¿Qué quiere esta mujer?

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Capítulo veintinueve

El padrastro de Nadia había sido una persona muy autoritaria que todo el tiempo trataba de sacar provecho de ella y de Nathaniel. Aunque este último no lo notara.

Una vez había tratado de hacer que ella se casara con un anciano, a cambio el hombre le había ofrecido mucho dinero a su padre. Después de eso ella decidió irse de su casa, no le había contado eso a Nathaniel, ya que no quería que siguiera peleando con su padre. No era su intención que ellos se llevaran mal.

—¿Cómo va la facultad? —preguntó para cambiar de tema, por el hecho de que Nadia se había puesto tensa.

—Bien. Creo que conseguiré trabajo pronto —dijo ella con mejor humor.

—¿Te quedaste sin trabajo? —preguntó él, ya que ella no le había contado lo ocurrido con Ulises.

—Sí, pero no te preocupes. De todas maneras, no iba a poder trabajar mucho más ahí.

—Tú eres la que no debe preocuparse. Por el hecho de que con lo que estoy ganando puedo hacerme cargo de nuestros gastos. Así que dedícate a estudiar —dijo sintiendo que era feliz al poder ayudar a Nadia.

—No merezco un hermano tan bueno —dijo ella y lo abrazó.

—Señorita Nadia —dijo la voz de una mujer.

Al Nadia darse vuelta, se dio cuenta de que la abuela de Ulises estaba frente a ellos.

—Abue... Señora De la Renta —dijo Nadia tratando de contenerse.

—¿Quién es ella Nadia? —preguntó Nathaniel al notar lo tensa que Nadia se ponía.

—Ella es la abuela de Ulises —dijo Nadia encogiéndose de hombros.

—¿Esta es la mujer que te hizo sentir tan mal? —preguntó molesto. No iba a dejar que volviera a lastimar a Nadia—. Por favor, aléjese de ella. Nadia no se merece sufrir más. No sé cómo se atreve a hablarle después de todo lo malo que usted le hizo.

—Yo no le hice nada. Además, ¿quién eres tú? —preguntó la mujer de mala gana. No tenía ganas de lidiar con ese chico.

—Él es mi hermano —dijo Nadia rápidamente.

Nathaniel no sabía si lo había hecho por orgullo o porque no quería que esa malvada mujer los malinterpretara por haberlos encontrado abrazados.

—No sé por qué me tratan como a una villana. Si yo le di la oportunidad de crecer, pero su hermana no lo supo aprovechar —dijo la anciana.

—Vamos Naha, no quiero discutir con ella —dijo Nadia incómoda.

—Así que al final no eres más que una cobarde que solo sabe huir —dijo la mujer con una sonrisa irónica.

Era obvio que la mujer estaba ahí para provocar a Nadia.

—¿Quién es usted para hablarle así a Nadia? —preguntó Nathaniel molesto. Él quería defenderla, pero Nadia le agarró la mano para que no dijera nada más.

—Me decepcionaste Nadia. Mi nieto ni siquiera quiere verme ahora —dijo la mujer como si le echara la culpa de todo a la joven.

—No tengo nada que ver con eso —dijo Nadia al fin.

—Todo es tu culpa. Era tu responsabilidad cuidar de él. ¿Y qué hiciste? —le preguntó la mujer a modo de reclamo.

—Sí, está bien. Me enamoré de él —dijo ella enojada con la mujer—. Si ese es un pecado, castígueme por eso. Pero no voy a disculparme con usted ni nadie. No le hicimos daño a nadie con lo que sentimos. Además, lo dejé cuando usted me lo pidió y no volví a buscarlo ¿Qué más quiere de mí? —preguntó la joven terminando de perder la paciencia con la mujer.

—¿Y qué hay de la fiesta de la otra noche? —le preguntó la anciana.

—¿Cómo sabe de la fiesta? —preguntó Nadia sorprendida.

—Mi nieto es lo más valioso que tengo en esta vida. Trato de cuidarlo todo lo que puedo. Esa noche terminó internado por tu culpa —dijo la mujer y Nadia sintió que su pecho se llenaba de un dolor aplastante.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Él está bien? —preguntó Nadia a la mujer completamente devastada.

—¿De verdad te importa? —preguntó la mujer con ironía.

—¿Dónde está? ¿Qué le pasó? —siguió preguntando la joven, cada vez más desesperada.

—Si tanto te preocupas por él ¿Por qué lo dejaste? —preguntó la mujer y Nadia la miró sorprendida.

—¿Usted se da cuenta de lo que me está diciendo? —preguntó la joven sin poder creer el cinismo de esa mujer.

—Yo no te obligué a hacer nada. Yo solo te pedí que lo hicieras y tú como si fueras solo una niña complaciente lo hiciste como si nada —dijo la mujer acusando a Nadia.

—¡Basta ya! —gritó Nadia, no iba a seguir discutiendo con la mujer—. Dígame cómo está él

Después de decir eso, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Así me gusta —dijo la mujer con una gran sonrisa en su rostro—. Si van a enfrentar juntos a mi familia tienes que poder levantar la voz de vez en cuando.

Nadia miró a la mujer y luego a su hermano. Estaba confundida.

—Niña tonta. Lograste cambiar a mi nieto, lo has vuelto un mejor hombre en el poco tiempo que ha estado a tu lado. Al principio pensé que te darías cuenta de que te llevé a su lado por ese motivo. Peor al parecer los jóvenes no prestan la suficiente atención —debeló la anciana.

—¿Qué usted me llevó a su lado? —preguntó Nadia tratando de entender a la mujer.

—El día que te conocí fuiste tan buena y servicial conmigo a pesar de mi atuendo. Sin embargo, siempre estabas discutiendo con aquellos que lastimaban a otros. También lo hiciste cuando mi nieto te llevó a comprar ropa. Protegiste a esa mujer de que Ulises la hiciera despedir. Siempre lo haces, defender a las personas según tu criterio de valores.

—¿Cómo sabe todo eso? —preguntó Nadia algo asustada.

—¿Creíste que dejaría a cualquier mujer al lado de mi nieto? Ya te dije que él es lo más valioso que tengo. Podría perderlo todo, menos a él. Solo quiero que aprenda a ser feliz. Que pueda estar al lado de alguien que lo haga feliz cuando todo se complique, que le dé su apoyo y que lo defienda con uña y diente —dijo la mujer.

—Pero... Usted dijo que... —dijo Nadia y se detuvo. Aún procesaba lo que esta mujer le estaba diciendo.

—Mi familia tratará de separarlos todo el tiempo. Inventarán cosas, harán cosas para hacerte sentir fuera de lugar, incluso los hostigarán —dijo la mujer como si eso le preocupara—. Necesitan ser fuertes y confiar el uno en el otro. Para poder resistir a todo.

—Abuela —dijo Nadia con lágrimas en los ojos y la abrazó.

—Nadia, espera. Ella te trató mal —dijo Nathaniel, aún confundido.

—Cállate niño. Pronto seremos familia —dijo la mujer con una gran sonrisa.

—¿Qué? —preguntó Nadia sorprendida y se apartó de la mujer.

—¿Lo amas? ¿En verdad lo amas? —preguntó la señora De la Renta a Nadia.

—Sí, lo amo —dijo Nadia con mucha vergüenza, pero con firmeza.

—Entonces debes ir ahora mismo al hospital. Él te necesita —dijo la mujer apurando a la joven.

—Él te llevará con mi nieto —dijo y Ángel apareció de la nada.

—Señora, debo interrumpirla —dijo Ángel y al ver a Nadia se sorprendió.

—Ángel querido, hubo cambio de planes. No voy a ir al hospital. Por el contrario, quiero que lleves a Nadia a ver a Ulises —dijo la mujer tomando la mano de Nadia—. Confío en ti, no te rindas.

—Nadia, ¿tú irás a verlo? —preguntó Nathaniel cargado de una extra sensación que le causaba malestar. 

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora