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Bruce Banner dió las indicaciones que necesitaba para realizar el viaje de manera cronológica, mientras oía Steve dejó la maleta en su mano y Sam veía con una sonrisa socarrona desde la distancia. Bucky trató de aguantar las ganas de golpearlo. Su cabello había sido recortado recientemente por Natasha, aún le causaba cierta incomodidad haber dejar su cabello largo pero se acostumbraría, él siempre lo hacía.
Steve le dió un abrazo antes de voltear para acompañar al resto del equipo metros más allá. Un minuto y estaría de vuelta.
Al menos, según ellos.
Después de sentir el gancho en su estómago y caer sobre sus rodillas al suelo, Bucky trato de aguantas las ganas de vomitar. Había sido su primer viaje en el tiempo y esperaba ser el último. Se levantó con sus piernas aún débiles y se impulso para caminar con rapidez al lugar que Steve indicó, dejó la gema en su lugar y se marchó con las siguientes hasta dejar la última. Había sido fácil. Tomó la última cápsula y se encamino a su último viaje.
Brooklyn se veía diferente, incluso por un momento pensó en que estaba cometiendo una locura y se sintió fuera de lugar. Ya no era un muchacho como la última vez que piso su estado natal, era un adulto (de más de cien años). Sus facciones eran maduras, sus pensamientos eran diferentes, él era un persona completamente diferente. Tomó el papel que tenía en su bolsillo y siguió la dirección. Su cuerpo entero temblaba, apretó su chaqueta mientras caminaba a paso rápido, el reloj de una tienda marcaban las 23:34. Veintiséis minutos. Comenzó a caminar más rápido cuando vio a la gente comenzando a salir de sus casas. Sus vestimentas eran diferentes y sintió nostalgia al notar cuánto tiempo se le había arrebatado. Se acercó a una pareja y les preguntó la hora:
— ¡Las once con cuarenta y cinco, amigo! —gritó sobre el ruido el hombre. Tenía puesto un gorro verde y una corbata sobre su gruesa chaqueta. El hombre tenía un halito con un deje de alcohol. Le agradeció antes de seguir su camino, aún le faltaban más de diez cuadras y solo tenía quince minutos para recorrerlas tratando de esquivar a toda la gente. Algunos reian fuerte, otros escuchaba música mientras bebían y fumaban, otros solo conversaban. La mayoría estaba acompañados.
— ¡Diez! —escuchó el grito general y el pánico recorrió su cuerpo, corrió los últimos metros.
— ¡Nueve!
Empujó con algo de brusquedad a un hombre pero no pareció darse cuenta.
— ¡Ocho!
— ¡Siete!
Vió el cabello, tocó su hombro pero al darse vuelta la mujer no era ella. Se disculpó y miró los miles de rostros desconocidos.
— ¡Seis!
— ¡Cinco!
Siguió buscando pero no estaba dando resultado.
— ¡Cuatro!
Una mano tocó su hombro, dió la vuelta asustando a la persona. Sus ojos escanearon el rostro que tanto había extrañado, al igual que él su rostro había logrado facciones maduras.
— ¡Tres!
Ella dejó escapar una risa, incapaz de creer que fuera realidad, incluso tocó su rostro pensando que era de mentira.
— ¡Dos!
—He vuelto —dijo por fin él.
— ¡Uno! ¡Feliz año nuevo! —gritó la multitud. Ella no dijo nada, simplemente tomó el rostro de él y besó sus labios con la misma intensidad de su despedida, sólo que está vez él no se volvería a ir.
