Tengo algo para tí.

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Este capítulo está dedicado a Johanna que siempre pregunta por mí cuando desaparezco por tiempos prolongados y pregunta si estoy descansando. 



Capítulo 34.

Ciara.

El hombre que instalaba el terrario donde se quedaría la tarántula trabajaba lo más rápido que podía, pues Antonnio lo presionó para que estuviera listo antes de partir a Manchester, lo cual sería mañana.

Francesco no podía esperar de la emoción y Antonnio no quería a ningún desconocido cerca de su hijo ni de sus sobrinos, tampoco quería hacer esperar a su hijo. Él y sus primos jugaban abajo con Panqué en la alberca.

—Señorita —habló el hombre de cabello rojizo —, si gusta acercarse para poder explicarle como funciona la temperatura del terrario.

Caminé hasta quedar a su lado, me incliné un poco para ver el trabajo que había hecho, era hermoso, tal cual Francesco lo quería cuando lo vio en internet. Todavía estaba en pijama, pues habíamos tomado libre el viernes. Para estar con los niños y arreglar el equipaje, para coordinar la seguridad y cenar en paz en uno de sus restaurantes en el que hizo una reservación.

—Este dispositivo servirá para controlar la temperatura —me lo entregó y con sus dedos guio los míos para mover el control, quise alejar mis manos, pero apretó su agarre —, solo tienen que girarlo para...

—Quita tus manos de mi mujer antes de que sirvan de adorno para ese animalejo cuando las corte —escuché la voz que me gustaba detrás de nosotros —, sabe perfectamente como usar un puto control —enfatizó y tuve que apretar la boca para no reírme.

—Yo solo...estaba enseñándole como usarlo.

Caminó hasta mí y sabia que tanto él como yo, estábamos en problemas. Los míos serían mucho más placenteros, claro estaba.

—¿Cuánto tiempo más para que te largues?

Me tomó de la cintura y me pegó a él. Dejándome oler ese perfume recién puesto al terminar de bañarse.

—He terminado, señor —titubeó—. Solo tengo que introducir a la tarántula.

—Es perfecto —besé su mejilla dejando toda esa tensión atrás —, va a encantarle. Gracias por esto, Antonnio.

—Todavía no puedo creer que me convencieran sobre esto —dijo con un atisbo de sonrisa.

—Yo sí, recuerdo muy bien como lo hice y te gustó. Iré por él, muere por ver cómo instalan a su mascota.

Lo dejé atrás y soltó una nalgada sin importar que el hombre estuviera presente.

—Está increíble —habló su hijo, emocionado, casi eufórico. El empleado de la tienda de mascotas terminó de explicarle la alimentación y los demás cuidados necesarios.

Antonnio estaba recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados, mientras yo abrazaba a su hijo por detrás, recargando mis brazos en sus hombros, su confianza en mí fue inmediata desde la primer noche que me dejó entrar a su habitación. No supe porque, pero lo agradecía. Era un niñito hermoso. Todavía tenía el cabello mojado y el short igual.

—¿Es lo que querías? —hablé esperando que sí, sino le gustaba haría que cambiaran todo hasta que le gustara.

—Si —dio unos golpecitos en mis brazos de la emoción —, ¿puedo acercarme?

—Es todo tuyo, hijo —dijo Antonnio y Francesco no perdió el tiempo.

—Mi trabajo está terminado —comentó el hombre al terminar de guardar sus cosas.

Los Pagano [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora