La insistencia de Ulises

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Capítulo sesenta y cinco

Unos cuantos días después, Nadia estaba junto a la ventana con su teléfono en la mano cuando sonrió. Ulises se sintió impaciente. No quería que nadie hiciera sentir feliz a su esposa sin su permiso. Aun así, de manera amable le preguntó qué era lo que estaba haciendo.

—Tu hermano nos invitó a ver una película —dijo Nadia y miró a Ulises.

—¿Qué hermano? —preguntó Ulises.

—Dionisio —dijo ella y notó que Ulises ponía mala cara.

—Amor, ¿Cuándo aceptarás que tu hermano no es tan malo como crees? —le preguntó Nadia, ella había preferido mantenerse un poco alejada de Dionisio porque no quería tentar a su suerte. Aun así, notaba que era un hombre muy solitario, ya que su familia no le dirigía la palabra y tenía pocos amigos en la ciudad—. Dionisio solo siente dolor por el pasado, y por lo que considera que pasó. Si tú se lo explicaras...

—Puede que tengas razón. Aun así, no puedo ir al cine con ustedes. Pero... —dijo Ulises y se quedó pensando —. ¿Podrías hacerme un favor? Dale este sobre cuando lo veas.

Ulises sacó un sobre de su maletín y se lo entregó a Nadia. Ella ya sabía de qué se trataba. Aunque esperaba que fuera él quien se lo diera en persona a su hermano.

—¿Seguro que no puedes venir? —preguntó ella y después de un cálido beso le reiteró que era imposible para él esta vez.

Nadia fue a vestirse tras confirmarle a su cuñado que solo iría ella al cine con él. Al salir del edificio, Dionisio la esperaba en la entrada.

—Te ves muy bella cuñada —dijo Dionisio a Nadia cuando la vio.

—Pareces Hermes —dijo Nadia con una risita.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Dionisio.

—Porque casi siempre me llama cuñada en vez de decirme por mi nombre —explicó ella.

—Creo que eso es bueno —dijo él y abrió la puerta del automóvil para que ella subiera primero.

—¿Por qué dices que es bueno? —preguntó ella mientras él subía.

—Nos recuerda a ambos que debemos resistir la tentación —dijo Dionisio a modo de chiste.

Nadia lo empujó con la mano y comenzaron viaje. Después de ver la película decidieron ir un rato a un parque cercano.

—Estuve hablando con Ulises —dijo ella para tratar de abrir el tema de conversación que le había pedido su esposo.

—Creo que es lo que me vas a decir. ¿Ya no quiere que nos sigamos viendo? —preguntó Dionisio, sabía que su hermano saldría con eso en algún momento.

—No. No es eso —dijo Nadia con una sonrisa—. ¿Te podría triste si fuera así?

—Claro. Me agradas mucho Nad —dijo Dionisio mirando las estrellas del cielo. Lo cierto era que ella le recordaba a su amor de la universidad.

—Qué bueno que dijeras eso, porque no pienso alejarme —dijo ella y se acercó a una fuente muy bella en medio del parque—. En realidad, Ulises me contó lo que tu familia te hizo cuando te fuiste del país. Lo lamento mucho.

Nadia parecía triste de solo suponerlo. Ellos habían dejado a Dionisio a su suerte, siendo un joven que se había criado con los lujos más grandes en su vida.

—He, tranquila. Ni que hubieras sido tú la que lo hizo —dijo él tratando de sacarle una sonrisa.

—También me dijo que cerraron tu cuenta y no recibiste el dinero que te correspondía–dijo ella mientras se sentaba al lado de la fuente.

—Basta de hablar de eso. No quiero que pasemos un mal rato juntos —dijo él tratando de salir de esa conversación. Había sufrido mucho en el pasado y no era algo que le gustara recordar.

—¿Puedes dejarme terminar? —preguntó ella con una dulce y tierna mirada. Él no pudo resistirse —. También me dijo que él le pidió a tu abuela que volviera a abrir tu cuenta.

—¿Qué? —preguntó confundido Dionisio. Eso era mentira, ellos lo habían dejado sin nada.

—Toma —dijo Nadia y le dio el sobre a Dionisio.

—¿Qué es esto? —preguntó Dionisio mientras abría el sobre.

—Es tu tarjeta y los datos de tu cuenta. Seis meses después de que te fuiste la volvieron a abrir y desde entonces te hacen todos los depósitos —dijo ella notando la sorpresa de Dionisio.

—Eso no es cierto. Mi padre me habría dicho —dijo Dionisio incrédulo.

—Confirmé lo que Ulises me dijo revisando las cuentas de la empresa. Todo tu dinero está ahí. No sé por qué tu padre no te lo dijo —dijo Nadia, aunque ella suponía por qué había sido. El padre de Ulises quería tener a Dionisio de su lado, debiéndole un favor para cuando él decidiera tomar nuevamente el control de la empresa—. Ulises pensó que al no volver estabas bien. Sé que no se justifica con eso, pero creo que...

—No lo entiendes Nadia. Solo lo hace por ti —dijo él interrumpiendo a Nadia.

—¿A qué te refieres? —le preguntó ella.

—Él hace todo esto porque lo amenacé con contarte lo que él y mi familia me habían hecho —dijo Dionisio molesto.

—¿Por qué lo amenazaste? —preguntó Nadia al notar lo mal que Dionisio se estaba poniendo. Al parecer todo eso lo afectaba mucho.

—Quería que sufriera. Le dije que te contaría cosas de él, de su pasado —confesó Dionisio.

—Dionisio, no te culpo. Yo odio a mi padrastro —dijo poniendo una de sus manos en el hombro del joven afligido—. Cuando yo tenía dieciocho años trató de casarme con un anciano rico a cambio de dinero. Y desde entonces me fui de mi casa y no volví a verlo. No te pido que perdones a Ulises o a tu familia por los malos momentos que te hicieron vivir. Solo quiero que tomes lo que por derecho es tuyo.

—Nad... —dijo él sorprendido.

—El dinero no me interesa. Creo que cambia a las personas. Pero tú has aprendido a sobrevivir sin él. Eres un héroe para mí —dijo ella con una sonrisa—. Quizás ahora puedas hacer algo bueno con este dinero. Tal vez, cumplir algún sueño.

Dionisio se sonrojó después de ver lo bella que era Nadia cuando sonreía así. Sus ojitos cerrados y sus mejillas altas. Completamente confiada en quien tenía frente a ella.

—Está bien. Lo hago porque tú me lo pides —dijo él y ella lo abrazo por la felicidad.

Al darse cuenta de que estaban en un lugar público se alejó de él y le pidió disculpas.

—Supongo que es genial. Estuve pensando, sé que no debo meterme, pero, ¿qué te parece un restorán? Algo pequeño para comenzar–dijo ella llena de ilusión.

—¿Ahora quieres gastar mi dinero? —preguntó él.

—No, no, lo siento —dijo ella avergonzada.

—Estaba bromeando. Me encantaría que una experta en finanzas como tú pudiera ayudarme —dijo Dionisio riendo. Nadia le daba algo que hacía tiempo que no tenía, esperanza.

Autora: Osaku 

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora