El malestar de Nadia

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Capítulo cincuenta y ocho

Ulises había tenido que llamar a Nathaniel para que hablara con Nadia, ya que ella no quería verlo después de que unos reporteros le hicieran preguntas dolorosas sobre su relación con él.

—Escucha, juguemos un juego. Dime que cosas crees que te gustarían de ser madre —dijo Nathaniel a Nadia para ayudarla a salir de su bucle de prejuicio y dolor.

—No lo sé —dijo ella enseguida.

—Ninguno de los dos tuvimos madre. Aun así, pienso que tú serias una gran mamá. Sé que lo harás bien. Ya que sabes querer y cuidar de otros. Tienes buenos instintos con las personas —dijo Nathaniel sonriendo—. ¿Recuerdas la vez que me dolía el estómago? Cuando éramos chicos...

—Sí, tu padre nos mandó a dormir —dijo ella inquieta.

—Sí. Y al otro día en la escuela seguía mal y nadie me ayudaba porque consideraban que fingía para no hacer el examen —dijo Nathaniel entusiasmado porque la cara de Nadia iba mejorando—. Pero tú confiaste en mí e hiciste que me revisaran. Gritaste y lloraste que no les quedó otra opción y tuvieron que prestarme atención.

—Ni me lo recuerdes —dijo ella al traer esas imágenes en su cabeza.

—Pero gracias a ti me detectaron apendicitis —dijo él abrazando a Nadia nuevamente.

Ellos se quedaron hablando hasta que ella se quedó dormida. Luego Nathaniel se aseguró de ponerle un cobertor encima y salió de la habitación. Ulises lo esperaba en el living.

—¿Cómo sigue ella? —preguntó Ulises angustiado.

—Está mejor —dijo Nathaniel tomando un trago que su cuñado le había preparado.

—Gracias por haber venido —dijo Ulises más tranquilo.

—Lo hice por ella —recalcó Nathaniel.

—Sé que no te agrado. Aun así, aprecio mucho lo que hiciste —dijo Ulises suspirando

—Escucha, Nadia siempre se ve como si fuera una chica feliz. Eso no quiere decir que no sufra. Ella es fuerte, pero necesita que quienes estén a su alrededor la apoyen —dijo Nathaniel sin poder evitarlo—. ¿Entiendes eso?

—Lo tendré en cuenta —dijo Ulises molesto. No le gustaba no haber podido consolar a su esposa y menos tener que recibir consejos de Nathaniel.

—Cualquier cosa que Nadia necesite llámame —dijo y dejó la bebida sobre la mesa y se puso de pie.

—Lo haré. Gracias de nuevo —dijo Ulises acompañándolo hasta la puerta.

—Uno acosa más —dijo Nathaniel y se detuvo en la entrada—. Deja de enviarle dinero a mi padre. Si Nadia se entera se enojará mucho.

—¿Por qué le molestaría? —preguntó Ulises confundido.

—Si quieres saberlo deberías hablarlo con ella —dijo Nathaniel y se fue.

Mientras Nathaniel salió, Ángel venía con unas cajas. Se saludaron y este entró al departamento. —Ulises, la señora quiere que te entregue esto —dijo y dejó las cajas sobre la mesa del living.

—Si tiene que ver con bebés colócalos donde Nadia no pueda verlos. No quiero que toda esta situación la siga estresando —le aclaró Ulises.

Ángel hizo lo que Ulises le pidió y llevó todas las cajas a una de las habitaciones de huéspedes.

Nadia se despertó y al no encontrar a su hermano a su lado lo llamó, pero cuando este no le respondió fue a buscarlo. Al llegar al living se encontró con Ulises.

—Cariño, ¿estás mejor? —preguntó él al verla despierta.

—Sí, ¿Naha ya se fue? —preguntó ella mirando para todos lados.

—Sí, lo siento. Él tenía que irse a trabajar —dijo Ulises conteniendo sus celos. Ya que sabía que no era buen momento para mencionarlos.

—Entiendo, ¿y tú porque no fuiste a trabajar? —preguntó ella al ver la hora.

—Quería acompañarte a buscar los resultados ­—dijo y se puso de pie junto a ella—. Escucha cariño, lamento haberme entusiasmado demasiado con lo del bebé. Sé que todavía no hemos hablado seriamente del tema. Pero adoraría tener hijos contigo. Quiero ver tu barriga crecer y que salga vida de ti. Alguien que sea parecido a los dos. Que sea tuyo y mío.

Nadia lo miró. Ulises parecía emocionado.

—Lamento si mi manera de ser te hizo sentir mal. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti y respetaré tu decisión cualquiera que sea —dijo Ulises y Nadia lo abrazó.

—Gracias por entenderme. Aun así, si estoy embarazada lo tendremos —dijo ella sintiéndose satisfecha.

Si bien la aterraba la idea de ser madre. También Ulises había logrado entusiasmarla con todo lo que le había dicho.

Ella se cambió de ropa y fueron con Ulises al hospital. Cuando le entregaron los resultados, Nadia abrió el sobre y lo miró. Sonrió y luego miró a Ulises.

—¿Y? —preguntó él muy nervioso.

—No estoy embarazada —dijo ella mucho más tranquila ahora que las pruebas habían dado negativo.

Aunque Ulises parecía algo decepcionado al principio. Después de ver a su esposa, y entender que eso la hacía feliz, se dio cuenta de que había sido lo mejor para los dos.

—Ahora viene la parte más difícil —dijo ella mirando a su esposo con preocupación—. ¿Quién le dirá a la abuela que no tendrá un nieto?

Ulises sonrió y le pidió que no se preocupara. Él sería quien le diera la noticia de que preferían esperar un poco más para ser padres.

—Gracias por apoyarme —dijo ella feliz de tener a Ulises a su lado.

—Sabes que te amo —dijo él y la besó en los labios.

—Sí. Pero sé que querías un hijo —dijo ella incómoda.

—Tenemos mucho tiempo. Además, así podremos seguir practicando —dijo él con una gran sonrisa—. ¿Qué dices?

—Me encantaría —dijo ella y lo besó.

—Esa es la esposa que tanto amo —dijo él y ambos subieron al automóvil y volvieron a casa.

Cuando llegaron a la puerta de su departamento vieron la silueta de una persona.

—Hola, hermano —dijo un hombre de cabello cobrizo.

Era alto, casi le llevaba una cabeza a Ulises. Parecía basquetbolista.

—¿Dionisio? —preguntó Ulises sorprendido—. ¿Qué haces aquí?

—Me enteré de que te casaste —dijo y miró a Nadia de arriba a abajo—. Quería conocer a la afortunada que me quitó a mi hermanito mayor–dijo con una sonrisa irónica.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora