larguémonos de aquí, mi amor —volvió a sonreír y sacó su arma por detrás de su espalda.

Mi amor.

Me jaló para comenzar a subir las escaleras rojas y gastadas por el paso de los años, sin darme tiempo de pensar en la intensidad con la que dijo esas dos palabras. Hacía mucho calor por todos lados, mi cuerpo sudaba por debajo de ese uniforme manchado de plasma de aquella mujer.

—¡Me aseguraré de que puedan salir, señor! —gritó el hombre que venía detrás de nosotros, y al terminar de subir, más rápido que un parpadeo, Carlo disparó hacia un guardia que nos interceptó. El cuerpo cayó dejando un golpe seco, pues este le dio en medio de las cejas.

Algunos hombres comenzaron a gritar órdenes a lo lejos y las mujeres que estaban dispersadas por todos lados empezaron a tratar de escaparse al ver las puertas abiertas, pero los policías que quedaban aventaron algunas bombas de gas lacrimógeno, obstaculizando la vista de todos los que estábamos ahí. Seguimos avanzando, él no me soltó, disparó a todo hombre que nos veía. abriéndonos paso. Fue hasta que varios hombres entraron por una puerta, armados y con uniformes negros, que supe que no me estaba sacando de ahí de una manera civilizada.

Pero no importaba, yo quería escaparme de aquí, fuera bueno o malo el hombre que me llevaba de la mano, no podía seguir aquí. Eso lo arreglaría una vez que estuviéramos afuera.

—¡Ve por enfrente y cúbrenos! —ordenó Carlo, algunas mujeres estaban vueltas locas por los balazos que ese guardia accionó en contra de los policías.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora