La abuela

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Capítulo uno

Nadia trabajaba en una tienda departamental, como toda joven estudiante universitaria necesitaba el dinero para pagar sus estudios. Sus padres habían fallecido cuando ella era pequeña y solo tenía a su hermano Nathaniel, quien en este momento se encontraba fuera del país trabajando. Por lo que dedicaba su tiempo al estudio cuando podía rendir una que otra materia. Y a trabajar todo lo que podía en esa tienda. Aunque a Nadia no le gustaba ese lugar, ya que muchas de las empleadas solían tratarla mal. Sobre todo, su jefa.

Un día, cuando Nadia se encontraba en su descanso, una anciana pasó a su lado y se puso a hablar con las personas que estaban frente a ella. Nadia trataba de estudiar, por lo que no le prestó demasiada atención hasta que las jóvenes en la mesa de delante de ellas empezaron a tratar mal a la anciana.

—Déjanos en paz vieja roñosa —dijo una de ellas

—Disculpe señorita. No es mi intención molestarla, pero no tengo dinero y mi casa queda muy lejos de aquí. Si tan solo pudiera prestarme dinero. Prometo que apenas llegue a mi casa, enviaré a alguien para que se lo devuelva —dijo la anciana de manera muy amable pese a cómo la estaban tratando.

—no escuchaste a mi amiga. Te dijo que te fueras vieja loca —dijo otra de las chicas.

Nadia no pudo soportarlo más y se puso de pie para acercarse a ellas. Sabía que no debía meterse, ya que si la venia su jefa se metería en problemas. Puesto que ella, al ser personal del shopping, no podía discutir con los clientes. Aunque no estuviera trabajando.

—Disculpa abuela. Porque no vienes conmigo —dijo Nadia de la manera más amable que le salió, por el hecho de que estaba enojada con las chicas.

—Si llévate a esa vieja roñosa de aquí —dijo la última chica de la mesa.

Nadia no hizo caso a las muchachas y ayudó a la anciana a sentarse con ella. Después de eso le preguntó si quería beber algo y cuando esta le dijo que si muy entusiasmada. Nadia sintió que se derretía por dentro. La anciana era muy tierna y amable. Ella habría dado cualquier cosa por tener una abuela como ella. Así que fue a buscarle un té con leche y de paso le compró unas medias lunas.

—Aquí tienes abuela —dijo Nadia con una sonrisa. La joven de cabello castaño claro y ojos marrones parecía feliz al ver la emoción de la mujer al tomar la merienda con ella—. Mi descanso está por terminar, pero dígame. ¿Necesita algo más?

—Me da vergüenza pedirte algo querida. Has sido tan amable con esta vieja ridícula que no podría —dijo la anciana.

—Por favor, solo dígame. Por accidente escuché que no tiene cómo volver a su casa —dijo Nadia tratando de simpatizar con la mujer.

—Sí, mi nieto me tenía que venir a buscar, pero no pudo. Y un automóvil mojó mi ropa mientras esperaba un taxi. Al parecer, en algún momento se me perdió mi billetera y mi teléfono. Ahora no hay nadie en mi casa. Si vuelvo con mi nieto se enojará conmigo por haber perdido esas cosas.

—Entiendo. ¿Recuerda el número de su nieto para que lo llamemos para decirle que es necesario que la venga a buscar? —le preguntó Nadia.

—Es que no quiero preocuparlo. Ya que tiene mucho trabajo —dijo la anciana.

—Está bien. ¿Dónde vive? Tal vez pueda prestarle el dinero que necesita —dijo Nadie incómoda. No llevaba mucho dinero, puesto que debía pagar el alquiler de su casa. Si la anciana vivía muy lejos, era probable que tuviera que sacar de ese dinero para poder pagarle el taxi.

Cuando la mujer le dio la dirección, Nadia la coloco en su aplicación para pedir el móvil. Y lamentablemente salía muy caro poder pagar un taxi hasta la casa de la mujer. Le costaría casi la mitad de su alquiler. Algo que no podía permitirse.

—No sé cómo decirte esto, abuela. Tu casa queda muy lejos. Y no tengo tanto dinero para prestarte —Camila sabía que no sería un préstamo, ya que era poco probable que volviera a ver a la anciana.

—No te preocupes mi niña. Ya hiciste mucho por mí. Ahora mi ropa ya se ha secado y bebí un rico té caliente. Así que ve a trabajar. Yo encontraré a alguien que pueda ayudarme —dijo la anciana con una sonrisa.

Nadia se fue, pero con un malestar en el estómago. Mientras trabajaba seguía viendo a la anciana dando vueltas por el lugar. Nadie parecía poder ayudarla.

—Ya llamé a los de seguridad para que se lleven a esa vieja loca —dijo una de sus compañeras.

—Bien hecho, Fernanda —dijo su jefa mientras contaba que la anciana le había pedido dinero.

Nadia no podía creer que fueran tan crueles con la pobre mujer. Cuando uno de los guardias se acercó a la anciana para pedirle que la acompañara fuera de ese sitio, Nadia no pudo evitar ir a ayudarla.

—¿A dónde vas Nadia? Tu turno todavía no terminó —le dijo Fernanda al notar que dejaba su puesto de trabajo.

Aun así, Nadia no la escuchó. Una vez que llegó al lado de la anciana escuchó decir al guardia que llamaría a la policía si la mujer no se iba.

—Espera Noel —dijo Nadia cuando vio que conocía al guardia.

—Nadia. ¿Qué ocurre? —dijo él sorprendido.

—Conozco a la señora. No llames a la policía —dijo ella y le dio la mano a la anciana.

—¿Es pariente tuyo? —le preguntó el guardia intranquilo. Sabía que Nadia era una chica de buen corazón, pero tenía órdenes de sacar a la anciana.

—Es como mi abuela. Tuvo una mala pasada hoy por lo que me estaba esperando a que terminara mi turno para que le diera el dinero que necesita para irse a casa —le dijo Nadia al guardia.

—Esta mujer estaba molestando a los clientes —dijo él de manera severa.

—Lo siento. Es mi culpa. No sabía si traía suficiente dinero y ella habrá querido conseguirlo por su cuenta —explicó Nadia al guardia—. Pero aquí está. Toma abuela. Ahora ve a casa.

Después de decir eso, la anciana la abrazó. Estaba muy feliz por la ayuda que Nadia le estaba dando. Ya que había pensado que sería más sencillo volver a su casa. Sin embargo, nadie la había querido ayudar ni escuchar por la forma en la que lucía su ropa.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora