Malos entendidos

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Capítulo tres

Nadia camina hacia la salida junto a la anciana. Esta le pedía disculpas por la situación en la que había puesto a la joven.

—Quiero que te quedes tranquila. Yo te ayudaré —dijo la anciana.

—Gracias, abuelita. Pero no quiero molestarte. Debes tener muchos problemas para tener que hacerte cargo de mí también —dijo Nadia mientras pensaba como haría para sobrevivir el resto del mes.

Si bien podía pedirle dinero a su hermano para pagar el alquiler, aún tenía que sobrevivir el resto del mes. Tenía que conseguir otro trabajo urgente.

—Es que en verdad quiero hacerlo. Además, creo que me malinterpretaste un poco estos días —dijo la anciana junto a un automóvil el cual parecía estar esperando a alguien.

Un joven rubio de ojos azules bajó del coche. Llevaba un traje del color de sus ojos.

—Buenas tardes. Adelante —le dijo a Nadia invitándola a subir al coche.

Esta miró a la anciana quien sonreía.

—Vamos, querida. Quiero que tomemos el té juntas. De paso te contaré de que se trata el trabajo —dijo la anciana y después de que Nadia subiera al coche lo hizo ella.

Nadia no podía suponer lo que estaba pasando. En parte no entendía si estaba siendo secuestrada, si era solo un chiste o tal vez existía una mínima posibilidad de que esto fuera real.

—No vine a devolverte el dinero hasta hoy porque mi nieto estuvo internado. El muchacho no sabe cuidar de sí mismo. Se la pasa todo el día haciendo cosas y se olvida hasta de bañarse. Estuvo casi tres días sin comer o dormir. Por lo que terminó desmayándose. Así que estuve con él en el hospital estos días. Le vendría bien alguien que estuviera ahí para ayudarlo —explicó la mujer mientras le daba un sobre a Nadia.

Esta seguía mirando el coche, se notaba que era un vehículo de alta gama. Seguramente era muy costoso. Nunca había estado dentro de un automóvil así.

—¿Qué tiene el sobre? —preguntó Nadia.

—Es el dinero que me prestaste pequeña —dijo la mujer con amabilidad—. Si decides aceptar el empleo será tu paga diaria.

La mujer le estaba diciendo que lo que ella ganaba en una semana, si aceptaba cuidar a su nieto lo ganaría en un día. Era algo que Nadia no podía creer aún. Ese niño tenía que ser muy travieso.

—Después de verte enfrentar a tu jefa, hoy veo que eres la indicada —dijo la anciana.

—Yo. ¿La indicada para qué? —preguntó Nadia tratando de prestarle atención porque, por lo que podía observar por la ventanilla, habían salido de la ciudad y estaban entrando a una zona residencial muy costosa.

—Me demostraste que tienes un carácter fuerte. Y eso es lo que necesita mi nieto, alguien con carácter —dijo la mujer y el automóvil se detuvo.

Nadia no podía considerarlo. No solo habían entrado en un barrio privado, sino que se habían detenido junto a un porto gigante de color negro. Detrás de él había un jardín gigante lleno de flores y una fuente enorme en el centro. Ella podía reconocer la obra por un trabajo que había hecho en la facultad. Era una obra que valía millones. Detrás de la fuente se veía una mansión enorme de color crema con columnas antiguas. Parecía que había sido construida hacía unos cuantos años. Pero sus características eran mucho más antiguas.

—Llegamos, señora De la Renta —dijo el muchacho que las había llevado.

—Espere, abuelita... ¿Usted es de la familia De la Renta? —Nadia había escuchado el nombre de esa familia en una revista. Al parecer eran una de las familias más adineradas del país.

La mujer sonrió mientras entraba a la casa. El joven que las acompañaba la ayudó a sacarse el saco. Debajo de él llevaba ropa muy elegante. La ancianita que en un primer momento le había parecido indefensa ahora mostraba un porte que jamás había visto antes.

—Ulises, ven aquí, hijo. Quiero presentarte a alguien —dijo la mujer al ver que su nieto bajaba por las escaleras.

—¿Dónde estabas mamá? Te estaba esperando para saludarte. Tengo que ir a trabajar —dijo el joven sin prestar demasiada atención mientras que se acercaba a ella.

—Cariño, acabas de salir del hospital. Por favor, quédate un día más en casa —le pidió la mujer mientras este le daba un cálido beso en la frente.

—Mamá, sabes que debo ir. No puedo retrasar más mi regreso. El lugar es un caos en este momento. No puedo dejar a nadie más a cargo de mis responsabilidades —argumentó el joven después de acariciar el rostro de la mujer. En verdad se notaba cuanto la quería.

Nadia miraba la escena a un lado. Sin interferir. Ya que aún no podía comprender que se suponía que hacía ahí.

—Por favor. Hazlo por mí. Sabes que ya estoy vieja para estas cosas. Necesito saber que estarás bien en mi ausencia —dijo la mujer tratando de apelar a la buena voluntad de su nieto. Ella sabía que si hacia eso podía convencerlo.

—Además, traje a mi amiga para que te conozca. No puedes dejarnos así —dijo la mujer tratando de generar lástima en su nieto—. Podrías tomar el té con tu anciana abuela.

Ulises miró detrás de su abuela esperando encontrarse con una mujer mayor acompañando a su abuela. Para su sorpresa quien acompañaba a la anciana era una hermosa joven de curvas llamativas.

—Mamá, ¿Quién es esa chica? —preguntó Ulises al oído de su abuela.

No pudo evitar sentir curiosidad por ella. Pese a cómo iba vestida se notaba que era una joven muy bella.

—No seas descortés hablando de esa manera —le llamó la mujer la atención al muchacho—. Te la presentaré, ella es mi amiga.

La anciana invitó a Nadia a acercarse a ellos. La joven lo hizo de manera tímida, ya que ese hombre de traje imponía cierta sensación de respeto.

—Disculpe mis malos modales —dijo él con una sonrisa que deslumbró a la joven.

Hasta ahora había podido ver su rostro serio, y la forma en la que cariñosamente trataba a su abuela. Pero él también podía sonreír de manera encantadora, al parecer.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora