Conócelo

3.1K 157 0
                                    

Capítulo cuatro

—No sé por qué cuando mi abuela me dijo que quería presentarme a una amiga supuse que era una mujer mayor —dijo él un poco nervioso. Era extraño que reaccionara así frente a una mujer, ya que él se sentía un macho alfa.

—Quédese tranquilo. Somos dos los sorprendidos —dijo Nadia al notar que el hombre se acercaba a ella—. Cuando su abuela me dijo que buscaba una niñera para su nieto, supuse que sería alguien mucho más joven.

Al decir eso con sarcasmo, la mirada conquistadora del joven desapareció. Al parecer había conseguido que se molestara.

—Mamá, ya lo hemos hablado. No necesito a nadie más —dijo él mirando a la anciana, molesto tras escuchar el comentario de la joven.

—Estás tratando de matar a tu anciana abuela, ¿Verdad? —preguntó la mujer buscando una reacción en su nieto.

—Deja de actuar, eres una excelente actriz, pero no funcionará esta vez —dijo el joven que ya miraba su reloj de manera impaciente—. Además, ya tengo a Ángel para que me ayude.

—Querido, sabes cuánto quiero a Ángel, pero ese chico no puede cuidar de ti. Aunque estoy más que segura que lo intenta —dijo ella sin conseguir que su nieta cambiara de opinión —Vamos a mi oficina.

Al decir eso su nieto la miró molesto. Ya que sabía lo que su abuela se proponía.

—No importa cuánto hablemos. No vas a convencerme —le advirtió mientras iba tras ella.

—Señorita Nadia, ¿Verdad? —preguntó el joven de risos dorados para luego presentarse—. Soy Ángel, un placer.

Nadia miró con detenimiento al joven que se le había acercado. Le parecía sorprendente como había llegado hasta ella sin que se diera cuenta. Sobre todo, porque el living donde se encontraban era enorme.

—¿Cómo sabe usted mi nombre? —preguntó ella confundida.

—La señora De la Renta me ha pedido que le mostrara su dormitorio —dijo el muchacho de manera muy servicial.

—¿Mi qué? —preguntó Nadia aún confundida por lo que él le decía. Mientras le señalaba un pasillo.

—Espera, aún no me he decidido a quedarme —dijo ella de pie junto al pasillo —. Además, no parece que el señor Ulises esté de acuerdo con que yo esté aquí.

Le susurró al oído, ya que lo que hablaban se escuchaba por el eco que el ambiente, el cual era inquietante. El muchacho sonrió, no estaba acostumbrado a esa cercanía con las personas de esa familia. Aun así, le siguió el juego.

—Déjeme decirle que, por los años que llevo viviendo en este lugar. Cuando la señora lleva a alguien a su oficina siempre se sale con la suya —le susurró él al oído, lo que hizo que Nadia no pudiera resistirse a sonreír.

—¿Estaría dispuesto a apostar por ello? —preguntó ella con una gran sonrisa. Este muchacho le caía bien.

—No me gusta el juego. Pero le aseguro que se dé lo que hablo. Por lo que, si me permite, ahorraremos tiempo si ya le muestro la casa. Ya que cuando el señor Ulises salga de la oficina de su abuela va a querer salir corriendo a la empresa —le aseguró mientras caminaban.

—Se nota que conoces bien a estas personas —dijo ella mientras veía esa hermosa mansión. Parecía un monumento histórico por los detalles que había en cada ambiente—. Pero si te tienen a ti, ¿para qué me quieren a mí?

—Lamentablemente, creo que los conozco más de lo que deseo. Y si, usted es necesaria, ya que deberá convencer al señor Ulises de hacer cosas que me exceden —dijo él mientras que abría una puerta.

Entraron a un dormitorio que era más grande que todo el departamento de Nadia. En el medio había una hermosa cama de dos plazas con un bello cuadro detrás. Unas cortinas enormes, y delicadas, que caían casi del techo cubriendo unos magníficos ventanales a los lados de la cama. Frente a ella se encontraba un tocador, solo había visto algo así en las películas antiguas. Se notaba que era importado y muy antiguo, aunque estaba en excelentes condiciones.

—Esto es hermoso —dijo ella sin poder entender lo que veía.

—¡Ángel! —se escuchó decir por el pasillo.

—Creo que deberá terminar de ver su dormitorio por la noche. Ya que el señor Ulises nos espera. Venga conmigo —le dijo Ángel a Nadia y ella comenzó a caminar, pero se detuvo.

—Ángel, ¿entonces vamos a ser compañeros de trabajo? —le preguntó con suma seriedad.

—Sí, así parece —dijo él sin entender que era lo que Nadia pretendía.

—Entonces a partir de hoy guárdate el "señorita". Soy solo Nadia. ¿Entendiste? —dijo ella con una gran sonrisa mientras salía de la habitación. Algo que le causó gracia a Ángel.

—Como guste —dijo él y cerró la puerta. Estaba seguro de que la presencia de Nadia en la casa haría que las cosas cambiaran un poco.

En parte le agradaba poder tratar de manera menos formal a Nadia. Por lo que había visto hasta ahora era una chica muy agradable.

—Dense prisa que estoy llegando tarde a una reunión —dijo Ulises mirando su reloj.

—¿Se refiere a mí también? —preguntó Nadia al notar el apuro del hombre.

—Si señorita González. Acepté que sea mi... —dijo y se detuvo por un momento para pensar y luego continuó—. Secretaria personal solo para tranquilidad de mi abuela. Así que apresúrese que estamos llegando tarde.

Nadia no podía creer como en tan solo unas horas había cambiado tanto su trabajo. Ahora sería la sombra de un empresario reconocido en todo el país.

—¿Dónde está la abuela? —preguntó ella mirando a los lados.

—Ella tenía muchas cosas que hacer. Por lo que me pidió que le mandara saludos —dijo un poco avergonzado.

Ulises se dirigía hacia la salida cuando notó que Nadia aún no lo seguía.

—¿Qué le parece si se apresura un poco señorita González? —preguntó inquieto. No le gustaba que lo demoraran. Aunque le hablaba de manera amable, se notaba que Nadia no era de su agrado.

—Señor Ulises. No tengo idea de lo que debo hacer como su asistente personal. La abuela no me lo dijo —le comentó Nadia preocupada. No era de las personas que tomaban a la ligera un trabajo. Y menos sabiendo lo que iban a pagarle—. Además, quería despedirme de ella.

—Ángel te pondrá al tanto de cuáles son tus tareas —dijo Ulises y suspiró. En verdad esta chica le parecía un dolor de cabeza—. Mi abuela ya se fue a tomar un avión.

Ulises siguió caminando hasta llegar al coche.

Autora: Osaku

Una niñera para el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora