Quiero salir contigo

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Capítulo catorce

Ulises había notado que ella trataba de mantenerse apartada de él desde lo del beso.

—Prefiero no hacerlo —dijo ella de manera seca.

—¿Por qué no? —preguntó él.

—Porque no quiero que se confunda conmigo —le aclaró Nadia.

—¿Acaso no te parezco atractivo? —preguntó él.

—No es eso. A mí no me gusta jugar con este tipo de cosas —dijo ella poniéndose incómoda.

—¿Es porque todavía eres virgen? —preguntó él dándose cuenta de que la había jodido.

—Eso no es algo que pienso discutir con usted —dijo Nadia, molesta con él, había cruzado la línea. A esto me refería con mantener distancia.

Después de decir eso se levantó para salir de la oficina.

—Espera, lo lamento. No debí decir algo como eso —dijo él tratando de levantarse antes de que ella se fuera.

—Termine su almuerzo señor Ulises. Tiene una entrevista a la una —dijo Nadia y tras abrir la puerta se fue. Dejando a Ángel en la puerta.

—¿Le ocurrió algo a Nadia? —preguntó Ángel al ver que ella ni lo saludaba.

—Creo que me pasé de la raya y la ofendí tratando de hacerle un chiste —dijo Ulises preocupado por ella.

—¿De qué se trataba el chiste? —preguntó Ángel. Tenía que ser muy malo para hacer enojar así a Nadia.

—Insinué que su timidez se debía a que era virgen —dijo agarrándose el rostro —. No lo entiendo, Ángel. Las mujeres normalmente no se molestan conmigo por comentarios así, por lo menos con las que salgo.

—Señor, considero que es porque esas mujeres quieren algo con usted, y solo lo toman como un chascarrillo. En cambio, parece que Nadia no desea caerle en gracia a usted —dijo Ángel esperando que su jefe no enloqueciera por completo—. ¿A usted le gusta la señorita Nadia?

—No lo sé. Es bella, pero también mandona. A veces me vuelve loco y siempre me está haciendo enojar... —dijo cada vez más incómodo.

—Al parecer le gusta que ella sea la que de las órdenes, o eso parece —dijo Ángel tratando de amortiguar un poco las cosas.

—¿Tú crees? —preguntó Ulises inquieto—. No sé qué hacer. Ella es diferente a cualquier mujer que he conocido hasta ahora. No puedo decirle solo que soy el CEO de empresas De la Renta, porque ella ya lo sabe y no le importa.

—Si me permite dar una última opinión. Pienso que eso es lo más valorable de la señorita Nadia. Una mujer que no se fija en la apariencia y en su poder —dijo expectante a la reacción de Ulises a su comentario.

...

El día estaba terminando y Nadia entró a la oficina de Ulises para apagar las luces, ya que no estaba en su escritorio. Él le había puesto un chofer para que ella se pudiera mover por su cuenta, puesto que ella había empezado a hacer algunos trabajos para la empresa que tenían que ver con lo que estaba estudiando. Al acercarse al escritorio encontró a Ulises en el suelo revisando papeles. Él la miró con sus sensuales y penetrantes ojos, y la cara de sorpresa de Nadia fue terrible.

—¿Qué se supone que hace en el suelo? —preguntó ella que casi se muere del susto.

—Me relaja trabajar recostado en el suelo. Resuelvo las cosas más rápido —le explicó él.

—Como usted diga. ¿Vamos ya? —le preguntó ella.

—¿Quieres viajar en el mismo vehículo que yo? ¿No te da miedo que intente besarte? —le preguntó

—¿Está bromeando conmigo? —preguntó ella, ya que no podía creer que le dijera eso. Este hombre nunca aprendía.

—Lo digo en serio, señorita González —dijo mientras se ponía de pie.

—¿Por qué querría besarme? —preguntó ella sin entender.

—Porque me gustas —dijo Ulises sin filtro.

Nadia no esperaba una respuesta tan directa.

—¿Usted no sabe lo que es el cortejo? —preguntó ella con ironía.

—¿Me está autorizando a cortejarla? ¿Quién es el viejo ahora? Esa palabra ya no se usa —dijo entre risas.

—Termine de ponerse de pie y deje de jugar conmigo —le ordenó ella.

Ulises se terminó de levantar del suelo. Ella se acercó y lo ayudó a juntar los papeles y gráficas que tenía en el piso.

—¿Qué problema hay con el hecho de que trabaje para mí? —preguntó él.

—¿Qué con eso? —ella no le prestaba demasiada atención.

—¿No es un problema para cortejarla? —preguntó él mientras que ella seguía acomodando los papeles.

Ella abrió grande los ojos.

—¿Habla en serio? —preguntó ella sorprendida.

—¿Por qué no lo haría? —él estaba completamente tranquilo. No entendía lo que esto significaba para ella.

—¿Qué hay con las mujeres con las que ha salido estas últimas semanas? —estaba celosa. No se había dado cuenta de que sonaba de esa manera su pregunta.

—Solo son amigas que me han acompañado a algunos eventos. Suelo pedirle a Ángel que me venga a buscar para que no me pidan ir a un hotel para tener relaciones. No pasamos más que de unos besos en el automóvil. Suelo decirles que debo viajar o que estoy ocupado. Las llevo a su casa y regreso a la mansión —dijo él con suma tranquilidad y franqueza.

Nadia estaba espantada por su respuesta.

—¿Necesita saber algo más? —preguntó él dispuesto a ser completamente sincero con ella.

—¿Por qué yo? —ella estaba muy incómoda.

—Porque nunca conocí a alguien que me desespere más en la vida y, aun así, quiera volver a ver —dijo él sonriendo mientras acariciaba el rostro de Nadia.

—Solo le daré una oportunidad —amenazó ella y lo besó en la mejilla.

Ulises nunca se había sentido tan nervioso al haber sido besado por una chica en el rostro.

—Bien. No te fallaré —dijo sin poder ocultar lo feliz que se sentía.

Nadia estaba un poco preocupada por aceptar salir con alguien como él. No había pensado en la abuela. ¿Qué opinaría ella de eso?

—Espera —dijo ella sorprendiéndolo.

—Dime —dijo él y cuando ella le dijo que no quería que nadie se enterara no lo tomó muy bien—. ¿Qué?

—Lo mejor es que nadie sepa que vamos a salir para conocernos —le dejó en claro ella.

—¿Por qué no? —preguntó molesto. Nunca se había ocultado con nadie.

—Porque tú eres un hombre muy influyente y podrías traerme problemas en un futuro —le explicó ella para dejarle en claro que no le interesaba hacerse conocida innecesariamente.

—¿Quiere decir que si lo nuestro no resulta no quiere que la relacionen conmigo? —preguntó Ulises con ironía.

Después de que ella afirmara sus palabras, él se sintió molesto. Lo angustiaba que ella sintiera vergüenza de estar con él.

—Nadia... —dijo él, pero luego se detuvo—. Creo que lo mejor es que volvamos a casa.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora