Protocolo

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Se miró en el espejo del baño de su antigua habitación esperando encontrarse, pero no lo hizo.

Una apariencia nueva, un semblante distinto y sobretodo, un corazón que latía y sentía diferente.

—¿Qué sucede conmigo?

¿Qué sucede contigo?

—¿Soy solo yo?

Lo eres, yo no comparto tu sentir, te lo he hecho saber muchas veces.

—Es papá.

Es un desconocido.

—Tu dijiste que lo era.

El lobo de Jungkook es intuitivo y le creo cuando dice que debemos tener cuidado. El alfa tiene razón, no lo conocemos lo suficiente.

—¿No es esa la razón por la cual deberíamos estar cerca de él? Tenemos que conocerlo.

Te has vuelto demasiado blando, buscas cariño como si te faltara y no puedes culpar a la unión con el alfa porque él jamás nos ha pedido comportarnos como idiotas.


—¿Estoy haciendo eso? Me sorprende que hayas escuchado la discusión con papá y sigas deseando mantenerte a su lado.

Jungkook no nos prohíbe nada, debe tener sus razones para intentar protegernos, a mi me sorprende tu debilidad solo porque llevas su sangre, no hay nada más que eso que compartas con él, a diferencia del estúpido de nuestro alfa. Compartimos el alma y la intimidad absoluta, pero aún así lo has despreciado y no pienso perdonarte.

—No encuentro paz en ningún lado.

Es porque estás buscando en los lugares equivocados, vamos a casa, él está preocupado.

Recibió un par de llamadas de su padre antes de llegar al palacio, pero decidió no responder, no necesitaba más opiniones sobre su vida de pareja.

—¿Jungkook se encuentra en nuestra habitación?—preguntó a una mujer, parte del personal del palacio.

—Su alteza está en su despacho. ¿Desea que le avisemos que ha llegado con bien?—dijo ella e inmediatamente negó sacudiendo la cabeza.

—No es necesario, gracias.

Caminó hacia las escaleras que lo llevarían al segundo piso del palacio, al llegar tomó el pasillo principal del lado derecho y luego de una caminata un tanto larga, llegó a su habitación.

Dudó un segundo antes de tomar el pomo y jirarlo, pero lo hizo al sentirse cansado de estar huyendo a lugares a los que ya no pertenecía.

—Bienvenido.—murmuró alguien desde la cama y dirigió su vista de inmediato.

La mujer que le indicó que se encontraba en su despacho, se había equivocado, Jungkook estaba esperándolo.

—Pensé en ir detrás de ti, pero no creo que fuera prudente.—volvió a decir levantándose de la cama.—Ya hemos pasado por mucho y creo que tienes la completa seguridad de decir que me conoces, sabes quien soy yo y también con quien estás a punto de casarte. Si estos dos años se rompen por la llegada de alguien a quien acabas de conocer, creo que lo mejor será que decidas que tu vida gire en torno a tu progenitor. Las marcas pueden deshacerse, aunque sea doloroso para los dos. Te digo todo esto porque vi decepción en tus ojos y me has herido como no tienes idea. No importa cuántas palabras puedas decirme, lo que tu alma y tus ojos me hacen sentir, siempre ha sido lo más importante para mi.

—¿Es por eso que formaste una barrera entre los dos?—preguntó el rubio sin moverse un solo centímetro de su lugar.

—No creo que haya sido prudente que te hubiese transmitido todo lo que sentía porque yo no quiero generar lástima ni pena, pero si sentí tu indecisión con respeto a nuestra boda y fue suficiente para entender que no necesito a mi lado a alguien que va a dudar del amor que profesa en cada problema que tengamos. Es una vida la que nos espera y estoy seguro de que he ido tras de ti tanto que espero que como mínimo tú sacrifiques un poco de tu orgullo por mi.

Fue tan fácil darse cuenta de que todo lo que había hecho fue escapar como un cobarde.

No solo ignoró a los demás sino también a lo que Jungkook podría pensar con su comportamiento a menos de dos días de su boda.

Dejar a su alfa sonaba tan aterrador que no sabía como es que tuvo aquella idea rondando en su mente horas atrás, no por miedo a quedarse solo, sino por todo lo que había entregado de si mismo, de lo que habían logrado juntos arrancándose todos los prejuicios que se habían adherido a ellos con fuerza.

¿Tirar todo eso por una discusión?

No, definitivamente no quería hacerlo así.

—No te voy a mentir, lo pensé y no quiero excusarme en mi enojo, pero así sucedió. Estaba ofuscado y mi mente pensó en terminarlo todo, pero fue momentáneo. No lo mencioné porque realmente no quiero separarme de ti y no es un pensamiento frecuente, han sucedido muchas cosas en poco tiempo y estoy un poco aturdido.—dijo caminando hacia su cama.—Tienes razón y también creo que si yo estuviera en tu lugar me habría enojado al enterarme de que una mínima parte de tu consciencia, tendría como opción separarnos.

Jungkook observó incrédulo al mayor y se acercó a él para tocarle la frente en busca de una explicación a su discurso.

—¿Qué haces, idiota?—preguntó Jimin.

—¿Te has sentido mal estos días? Darme la razón no es algo que hagas con frecuencia. Es incluso algo más extraño que las lluvias en tiempo de sequía.—comentó sentándose a su lado.—A decir verdad, solo estaba tratando de amedrentarte. Si decidías irte, yo hubiese ido trar de ti hasta que cambiaras de opinión.

El rubio soltó una carcajada al aire y tomó el rostro de Jungkook entre sus manos.

—Eso no se dice, imbécil. Tú debes aprender a cerrar la boca, no puedes soltarle tus planes al enemigo así de fácil.—regañó.

—¿Enemigo? No uses esa frase con nosotros, estamos a punto de casarnos.

Un pequeño silencio se apoderó de la habitación y un suspiro del rubio lo interrumpió.

—Es cierto. ¿Cuántos días faltan?

—Nos queda un día y medio. Mañana podemos pasar el día juntos hasta las 6 p.m. y después te veré a las 11 a.m. del día siguiente en nuestra boda. Parece una eternidad, pero son sólo doce horas que realmente no me gustan, aunque mi madre insiste en seguir el protocolo.

—¿Protocolo? No es así como recuerdo el protocolo.

—El de su familia si. Al ser reina, pudo implementar sus propios protocolos.

La mirada de Jimin se perdió en la oscuridad de la habitación que ya era más notoria porque el anochecer estaba haciendo su aparición.

—¿Somos los primeros en seguir este protocolo?—volvió a preguntar.

—No lo creo, hizo esto con papá al casarse.

Una risilla fue la confirmación de que al rubio se le había ocurrido algo.

Antes de levantarse, dejó un beso sobre los labios del menor y se acomodó el sweatter.

—Si tu madre decidió seguir sus propias costumbres, yo también puedo seguir las mías. En mi pueblo, la pareja no se debe separar ni un segundo antes de casarse o tendrá un final terrible.

—¿Te lo acabas de inventar?

—Si.

Luxure ΩDonde viven las historias. Descúbrelo ahora