La caza

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El transportador estaba abarrotado de personas con prisa por llegar a sus destinos, no cabía ni una sola alma más, esto se prestaba para diversas situaciones incómodas y otras inmorales.

Los omegas del vagón utilizaban su olfato para localizar y acercarse a otros omegas, así evitar la molestia de ser tocados por alfas sin una pizca de respeto por el cuerpo de ajeno.

Un indefenso chico subió en la estación más cercana quedando atrapado entre varios alfas. El olor a perversión se sentía en el aire, nadie podía refutar, no había ninguna autoridad cerca, todos se encontraban encerrados hasta la próxima estación y tampoco querían ser echados del vagón.

Dos de ellos comenzaron a tocar con descaro al menor quien intentaba alejarlos con sus manos y su maleta, pero ninguno de sus esfuerzos eran suficientes, estaba casi resignados hasta que una voz hizo que todos prestaran atención.

—¿Es tan difícil pedir un poco de razonamiento de parte de una bola de perros subdesarrollados como lo son ustedes?—preguntó alzando la voz.—Cada día compruebo que son una raza tan primitiva que deberían ser catalogados como animales y encerrarlos en jaulas por el peligro que representan, una verdadera plaga.—Escupió el chico haciéndose espacio entre la multitud, sorprendentemente ninguno siquiera llegó a tocarlo.

El color de sus ojos era suficiente para intimidar a cada alfa dentro del vagón.

—¿Puedes ir hasta ese lugar?—señaló cediendo su antiguo lugar al chico, quien rápidamente obedeció sus órdenes agradeciéndole infinitamente.—¿Jugamos algo? Sí, es un buen día para divertirnos.—afirmó con felicidad fingida.—El primero que me toque aun si se trata de casualidad, se romperá el brazo para que todos podamos verlo. ¿Está bien? Comencemos.

Los alfas aterrorizados se alejaron todo lo posible del rubio. En la siguiente parada bajó la mayoría de ellos sin importarles la hora ni cuánto demoraría en llegar el próximo transportador.

Dos estaciones más y este bajó para dirigirse a una galería de arte donde se estarían vendiendo algunas piezas de su amigo.

—¿Por qué tienes esa cara? Hoy es un día especial, no lo arruines o te dejaré de hablar por dos años.—comentó el castaño tomando la mano del contrario.

—Tengo a Hoseok, tú eres su sustituto mientras vuela como mariposa monarca en tiempo de hibernar.

El menor rio quitándose los lentes de descanso.

—Eres un idiota, Jimin.—soltó tomando del brazo al mayor para arrastrarlo a algún lugar donde pudiesen hablar tranquilos.—Dime que hoy no hiciste nada.—musitó en tono de súplica y Jimin sonrió.

—Tranquilo Taehyung, soy libre de pecado.—bromeó riendo.—Vine a verte unos minutos, pero debo volver dormir porque saldré durante la noche y puede que no vuelva a casa. Sabes que los sitios de diversión se encuentran a las afueras de la ciudad ¿Por qué? No sé, deberíamos preguntarle al rey Mado porque la Gran Corea es la única nación de nuestra querida Eurasia que se avergüenza de sus centros nocturnos.

El chico arrugó la nariz, pero rápidamente trató de ocultar su molestia, aunque el contrario ya la había notado.

—Hey, te dije que me estoy portando bien. ¿No es eso lo que me has pedido desde que llegué de nuestra ciudad natal?

—Lo sé, pero no puedo creerte demasiado. Ya sabes que papá se preocupa mucho por nosotros, supuestamente te mandó aquí para que me cuidaras, pero sabes que desea que yo evite que cometas genocidio contra aquella raza.

Jimin río y su hermano no pudo descifrar la razón.

—No haría eso a menos de que pudiera encontrar a todos los de mi denominación en el planeta. Seguramente lograría convencerlos.—dijo haciendo que el menor se espantara.

—Te coceré la boca por decir sandeces de semejante calibre.—regañó.—¿Sabes cuando vendrá Hoseok? Se lo he preguntado y dijo que era una sorpresa.

—¿Cuál es el caso de decir que es una sorpresa para que un idiota la arruine?

Jimin recibió un golpe en el hombro e inmediatamente observó con indignación al contrario.

—¿Te parece que puedes atacarme cuando desees? ¿Olvidas quién soy?

—El idiota de mi hermano.

—Eres gracioso, debo aceptarlo. Permíteme ir a buscarte el almuerzo mientras vendes cuadros en este aburrido lugar. Seguramente el primer ministro amaría comprar tu arte, ese cerdo tiene muchísimas ganas de ser parte de la realeza aunque su pasado delincuente lo persiga.

—¿No es de la realeza?

—El gobierno no es parte de la corona, Tae.

El sol no hacía más que incrementar sus ganas de salir corriendo a buscar un poco de sombra y una botella de agua, pero continuó su camino hasta una tienda conocida que preparaba almuerzos rápidos y variados. La mascarilla que usaba tampoco ayudaba demasiado, pero casi nunca mostraba su rostro para evitar ser reconocido.

En el local tomó lo más apetecible y salió rápidamente chocando contra un hombre un poco más alto que él que identificó como alfa dominante gracias a su intenso olor. Estaba cerca del celo y Jimin se sintió severamente furioso de que pudiese esparcir sus feromonas a diestra y siniestra, era claro que el celo de los alfas podía adelantar el de omegas que estuviesen cerca causando accidentes fatales.

Prometió no causar problemas, pero no contaba con encontrarse a un idiota sin un poco de prudencia.

Tomó a alfa del cuello su saco haciéndolo retroceder con facilidad aun cuando opuso resistencia.

Con solo tocar las finas hebras de su vestimenta pudo notar que aquel alfa venía de una familia muy bien posicionada. Como lo que más disfrutaba era poder humillar a peces gordos y este se cruzó con él en un mal momento, su pecho se llenó de emoción.

—¿Qué mierd...

Jimin solo necesitó pasar su mano alrededor de su cuello para que el ambiente grotesco volviera a sentirse cómodo terminando por relajar las fosas nasales de todos los otros comensales.

El hombre se levantó indignado dándose vuelta de inmediato para observar el rostro del tipo que había dejado una marca de olor en él lo suficientemente fuerte como para inhibir sus propias feromonas, pero a este solo se podían ver los ojos.

—¿Los alfas no evolucionan?—soltó Jimin sin reparo.—Ten un poco más de respeto por los que están a tu alrededor, si no puedes controlarte, quédate en tu cueva.—escupió esto último mostrando un leve destello lavanda en sus ojos que logró intimidar al contrario.

Jimin salió del lugar dejando a un confuso pelinegro que no dudó en perseguirlo apenas sus piernas recibieron el impulso para dar pasos hacia adelante.

—¡Hey!—gritó intentando llamar su atención, pero no lo logró.

Unos segundos después cayó en cuenta de que la marca de olor no le permitiría tener a algún compañero durante su celo, las feromonas del contrario lanzaban una advertencia a cada omega que quisiera acercarse a él con intensiones sexuales.

—Esa especie es de temer.—se dijo a sí mismo, después de todo las marcas de olor no eran propias de omegas, pero al ser un Luxure Ω, todo era posible.—Ni siquiera me dejó ver su rostro.

Luxure ΩDonde viven las historias. Descúbrelo ahora