Jimin pasó los siguientes dos meses sin exposiciones al público, confinado en un enorme palacio y su pasatiempo favorito era ver llegar a su esposo, quien al volver debía contarle cada detalle de su día porque él no podía salir.
—Estoy cansado de esto, mi vientre no ha crecido mucho, debería poder salir con normalidad. No me gusta estar aquí, encerrado como prisionero en este lugar.—se quejó sobre el pecho de su esposo.
—Lo sé, pero sinceramente tengo miedo de los peligros que pueden surgir si se llegan a enterar que estás en espera. No quiero obligarte, no quiero que pienses que solo estoy pendiente del bienestar de los cachorros y no del tuyo. Quiero decir, tu condición ha cambiado, pensé que subirías de peso y aunque tu vientre está algo abultado, tu cuerpo se ha vuelto más delgado y ya no eres tan enérgico como antes. Tus golpes para despertarme en la mañana ya no duelen, tu olor ha cambiado, es casi tan dulce como cuando estás en celo, pero no con tales intenciones, todo esto solo termina por hacerme sentir mucha más responsabilidad por tu seguridad. ¿Lo entiendes? Es temor a perderte porque si hay algo que realmente tengo en cuenta de todas las estupideces que dice tu padre; es que, debo luchar por mantenerte a salvo, no quiero ser él, moriría sin tí.
El rubio se levantó de la cama y caminó hasta el espejo de cuerpo completo, con los cambios en su cuerpo y su constante malestar, había adoptado la manía de vestirse ligero sin importar quién estuviera en el palacio.
—¿Estoy delgado?—preguntó, retirándose la bata que se deslizó sobre sus hombros hasta caer al suelo dejando ver su cuerpo casi, totalmente desnudo. La única prenda que tenía abajo era su ropa interior.
Era cierto, sus brazos habían pedido musculatura al igual que sus piernas y sus ojos resaltaban más en su rostro.
Sus mejillas parecían tener un rosa natural que combinaba con su nariz de botón y sus labios abultados. Sus facciones se veían mucho más delicadas y su estado actual no le permitía cambiar aquella apariencia que gritaba "omega" por todos lados.
—Si, al parecer he cambiado mucho. Y noté que mi condición física no es la misma desde la vez que intenté empujarte mientras dormías porque me estabas asfixiando y no pude hacerlo.—dijo llevando una de sus manos a su mejilla.—Es frustrante pensar en que este cuerpo será lo único que veré hasta un tiempo después del nacimiento de los cachorros.
—Lamento todo esto, debes sentirte incómodo, pero pasará, lo prometo. Por lo pronto, podemos hacer salidas rápidas y con resguardo para evitar cualquier peligro.
Las salidas se volvieron una rutina de los martes y viernes donde solo podían visitar lugares estrictamente resguardados.
El invierno le dio la facilidad de camuflar su embarazo y vivía feliz, pero su padre no perdía el tiempo para decir aquello que se no se atrevía delante de su esposo.
—Es inaudito como es que ese hombre dice protegerte y te lleva a lugares donde pueden sucederte muchas cosas, hijo.—dijo el hombre con una taza de café en la mano.
—¿Por qué siempre nuestras conversaciones tienen que ser tan incómodas? Con tus insinuaciones solo me ridiculizas, él no decide por mí y estoy cansado de ser tratado como un omega sin voz ni voto por el hecho de estar embarazado. No le voy a permitir a nadie un comentario desatinado más.—sentenció el menor levantándose de su asiento para salir sin importarle lo poco que había hablado con su padre.
—No me mires solo a mí con desprecio. Hay muchos que te ven ahora como un omega más, yo solo estoy velando por tu seguridad, en cambio, descarga tu ira con ellos. Se un Luxure Ω tan intimidante como antes de quedar en cinta y evita tu propio peligro que tu marido no podrá cumplir con algo tan simple para el hijo del líder de esta Nación.
Los pasos del rubio se detuvieron y se quedó callado hasta que, finalmente tuvo el valor de hablar.
—¿A qué te refieres?—preguntó aún de espaldas.
—La gente habla de tu desaparicion repentina, hijo. No son tontos, ellos saben que tu marido y tú esconden algo, no será tan difícil averiguarlo. Debes estar preparado para lo que viene.
Su comentario parecía más una advertencia, pero aquellas palabras no venían con un emisor en específico o eso quería creer.
—Papá, estás de mi lado, ¿cierto?—preguntó tomando el pomo de la puerta.
—Siempre estaré de tu lado, se lo que es mejor para tí. Recuerda que yo cuidé de tu madre por mucho tiempo.—respondió con serenidad.
—Lo sé, hablaremos luego, tengo sueño.—finalizó su platica y emprendió rumbo hacia su habitación.
Se sentía mareado, asustado y frustrado por la plática anterior. Pensar en que todos podrían ser posibles enemigos, estaba acabando con su cordura y la gota que derramó vaso fue su repentino e improvisado encuentro con un funcionario de estado en el salón principal.
No llevaba un atuendo adecuado, pero su bata tapaba todo su cuerpo sin problema alguno.
—Buenas tardes.—saludó intentando retirarse a eu habitación por el cansancio que sentía.
El hombre lo estudió de pies a cabeza y cuando notó su vientre abultado, sonrió.
—Alteza, ¿qué clase de atuendos son esos? No deberia vestir así, está usted en palacio. El principe se avergonzará de usted cuando le cuente.—mencionó logrando que Jimin hiciera una mueca de disgusto.
Aquel hombre se había tomado atribuciones que no le competían.
—¿Se da cuenta de a quien tiene en frente? Tenga cuidado con sus palabras que mi vestimenta no es de su incumbencia y si no quiere tener problemas, mejor cierre la boca.—advirtió.
Por un segundo, pensó que habia sido demasiado duro y reconsideró sus palabras, pero el ardor en su mejilla hizo que cada fibra de su cuerpo se encendiera.
¿Era esa la vida de un omega? ¿Ser golpeado y maltratado por otros con más fuerza?
Mátalo.
El impacto hizo que retrocediera de manera intempestiva, pero recobró el equilibrio y se detuvo alzando la vista hacia al frente.
—Se que el principe no lo ha disciplinado, pero le aconsejaré que aproveche estos meses que se encuentra en cinta para hacerlo. Soy un alfa, sus palabras no pueden dirigirse a mí con tal descaro, debe aprender a respetarnos como seres superiores.—dijo acomodando su saco.
Era cierto, no podía golpearlo y tenía prohibido por indicacion médica usar sus feromonas con el afán de intimidar porque esto podria hacerle daño a los cachorros, pero aquella ofensa no se la perdonaría.
No les sucederá nada, solo déjame matarlo.
—Señor, ¿ha escuchado usted sobre el cuento del flautista de Hamelin?—preguntó alzando la manga de su bata.—Creo que sí...—se respondió a si mismo tomando su mejilla enrojecida entre sus manos.—...es un cuento muy popular y divertido, me encantaría recrearlo. ¿Qué dice usted? ¿Sería bueno conmigo y me ayudaría?—preguntó soltando su aroma a diestra y siniestra con una fuerza arrolladora que rápidamente logró hacer sangrar la nariz del alfa.
—¿¿Qué estás haciendo?!—exclamó asustado, pero no logró mantenerse de pie y cayó al suelo de rodillas al suelo.—¡Detente bestia!—gritó habuendo reír al rubio.
—Es gracioso que use tal adjetivo conmigo, estoy seguro de que queda más con usted, señor. Le recuerdo que acaba de golpear a un príncipe aprovechándose de su vulnerabilidad.—dijo llevando una de sus manos al cabello del contrario para levantar su cabeza.—Debes observar como me apodero de tu mente hasta que te conviertas en titere y pueda obligarte a romper cada uno de tus huesos.
El rostro horrorizado del funcionario no hizo más que avivar las llamas de la furia en el pecho del menor, quien no dudó en ordenarle que se rompiera dos dedos en cada mano.
—¿Seres superiores?—dijo sonriendo ante los gritos del viejo.—Solo son puras estupideces, ustedes no son más que presas.
Varios pasos acelerados se escucharon acercándose al salón principal avecinando un verdadero problema.
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Luxure Ω
FanfictionLos alfa han gobernado por siglos a la gran Pangea en la cima de las especies como la más poderosa. Betas u omegas nunca pudieron enfrentarse a su evidente supremacía en todos los ámbitos. Si bien es cierto, existía una denominación de omega que pod...