No puedes controlarla

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Capítulo treinta y ocho

El viernes por la tarde Ángel y Ulises estaban practicando tenis como cada lunes y miércoles, cuando Ulises empezó el interrogatorio.

—Necesito que me digas la verdad ¿Qué se supone que está pasando? —preguntó Ulises luego de lanzar la pelota.

—No sé a qué te refieres —dijo Ángel luego de golpear la pelota.

—Hace un par de semanas, cada vez que veo a Nadia me siento extraño. Y ella en algunos momentos actúa extraño —dijo después de haber perdido la pelota y acercarse para sacar—. Así que pasa algo.

—No lo sé —dijo Ángel nervioso y perdiendo la pelota.

—Mi abuela quiere que nos comprometamos. ¿Es posible que ella te mandara a hacer algo sin que me lo dijeras? —preguntó Ulises, aunque ya imaginaba lo que ocurría.

—Sabes que no puedo ir en contra de la señora De la renta —dijo Ángel mientras corría.

—No te pido que vayas en contra de la abuela. Solo quiero saber qué es lo que está tramando —dijo él con tranquilidad.

—La señora De la Renta quiere que dejes embarazada a Nadia —dijo avergonzado.

—Como lo pensé. Nos está drogando —dijo Ulises con una sonrisa extraña—. Ella es terrible cuando se obsesiona con algo.

—Lo sé. Lo lamento mucho —dijo y ambos se detuvieron para descansar.

—Escucha Ángel, deja de ponerme la droga en la comida. Porque si sigo así no seré capaz de controlarme con Nadia y soy capaz de hacerle daño si sigo exaltándome de ese modo —dijo Ulises mientras se secaba el sudor con una toalla.

—¿También quieres que deje de ponerle la droga a ella? —preguntó Ángel mientras le pasaba una botella de agua fresca a Ulises.

—No. Que Nadia siga tomándola. Es muy linda cuando esta así de desinhibida —dijo Ulises recordando las últimas noches juntos.

—Pero... Si ella se da cuenta se enojará contigo cuando se entere —dijo Ángel, preocupado por lo arriesgado que podía ser Ulises.

—No te preocupes por eso, en el momento sabré qué decirle —dijo Ulises tranquilo.

—Ulises, debo advertirte. ¿Sabes que juegas con fuego? —le pregunto Ángel preocupado por Nadia. Él no estaba de acuerdo con el plan de la anciana.

—Lo sé. Pero la realidad es que, aunque no se lo he dicho aún. Quiero que Nadia se case conmigo. Si fuera por mí ya viviríamos juntos de nuevo y no iría ni a la facultad y mucho menos trabajaría en esos lugares —dijo Ulises sabiendo que era muy egoísta, pero sin poder evitarlo—. Ellos la explotan y la usan. No quiero que tenga que vivir esas cosas. Además, quiero tenerla solo para mí.

—Sabes que no es la manera de ser de Nadia. Ella no querrá dejar todo, aunque esté casada contigo —le insinuó Ángel a Ulises.

—Lo sé, pero si consigo que quede embarazada deberá cuidarse más y después estará obligada a cuidar de nuestro hijo y en ese momento buscaré la manera de que disfrute tanto su vida así conmigo para que ya no desee volver a trabajar —dijo Ulises, aunque no podía convencer a Ángel.

Nadia había ido a ver a Ulises; sin embargo, este no se encontraba en la mansión todavía, por lo que se había puesto a estudiar un poco para sus exámenes.

—¿Qué haces? —preguntó Hermes al ver a Nadia en el comedor con un montón de libros y copias.

—Hola, espero a que Ulises vuelva de jugar al tenis —dijo Nadia al ver que Hermes se le había acercado.

—¿Y lees? —preguntó Hermes.

—Sí. Tengo que rendir una materia dentro de unos días y casi no tengo tiempo para estudiar entre el cursado y mis trabajos de medio tiempo —dijo ella mientras recogía los libros.

—Y menos si pasas los fines de semana con mi hermano —dijo un poco incrédulo. Él conocía a las mujeres que solían andar con Ulises, a ninguna le interesaba estudiar—. ¿Qué estudias?

Cuando Nadia iba a responder, Ulises apareció.

—¿Qué haces aquí Hermes? —preguntó Ulises, molesto por ver cómo su hermano había logrado acercarse a Nadia.

—Nada, solo conversaba con mi cuñada —dijo Hermes con una gran sonrisa.

—Nadia, ¿Vienes cariño? —dijo Ulises desde la puerta del comedor.

—Sí, solo déjame acomodar esto —dijo ella y empezó a juntar todo.

—No te preocupes Ulises. Las intelectuales no me gustan —dijo Hermes para hacer enojar a su hermano.

—Cariño ¿Podrías esperarme fuera? —preguntó Ulises a Nadia.

—Está bien. Pero no tardes —dijo ella y le dio un dulce beso en los labios antes de salir del comedor.

—Qué miedo —dijo Hermes al ver que Ulises cerraba la puerta y se acercaba a él

—¿Qué pretendes? —le preguntó Ulises molesto a su hermano.

—Yo nada. Me impresiona lo linda que es ella, tan distinta a otras veces. ¿No lo notaste? Ahora parece tan tranquila. Sin embargo, a veces grita y hace sonidos calientes que se escuchan por toda la mansión —dijo Hermes con una sonrisa malvada.

Ulises no lo dudo un segundo. Agarró del cuello a su hermano y lo apretó contra la pared.

—Ulises, lo vas a matar. Bájalo —dijo Ángel tratando de apartarlos

—Acércate a Nadia y te mato —dijo y después de eso soltó a su hermano para salir de la mansión junto a Nadia.

—¿Qué pretende hacer, señor? —dijo Ángel mientras ayudaba a Hermes a ponerse de pie.

—Solo me divierto un poco. No creí que la quisiera de verdad, Pensé que era uno de sus juguetes, como lo fueron otras en el pasado —dijo mientras se agarraba el cuello.

—La señorita Nadia es especial para todos nosotros. Ella es muy buena y no tiene intenciones ocultas contra la familia De la Renta. Por lo que debe quedarse tranquilo, señor —dijo Ángel tratando de calmar a la fiera de Hermes.

—Eso está por verse —dijo Hermes aun desconfiando. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora