Capítulo 68

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Milena

Camino rápidamente por las calles hasta cruzar el primer semáforo a la izquierda, últimamente la seguridad en las calles de esta ciudad es pésima y lo último que quiero es que se me acerque un criminal aprovechando la hora y la soledad en que se encuentra la zona.

Aunque verdaderamente por aquí es más tranquilo, desde que hace dos semanas mi jefa Katice Demir decidió mudarse de su casa en el occidente a aquí en el sur el ambiente es mucho menos pesado y hay más seguridad por aquí. Tomo con fuerza el carrito de mercado destinado a la familia Demir pero freno enseguida cuando reconozco una cabello castaña.

Podría reconocerla en cualquier lugar y a kilómetros de distancia.

Es mi querida hija.

Que raro ¿que hace ella por zonas como esta? Completamente opuesta a nuestra casa. Parece ajena a cualquier cosa enfrascada en su burbuja pues está sentada y sus ojos no se despegan del celular.

Abro la boca sin entender la hora y el motivo de estar por estas calles, hasta que se levanta con lentitud y la estudio de pies a cabeza.

Nunca le había visto puesto ese vestido.

Voy a cruzar la calle para acercarme por unas, espero, MUY buenas y sustentadas explicaciones para que este por aquí pero un hombre alto y de una belleza excepcional que me deja boquiabierta se le acerca de repente hasta poner la mano sobre su cintura. Desde lo lejos me entran escalofríos al percatarme de la manera en que la esta mirando.

La mira y doy una pisada hacia atrás aterrada cuando le dice algo a Lili Ann, hay otra intención en los ojos de ese hombre, una oscura y retorcida intención.

Y es que no la mira como a una chica si no como a una ¡mujer!

Dan la vuelta y siento como mi rostro se descompone cuando Lili no opone ningún tipo de resistencia, se ve muy dispuesta como una ofrecida de lo más fácil y bajo que hay e inmediatamente las palabras de los vecinos vuelven como rayos sobre mi.

¿Entonces todo lo que decían era cierto? La respuesta viaja hasta mi cerebro en automático: si, todo lo que decían era cierto y yo fui tan estúpida y ciega de hacer oídos sordos a los demás y solo creerle a mi hija.

Por el simple hecho de ser mi hija.

Me tengo que sostener de una pared de la calle cuando es ella quien para a mitad de los escalones y agarra al hombre desconocido besándolo de la manera más carnal y lujuriosa que jamás había visto en mi vida.

La bilis se me sube a la garganta, ¡Por el sagrado corazón de Jesús esto no puede ser!, ¿Cómo puede prestarse para hacer este tipo de espectáculos? Sabiendo lo mucho que me esforcé para criarla en lo que mejor mis condiciones pudiera, para que terminará así.

Sirvienta del vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora