La resaca

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Capítulo veintiuno

Una de las mucamas fue al dormitorio de Nadia. Ella se encontraba estudiando con algunos libros cuando esta le pidió que bajara a recibir al señor Ulises. Nadia caminó por los pasillos en bata, estaba preocupada por la cara que había puesto la mujer.

Al llegar a la entrada vio a los dos hombres completamente ebrios. Pagó el taxi y le pidió disculpas al taxista por tener que escoltarlos hasta la puerta.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó ella.

—Fue su culpa. Mi trabajo es seguir órdenes —dijo Ángel en su defensa.

—Eso es mentira. Siempre quieres quedar bien con Nadia. Él era quien me retaba a seguir bebiendo. Te lo juro mi vida —dijo Ulises y Ángel empezó a reírse.

—Se está desubicando, señor Ulises —dijo Nadia al notar que trataba de ponerse romántico con ella delante de Ángel y la mucama.

—Gracias por la ayuda Margarita. Desde ahora yo me haré cargo de los señores ­—dijo está para que la mucama se fuera. Prefería lidiar sola con ellos a que toda la mansión se enterara de lo que acababa de pasar.

—¿Por lo menos pueden caminar? —preguntó ella.

—Más que caminar quisiera...–dijo y Ángel empezó a reírse—. Señor Ulises se está desubicando.

—Solo dame un beso princesa malvada —dijo tratando de acercarse a ella. Pero antes de que llegara recibió una bofetada en la cara.

Al otro día Nadia estaba desayunando cuando Ulises se levantó y fue hasta el comedor.

—Buenos días —dijo Ulises pese al dolor de cabeza que tenía.

Nadia siguió desayunando sin siquiera saludarlo. Prefirió ignorarlo.

Ángel era otro rezagado que llegaba a la mesa, parecía atropellado por una estampida de animales. El alcohol le había dejado una hermosa resaca.

—Hola, Nadia —dijo y se dio cuenta de que la cabeza le iba a explotar en cualquier momento.

Ella se puso de pie y después de hacer que les sirvieran el desayuno a los dos se fue al jardín.

—¿Qué pasó? —preguntó Ángel, pero la mucama no dijo nada. Solo se fue después de que Nadia saliera de la cocina.

Ulises estaba igual que Ángel, ni siquiera recordaba cómo habían vuelto del bar.

—Pensé que tú nos habías traído —dijo Ángel mientras tomaba un analgésico —¿Nadia se habrá enojado por lo que hicimos anoche?

—No lo sé. Pásame algo para el dolor de cabeza. Una vez que sienta que al hablar no me martillan la cabeza iré a hablar con ella —dijo Ulises deseando apagar las luces.

Nadia estaba en el jardín juntando girasoles para los jarrones. Siempre le habían gustado las plantas, La ayudaban a relajarse cuando estaba preocupada por algo. Ya que ahora no solo estaba enojada con Ulises, le preocupaba lo que pudiera pasar si se enamoraba de él. Siendo el magnate que era. Su familia no aceptaría que se casara con una mujer como ella.

Nadia recordó una canción de Laura Pausini y comenzó a cantarla.

Quiero decirte que te amo
Quiero decirte que eres mío
Que no te cambio por ninguno
Que por tenerte desvarió
Quiero decirte que te amo
Porque eres tan igual a mi
Cuando por nada discutimos
Y luego te cierras en ti
Del peor de mis fallos
De un error por el que pague
De un teléfono del centro
De mis ganas de vencer
De la dicha que siento
Y de esta fiebre mía por ti
Desde que me enseñaste a sonreír

Quiero decirte que te amo
Quiero decirte que estoy aquí
Aunque me aleje de tu lado
Tras la ventana de un taxi
Debo decirte que te amo
Porque es mi única verdad
Tú no me sueltes de la mano
Aunque podamos terminar

Desde el blanco de la página
Desde mi fragilidad
Desde mi carta te cuento de mi sinceridad

Quiero decirte que te amo

Quiero decirte que eres mío...

—¿Qué cantas? —preguntó Ulises.

Hacia un par de estrofas atrás que había llegado, pero no había querido interrumpirla hasta que se dio cuenta de que ella se iba a dar cuenta de que él estaba ahí. Trató de acercarse a ella para besarla, le había gustado mucho escucharla cantar, pero ella lo rechazó.

—No hay reporteros. ¿Por qué me alejas? —preguntó confundido.

—¿Recuerdas lo que hiciste anoche? —preguntó ella molesta.

—Solo fuimos por unas copas. ¿Llegamos muy tarde? —preguntó tratando de entender cuál era la razón de su enojo—. Espera, por favor.

Él le agarró la mano para que ella no se fuera. Necesitaba explicarle.

—Hace años que no salgo con Ángel. Tal vez nos pasamos de copas, pero si hice algo mal te pido que me disculpes. No fue mi intención —dijo tratando de que ella le hablara.

—Dime algo Ulises, ¿le dijiste a Ángel algo de lo nuestro? —preguntó ella sería.

Ulises quería hacer las cosas bien. Sabía que estaba en problemas y no quería mentirle. Aunque no recordaba lo que había hecho el día anterior después de salir del bar. Por lo que prefirió decirle la verdad, aunque eso hiciera que ella se enojara más.

—Sí, le conté. Pero es mi amigo, no dirá nada —dijo Ulises tratando de justificarse.

—Lo nuestro no puede saberse. Si no puedes ocultárselo a él ya no sé si puedo seguir confiando en ti —dijo ella terminantemente.

—Nadia, ¿No te parece que estás exagerando? Ángel nunca me traicionaría. Por favor, te pido que confíes en mi —le dijo Ulises.

—Está bien. Espero que no te equivoques en eso. Ahora hablemos de lo que pasó anoche —dijo y comenzó a caminar por el jardín.

Nadia comenzó a contarle las locuras que él y Ángel habían hecho la noche anterior. Ulises se mostraba avergonzado. Incluso se habían sacado la ropa y habían cantado sobre el sofá en ropa interior y habían ido hasta la cocina a prepararse lo que ellos llamaron superpoderoso de chocolate. Se habían comido una cebolla con una baja de chocolate y leche de almendras batida en la licuadora. Incluso les mostró un video de ellos tratando de abrir la puerta de sus habitaciones con llaves imaginarias. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora