Los celos de Ulises

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Capítulo sesenta y tres

Ambos habían decidido quedarse apenas se habían casado, por lo que esta era una buena excusa para hacer que su esposo hablara con Dionisio. Si era por ella, era probable que Ulises lo hiciera.

—No lo sé, Nad —dijo Ulises tomando la copa de vino de las manos de su encantadora esposa.

—Si quieren podría recomendarles un par de sitios —dijo Dionisio siguiendo la conversación—. Después te lo paso por mensaje Nadia.

—¿Tienes el número de teléfono de mi esposa? —le preguntó Ulises a Dionisio con celos.

—Sí, Nadia me lo dio para que le pase un par de recetas —dijo Dionisio tratando de explicarle para que Ulises no se enojara con Nadia

—Voy a buscar el postre —dijo Nadia sin darle importancia a la cada de indignación de su esposo.

—Ella no sabe qué clase de persona eres. Por lo que te vuelvo a advertir. Aléjate de mi esposa —dijo Ulises cuando Nadia no estaba cerca.

—Es tan tierna que me hace desear comerla —dijo Dionisio para provocar a su hermano—. Sabes, me recuerda a...

—No lo digas. Solo aléjate de ella y todo lo que hiciste quedará en el pasado —dijo Ulises intentando buscar una tregua por lo que su esposa le había dicho.

—Hiciste que me quitaran mi parte de la herencia. Tuve que vivir como un vagabundo —dijo Dionisio con odio en sus palabras—. No te desharás de mi tan rápido.

Ulises se dio cuenta de que lo que Dionisio le había mostrado a su esposa solo era una careta. Él estaba aquí para tratar de hacerlo sufrir por lo que ocurrió en el pasado. Culpándolo a él de todos sus problemas. Ulises no había pedido que le quitaran nada.

—Además, me agrada Nadia. Es la primera persona de nuestra familia que me trata como un ser humano. Quizás le devuelva el favor contándole tus malos hábitos —amenazó a Ulises de forma sutil.

—Suficiente. Vete de mi casa —dijo Ulises sin darse cuenta de que Nadia estaba llegando con el postre.

—¡Ulises! —dijo Nadia a modo de llamado de atención.

—Está bien Nadia. Son muchos años de odio para resolverlos en una sola cena —dijo y acarició el rostro de Nadia como consolándola—. No quiero seguir arruinándoles la noche. Me iré. Aun así, gracias por todo.

—Dionisio —dijo ella mientras soltaba el postre sobre la mesa e iba a buscarlo a la puerta.

—Cuídate. Y no estés mal. Estaremos en contacto —dijo Dionisio y se fue Nadia volvió al comedor, miró a Ulises y sin decir nada se fue al dormitorio.

—Nadia... —dijo Ulises tratando de explicarle a su esposa.

—No me hables —dijo ella enojada.

—Por favor. Tú no sabes cómo es Dionisio en realidad, ni de lo que es capaz —dijo Ulises para que ella entendiera.

—No me interesa hablar —dijo y sacó sus cosas del dormitorio.

Esa noche ella volvió a dormir en el cuarto de invitados. No quería enojarse con su esposo. Sabía que era un tema de hermanos. Aun así, él no tenía derecho a echar a su invitado de esa manera. Pudo haberse ido a dormir o actuar de otra manera, pero ahora solo podía ser autoritario.

Al otro día Nadia se fue sin Ulises a trabajar. Como tenía que ver varios proyectos no fue a la empresa. A la noche había arreglado para ir a cenar con Dionisio y Hermes. Solo que Hermes se retrasó.

—¿Quieres que sigamos esperando? —preguntó Nadia a Dionisio porque había empezado a hacer frío fuera del restorán.

—Entremos o nos terminará dándonos una neumonía —dijo Dionisio mientras abría la puerta del local para dejar pasar a Nadia – Belle, tu primero.

Durante la cena los dos hablaron cómodamente. Parecían conocerse de toda la vida. Incluso Dionisio le presento a Nadia al jefe de cocina del lugar. Eran amigos, se habían conocido en Francia, aunque los dos eran del mismo país.

—Es increíble las cosas maravillosas que hiciste durante estos años. Me da envidia —dijo ella avergonzada.

—Tú también podrías conocer el mundo —dijo él con alegría. Le gustaba que Nadia pensara así. Él seguramente podría mostrárselo si ella se lo permitiera. Aun así, ella dijo que no podría hacerlo—. No si estás casada con mi hermano, pero...

—Acepto las cosas buenas y malas de la vida que elegí —dijo ella con una bella sonrisa.

—Nadia, se nota que tú eres un espíritu libre. Ahora pareces un ave enjaulada. Es fácil darse cuenta por cómo vives. No te gustan los lujos y los excesos a los que mi hermano mayor está acostumbrado.

—Aunque disfruto una buena comida —dijo ella señalando el local, tratando de hacer menos densa la conversación. Entendía lo que Dionisio le decía.

—Eso no cuenta. Ya que es algo que tienes en común con la mayoría de los seres humanos–dijo él y los dos se rieron.

—Ya debo volver a casa, pero me gustó conocerte mejor —dijo ella y lo miró feliz—. Tengo que reconocer que tu familia es... Complicada.

—¿Me lo dices a mí? —preguntó él con ironía.

—Sí. Lo siento —dijo ella entre risitas.

—Voy al baño y después te llevo —dijo y se levantó de la mesa.

El teléfono de Nadia sonó. Cuando ella atendió escuchó la voz de su esposo. Parecía molesto.

—¿Dónde demonios estás? —preguntó Ulises.

—Estoy con Dionisio. Estamos terminando de cenar. ¿Qué ocurre? —preguntó ella incómoda. Estaba cansada de que Ulises reaccionara así por todo.

—¿Por qué fuiste a cenar con él a solas? —preguntó Ulises molesto. Ella no se daba cuenta en el peligro que se ponía.

—Se supone que Hermes también vendría, pero avisó que no podía —dijo ella tranquila. No iba a discutir con su esposo por teléfono.

—Seguro fue lo que él te dijo. Hermes ha estado toda la tarde trabajando conmigo —dijo Ulises tratando de abrirle los ojos a su esposa—. Te dije que Dionisio te engañaría.

Nadia estaba un poco molesta por lo ocurrido. Aun así, se le ocurrió algo para despejar todo tipo de duda. Ella sabía que Dionisio no era una mala persona. Solo un hombre herido que necesitaba volver a sentirse parte de su familia. Por lo que Nadia le preguntó a Ulises si es que confiaba en ella.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora