Una trampa

927 61 0
                                    

Capítulo sesenta y cuatro

Nadia continuo al teléfono hasta que Dionisio pudo verla. Entonces colgó e hizo como si siguiera bebiendo.

—¿Ya te están molestando? —preguntó Dionisio mientras se acercaba a la mesa para sentarse.

—No. Solo me avisaba Ulises que va a estar trabajando hasta tarde —dijo ella inquieta.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Dionisio.

—No, pero me cuesta estar sola en casa todavía —dijo Nadia y volvió a beber.

—Si quieres puedo hacerte compañía hasta que Ulises vuelva —le ofreció Dionisio con una sonrisa.

Nadia lo miró como si se sintiera feliz.

—Eso me gustaría mucho —dijo y Dionisio pidió la cuenta.

En ese momento el mozo les trajo la cuenta y otro trago. Ya le habían llevado varios tragos de cortesía a Nadia.

—Parece que los muchachos no me ven como competencia —dijo Dionisio entre risas.

Nadia le dio las gracias al mozo y le pidió que devolviera el trago. Ella no había aceptado ningún regalo de los comensales del local.

—No soy yo. Es este vestido —dijo ella entre risas.

Dionisio llevó a Nadia en un taxi porque él también había bebido un poco.

—Llegamos —dijo Dionisio cuando bajaron del ascensor.

—Gracias por traerme —dijo Nadia con las mejillas rosadas—. Creo que bebí de más.

—Así parece —dijo Dionisio al ver que se tambaleaba un poco al entrar.

—¿Quieres un café? —preguntó ella mientras se quitaba los tacos.

—No pienso que puedas prepararlo —dijo él al ver cómo le costaba quitarse los tacos—. Deja que yo me encargue

—Está bien. Iré a ponerme algo más cómodo o moriré. Este vestido es bello, pero es demasiado ajustado —dijo ella y empezó a caminar hacia su dormitorio.

Dionisio se dio cuenta de que la tenía para él solo. Sí, quería vengarse de su hermano, tenía que hacerlo ahora. Aunque no estaba seguro hasta donde Nadia se animaría a llegar porque parecía estar muy enamorada de su hermano.

Cuando Nadia volvió llevaba un camisón con short de puntillas que no era sensual a no ser porque su busto era grande para su talle de torso y llamaba la atención. Dionisio no pudo evitar mirar sus largas y voluptuosas piernas.

—¿Todo bien? —preguntó Nadia al ver cómo este se había quedado mirándola.

—Sí. Voy por el café —dijo él, incómodo ya que Nadia se había percatado de su forma indiscreta de comerla con los ojos.

Dionisio trajo al living el café para ambos. Nadia se acercó y tomó el suyo, pero estaba muy caliente.

—Creo que debo esperar. Gracias por prepararlo —dijo ella mientras apoyaba su cabeza en el sillón. Parecía cansada.

—Nadia, tengo curiosidad. ¿Tú dirías que amas a mi hermano? —preguntó él acercándose de a poco a ella.

—Claro —dijo ella sonriendo con los ojos aún cerrados.

—Supongo que aún no conoces todos sus defectos —dijo Dionisio con ironía.

Nadia abrió los ojos y vio a Dionisio a su lado. Ella arrimó su rostro al de Dionisio y sonrió, parecía ebria.

—Me gusta que se esfuerce por ser mejor persona —dijo ella y acarició la cara de Dionisio—. Como hacemos todos. Si fuera perfecto me daría envidia, ya que yo tengo muchos defectos.

—¿Y piensas que él ha cambiado? —preguntó Dionisio.

Nadia cayó sobre Dionisio. Había cerrado los ojos y esto hizo que él se tentara y deseara besarla. Ya no por venganza a su hermano, sino porque ella le parecía una chica atractiva.

—Nadia, ¿si yo te besara te molestaría? —preguntó él sabiendo que iba a arrepentirse.

—Todo lo que haga sufrir a Ulises me hará sufrir a mí —dijo ella mientras se acurrucaba en los brazos de su cuñado.

Dionisio no pudo besarla. La llevó al cuarto entre sus brazos y la recostó en la cama. Él sabía que podía hacer lo que quisiera con ella. Ya que estaba ebria y dormida. Pero él no era esa clase de persona. Nunca había obligado a una mujer a estar cerca, ni a hacer algo. Y no iba a empezar ahora.

Al salir de la habitación se encontró a Ulises y se asustó.

—No le hice nada. Solo cenamos y la traje a casa —dijo Dionisio sin saber por qué se estaba justificando.

En realidad, no quería que Nadia tuviera problemas por confiar en él. Esto despertaba un nuevo sentimiento en Dionisio. ¿Sería de protección?

—No necesitas decírmelo. Sé lo que mi esposa hace y cómo se comporta —dijo Ulises a su hermano.

—Solo digo... —dijo Dionisio sin terminar. Le sorprendía la actitud de Ulises. En el pasado se hubiera enojado por mucho menos.

—Gracias por traerla a casa. Ahora estoy cansado, si no te molesta —dijo insinuándole que quería que se retirara.

Dionisio escuchó a su hermano sorprendido. Ulises acababa de darle las gracias. Por primera vez en muchísimos años. ¿En verdad había cambiado? ¿Era eso posible?

Dionisio se marchó y Ulises entró rápidamente en la casa. Confiaba en Nadia, pero, aun así, deseo verla para estar tranquilo. Esta se había cambiado mientras ellos habían estado hablando. Ahora llevaba un conjunto extremadamente provocador. Ulises la vio y se sorprendió por lo hermosa que ella lucia.

—¿Llevabas esto puesto y mi hermano no trató de hacerte nada? —preguntó Ulises mientras acariciaba la cintura de su esposa.

—Así es —dijo Nadia sonriendo. Era una mentira piadosa, pero valía la pena si lograba que Ulises no odiara tanto a su hermano.

Aunque ella se dio cuenta de que le parecía atractiva a Dionisio. Él se había comportado como un caballero y no se había aprovechado de la situación. Trataría de no ser tan cariñosa con él para que no confundirá su trato amistoso con otra cosa. Aunque esperaba que Ulises y él pudieran reconciliarse.

—Estás hermosa, mi amor —dijo Ulises y la besó.

—Gracias, cariño. Ahora que sabes que tu hermano no quiere hacerme daño. ¿Me dejarás seguir viéndolo? —preguntó ella tratando de persuadir a Ulises.

—Sé que me arrepentiré de esto, pero sí. Confío en ti —dijo Ulises y la llevó al cuarto. Deseaba hacer otra cosa y no charlar de Dionisio.

—Ojalá algún día ustedes puedan llevarse mejor —dijo ella mientras que él empezaba a quitarle la ropa.

—Dime. ¿Te hiciste la chica inocente con él? —preguntó ignorando lo que Nadia había dicho. Estaba más concentrado en sus pechos y su hermosa silueta.

—Sí. ¿Quieres que actúe contigo también? —preguntó ella de manera pícara.

—La verdad es que me encantaría —dijo él y esa noche ninguno de los dos durmió.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora