Cansado.

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Capítulo 60.


Torre Marfil.

Habían pasado dos días desde que todo ocurrió. Dos días desde que el momento que iba a ser todo felicidad para ellos se convirtió en nada. Dos días de no dormir tratando de descifrar como iba a decirles que Danna había muerto, en como tratar de...de ralentizar mis ataques de ira al recordar que Isabelle también había muerto.

Los mejores cirujanos del país estaban atendiéndolos y velando por ellos gracias a la generosa cantidad de dinero que Sara le había ofrecido a cada uno y por las amenazas que yo les di al investigar a sus familiares más cercanos. Todo el equipo médico calificado que los atendía fue traído desde Suiza y Japón.

—Tienes que comer algo —la mano de Sara me acarició la espalda cuando llegó al sillón de la sala de espera.

—Todo lo que quiero hacer es beber algo y saber que van a estar bien, Sara.

—No puedes sobrevivir a base de cigarrillos, marihuana y alcohol, ángel.

—Podía sobrevivir con la cocaína y sopas instantáneas cuando tenía veinte —dije mirando como algunas enfermeras preparaban medicamentos sobre un carrito para entrar a la habitación de Ciara —, puedo con esto.

—Mírame —se acuclilló frente a mí—, no fue tu culpa.

—Yo la contraté.

—Tu investigaste y no encontraste nada. No había nada. Incluso Ciara confió en eso.

—Exacto. No había nada, pude indagar más y matarla de haberlo sabido, Danna seguiría viva. Nana...—agaché la cabeza —, Isabelle seguiría viva.

Ladeó su cabeza en comprensión y acarició mi brazo. Detuve esas caricias que amenazaban con hacerme llorar y tomé su mano para besarle la palma.

—Ve a dormir —le dije.

—Sabes que no podré —suspiró—. Ni siquiera puedo tragar un bocado sin sentirme culpable por estar comiendo mientras ellos están sufriendo.

Tres doctores se acercaron a mí, no había porque preguntar sobre los familiares de las víctimas, no había más pacientes, no había alguien más rezando ni esperando por respuestas. Solo yo y Sara.

No importaba nadie más que ellos en ese edificio.

—Hablen —demandé poniéndome de pie y entrelazando la mano de Sara con la mía.

Y así, empezó la lluvia de información que apenas me pudo hacer respirar:

—El señor Antonnio Pagano —uno de los doctores, calvo y alto, se quitó los anteojos y miró sus reportes—, su espalda sufrió heridas graves por todos los vidrios incrustados tras el impacto, se lavaron las heridas y todos los vidrios fueron extraídos, está lleno de suturas, el golpe en la cabeza fue fuerte, el bloque de cemento cayó justo en su nuca, pero tras todos los exámenes logramos ver que no comprometió sus reflejos motores, responde a los estímulos correspondientes que se hacen cada hora, lo mantendremos medicado pero sin sedarlo para que su cuerpo responda mejor a los medicamentos, no es recomendable una sedación si estará boca abajo para que su espalda no sufra alguna otra lesión. Ya que puede ahogarse.

Miré al doctor que atendía a Carlo. Sara se pegó a mi cuerpo y recargó su mejilla en mi brazo.

—El señor Carlo Pagano está estable —dijo el doctor Watanabe, el neurólogo con más experiencia en el mundo—, lo induje a un coma no tan peligroso para desinflamar un poco el cerebro, hasta el momento no tengo respuesta sobre cuando pueda despertar, pero no tiene muerte cerebral ni lesiones que comprometan su movilidad. Estará en tratamiento al igual que todos por el humo inhalado y la fractura del fémur ya fue tratada.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora